La violencia, una vez más, se está haciendo presente en los estadios. Lo ocurrido la semana pasada en el partido entre Nacional y Junior en la capital antioqueña no solo fue grave, por la batalla campal entre hinchadas de esos clubes, sino porque la cantidad de armas cortopunzantes que se decomisó fue alarmante. Esto pese a que, se supone, los asistentes al cotejo tuvieron que pasar varios filtros de seguridad y requisa tanto en el exterior como en los ingresos del escenario futbolístico.
Lamentablemente los casos de violencia alrededor de la fiesta del balompié se han venido multiplicando en los últimos meses. En semanas recientes hubo varios incidentes. Es evidente que los pactos que se han realizado en distintas ciudades entre las alcaldías, los líderes de las barras y las propias directivas de los clubes para garantizar la paz y tranquilidad en las tribunas y los alrededores de los estadios, así como en los desplazamientos de los aficionados para partidos en otras ciudades, están perdiendo efectividad.
Más allá de las sanciones que se impongan en el caso del partido Nacional-Junior, que obviamente deben ser drásticas, incluyendo no solo el retiro de puntos sino realizar cotejos con las tribunas vacías, es imprescindible tomar medidas de fondo.
Se necesita instalar de forma obligatoria filtros de identificación biométrica en las taquillas, multiplicar la presencia de la seguridad interna y de la Policía en las tribunas, aumentar la cantidad y calidad de las cámaras en todos los estadios, de forma tal que sea rápida y eficaz la detección e individualización de los hinchas violentos.
Igualmente, como ha ocurrido en otros países, urge empezar a vetar de por vida no solo a los aficionados que agredan o causen desórdenes, sino también sancionar de forma más drástica a los líderes de las barras, que también tienen responsabilidad al no depurar a sus integrantes ni verificar que ninguno de ellos porte armas o infrinja las normas de convivencia pacífica dentro y fuera de los escenarios. No tiene presentación, tampoco, que se sancione a determinada hinchada y se le prohíba asistir a su tribuna tradicional, pero en el siguiente partido se le vea en otra, camuflada, burlando así los castigos.
No menos importante es que los clubes sean más serios en cuanto a suspender cualquier de tipo de apoyo, financiación, regalo de boletas o incluso interlocución con las barras problemáticas. Hay que vetarlas de forma definitiva y acabar con el margen de impunidad que los hinchas violentos creen que tienen en Colombia.