Victoria Republicana | El Nuevo Siglo
Jueves, 6 de Noviembre de 2014

Saber administrar preponderancia política

Radicalización sería la peor alternativa

 

El triunfo Republicano, en los Estados Unidos, solo puede significar un hastío con la administración del presidente Barack Obama. Sin embargo, los Demócratas aducen que el desastre ocurrido sucedió porque el gobierno no supo explicar bien los beneficios del mejoramiento económico y de la reforma de la salud.

Sea lo que sea solo quedan dos caminos para los próximos dos años: una radicalización de la oposición Republicana o la negociación de algunos puntos con la Casa Blanca. En todo caso, indudablemente, el triunfo Republicano, tanto en Cámara como en Senado, logrando mayoría en ambas corporaciones, significa que tienen la política en la mano.

Una radicalización de la oposición significaría torpedear el presupuesto, llegar a un cierre administrativo del gobierno -como ocurrió hace un año y medio-, dedicarse a atravesársele a la Agencia Nacional Ambiental e impedir las inversiones gubernamentales proyectadas para lo que resta del mandato de Obama.

Muy posiblemente ello no vaya a ocurrir, puesto que los Republicanos ya tienen bien sabido que una oposición a ultranza se les cobraría en las siguientes elecciones, tal y como ocurrió recientemente. Lo más seguro es, por el contrario, algún tipo de negociación en temas cruciales, en los que Obama está interesado, pero que probablemente ya no tendrán el vigor de otros tiempos. Eventualmente el libre comercio decaerá frente al proteccionismo de un sector Republicano. La reforma tributaria corporativa que se pretendía ya no será tal y como venía estipulada en las discusiones. Obama, igualmente, tendrá que ajustar el déficit fiscal y el Fondo para la Infraestructura Vial, que tenía presupuestado, se verá recortado.

En todo caso no será el Tea Party el que ejerza la máxima dirigencia Republicana, sino el sector centrista o el llamado “establecimiento republicano”, cuyo concepto del bipartidismo es de acuerdos sobre puntos fundamentales y oposición en aquello que ellos vean secundario o innecesario. En ese sentido, es posible que se logre una modesta ley de inmigración, por parte de Obama, así como algunos elementos tributarios indispensables, pero la derrota del gobierno se hará sentir en la mayoría de aspectos administrativos.

El telón de fondo, en verdad, es la competencia entre los virtuales candidatos presidenciales, el republicano Jeb Bush y la demócrata Hillary Clinton, de suerte que en adelante solo será un tema de posicionamiento. Es evidente que el desgaste de la administración Obama afecta directamente a la candidata y exsecretaria de Estado, en tanto que el integrante del clan Bush tiene a partir de ahora la más grande oportunidad de demostrar que tiene el suficiente peso específico y capacidad de liderazgo para llevar las riendas de la Casa Blanca. En este escenario la política que el Partido Republicano, desde el Congreso, trate de delinear con respecto al manejo de crisis tan complejas como las de la ofensiva del “Estado Islámico” en Irak y Siria, así como el problema ucraniano y el pulso geopolítico con Moscú, será determinante para enviar un mensaje no solo a la opinión pública norteamericana sino al mundo mismo de que esa colectividad está madura de nuevo para asumir el mando de la primera potencia del planeta.

Como se ve, si bien la victoria Republicana es inobjetable y marca la hoja de ruta para un posible cambio de gobierno en Estados Unidos en dos años, todo depende de la forma en que se administre el triunfo. Aventurarse a un escenario de choque con Obama, quien mantiene el poder de veto legislativo, sería, como ya se dijo, un error estratégico muy costoso, más aún cuando está claro que el cada  vez más influyente voto latino así como amplios sectores políticos independientes lo que están buscando y favorecerán en las urnas es, precisamente, la capacidad de solucionar las problemáticas de mayor impacto en la ciudadanía estadounidense.

La cuota inicial del retorno Republicano a la Casa Blanca está, pues, sobre la mesa y todo dependerá de la forma en que invierta su capital político preponderante, sobre todo porque los Demócratas aún conservan margen de maniobra para dar una dura pelea.