Una reforma inconveniente | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Octubre de 2022

* Riesgoso desconocer preocupante escenario económico

* Sobrecarga de impuestos ahogaría el sector productivo

 

 

Si algo ha distinguido al 2022 es que el escenario macroeconómico mundial ha cambiado de manera acelerada. Y, por lo mismo, las medidas que se consideraban acertadas, viables o incluso tolerables en el primer semestre o hace un par de meses, a hoy ya no parecen ser efectivas y hasta contraproducentes.

Una prueba de ello es lo que pasó con el escenario en que se confeccionó y radicó el proyecto de reforma tributaria que la semana pasada fue aprobado por las comisiones económicas conjuntas de Senado y Cámara, pese a las múltiples advertencias de los gremios y empresarios en torno a que en medio de la difícil coyuntura económica tramitar una iniciativa impositiva tendrá efectos lesivos sobre la productividad, la inversión, el empleo y otros indicadores clave.

La campaña presidencial, sin lugar a dudas, coincidió con un escenario en donde el crecimiento del Producto Interno Bruto se mantuvo muy alto, al punto que el segundo trimestre cerró en un sorprendente 12,6%, proyectándose un crecimiento para este año por encima del 6% y alrededor de 4% para 2023. A ello se sumaban muchos indicadores en negro y un recaudo tributario que crecía entre enero y junio a un 33% en comparación con similar lapso del año pasado. El desempleo, a su turno, cerró junio en 11,3%. De igual manera, si bien la inflación aceleró su curva ascendente desde que arrancó la guerra en Ucrania, a finales de febrero, a junio ya estaba en 9,67%. Igualmente, la cotización del dólar terminó el primer semestre sobre los 4.100 pesos y el barril de petróleo estaba en uno de sus máximos históricos, por encima de los 120 dólares. Entretanto, las tasas de interés del Banco de la República, que venían al alza, llegaban al 7,5%. Todo ello en medio de pronósticos medianamente alentadores de la banca multilateral en torno a que si bien el coletazo de la guerra estaba frenando la reactivación económica pospandemia, no había todavía síntomas fuertes de riesgo de recesivo.

Fue en ese marco circunstancial macro y microeconómico que el gobierno entrante empezó a configurar su proyecto de reforma tributaria, que terminó finalmente llevando al Congreso el 8 de agosto, un día después de que Gustavo Petro asumió la Casa de Nariño. Tan pronto se conoció el articulado, el sector privado alertó sobre el peligro de un alto impacto en el dinamismo productivo y el empleo. Cifras en mano, urgió morigerar la sobrecarga de impuestos estimada en 25 billones de pesos promedio anual.

Tras dos meses de debates, audiencias, polémicas y ajustes al proyecto, este finalmente se aprobó en las comisiones terceras conjuntas el jueves pasado. Sin embargo, el Gobierno y el Congreso deberían tener en cuenta que el escenario económico local e internacional ha cambiado de forma sustancial.

Si bien no se conoce el PIB con que cerró el tercer trimestre, el más reciente Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) muestra que el dinamismo productivo empezó a retroceder frente a la primera mitad del año. A ello se suma que varios indicadores empezaron a desacelerar -como la vivienda, por ejemplo-, en tanto que la progresión de recaudo tributario sí mantuvo su eficiencia. El desempleo bajó ya a 10,6%, pero todavía está por encima de dos dígitos. La inflación es hoy la mayor amenaza y ya se ubica en un 11,44%, la tasa más alta este siglo y sin reflejar todavía el impacto del alza de combustibles que comenzó este mes. En el frente cambiario, los altibajos del dólar se agravan, al punto que esta semana la divisa alcanzó otro récord, al ponerse por encima de los 4.600 pesos, confirmando la fuerte devaluación de la moneda local. También hay alerta en el flanco petrolero, porque el barril ha ido bajando en las últimas semanas y ahora ronda los 90 dólares. El Emisor, para tratar de atajar el costo de vida, empujado por factores internos y el alargamiento de la guerra, ya subió sus tasas de interés a un histórico 10%. Y, como si todo lo anterior fuera poco, el FMI, el Banco Mundial, la OCDE y otras instancias acaban de alertar sobre el riesgo real de una recesión en próximos meses. De hecho, el Banco de la República advirtió que Colombia en 2023 apenas crecería a un ínfimo 0,7%...

Como se ve, uno era el escenario económico cuando se confeccionó y radicó la reforma impositiva, y otro muy distinto el que hoy se presenta, justo cuando las plenarias de Cámara y Senado deben asumir la discusión definitiva del apretón de impuestos. Desconocer esa realidad, por más urgencia que tenga el Gobierno de recursos, resulta muy riesgoso, ilógico e improcedente para la marcha del país, la productividad empresarial, la inversión y el empleo. Urge, entonces, cordura y ponderación.