SI su inesperado anticipo de las legislativas fue una arriesgada apuesta para frenar el avance del ala dura de la derecha, el resultado electoral amenaza con ser un ‘harakiri político’ para el presidente de Francia, Emanuel Macron, que si bien tiene mandato hasta el 2027, su gobernabilidad se complicará por las alianzas que se tejerán en busca de la mayoría parlamentaria.
Con participación récord (rozó el 60% en las dos vueltas) y una estrategia que definida por la coalición centrista gobernante y el Nuevo Frente Popular (La Francia Insumisa (radical), Partido Socialista, Verdes y Comunistas) evitaron que el otro extremo de la tendencia política, la ultraderecha liderada por Marine Le Pen (partido Agrupación Nacional -RN) no alcanzara la mayoría absoluta tras su triunfo el pasado 30 de junio, se dio un inesperado resultado: el zarpazo de la izquierda en las urnas este 7 de julio.
Dicha estrategia que fue el retiro de candidatos de dicho pacto, bautizado como frente republicano, consistió en el retiro de no menos de 200 candidatos (oficialistas o de izquierda) para concentrar el voto en aquellos ‘republicanos’ con más posibilidades de derrotar a un rival del ala dura de la derecha en cada circunscripción.
Evidentemente funcionó, ya que como destacan los medios de comunicación franceses, RN perdió 190 de 152 duelos contra un candidato del Nuevo Frente Popular (NFP) y 105 de 128 contra un candidato macronista, evidenciando que el mayor freno al partido de Le Pen lo aplicaron los votantes de izquierda.
Y así, en una semana Francia no solo pasó de un extremo al otro en el péndulo electoral, sino de la incertidumbre por la elección ciudadana a un limbo político, cuya salida se avizora compleja, porque requerirá de alianzas entre partidos con agendas programáticas más que diferentes, diametralmente opuestas.
Cumplidas las dos vueltas electorales, la Asamblea Nacional de Francia (577 diputados), que se posesionará este 18 quedó conformada así: 182 escaños para NFP (51 más que en la legislatura saliente), Juntos por el Cambio (oficialismo), 168, perdiendo 77 asientos; RN, 143, adicionando 54; Los Republicanos (conservadores), 45, cediendo 16 bancas; Izquierda Diversa con 13 (-9) y Otros partidos con 26, de ellas 15 de la derecha tradicional.
En porcentaje, el 31.5% de los electores franceses apoyaron la coalición de izquierda (muy similar a la elección de 2002), 29.1% a la alianza centrista de Macron; el ala dura de la derecha 24.8%, los conservadores tradicionales 7.8% y los demás partidos un 4%.
De ellos, el que más creció en respaldo ciudadano respecto a las pasadas legislativas fue RN liderado por Le Pen, ya que del 17.3% que obtuvo en 2002, ascendió al 24.8% este domingo. Sin embargo, perdió casi nueve puntos respecto a la votación de la semana anterior, la primera vuelta, precisamente por la estrategia ‘frente republicano’.
Pese al sueño frustrado de alcanzar el poder (lograr mayoría absoluta) el ala dura de la derecha ha mantenido una progresión meteórica. Valga recordar que en 2017 apenas llevó 8 diputados a la Asamblea, cinco años después fueron 88 y ahora, serán 143.
En contrario, el que más cedió terreno fue la centroderecha, cuyo núcleo es el macronismo, ya que del 38.6% de apoyo electoral en 2002 cayó a 24.8% este domingo.
Al disgregar la votación de los mismos, este fue el resultado: En Nueva Fuerza Popular, la radical Francia Insumisa comandada por Jean-Luc Mélenchon entra a este Parlamento 74 diputados, el Partido Socialista, 54; los Verdes o Ecologistas, 28; el Partido Comunista de Francia, 9 y otros partidos 12.
En la coalición oficialista Juntos por el Cambio, el que logró el mayor número de escaños fue “Renacimiento’, el partido macronista con 102, mientras que los demócratas Modernos alcanzaron 33, los conservadores de Horizontes 25 y otras formaciones 8.
Y, en Reagrupación Nacional, el ‘lepenismo’ obtuvo 126 curules y “Los Republicanos” dirigidos por Ciotti (disidencia conservadora) 17.
Como se ve, los tres grandes bloques continuaron dominando la política gala, pero hubo una recomposición de fuerzas que, sin embargo, no dio a ninguno de ellos la mayoría parlamentaria requerida (289) para formar gobierno, forzando unas negociaciones de antemano, muy difíciles.
Calma, prudencia, pero….
Este complejo rompecabezas sin duda ‘trasnocha’ al presidente Macron que según analistas no tenía necesidad de anticipar las legislativas ya que en este segundo mandato había logrado gobernar con su coalición y sacar avante algunas de sus impopulares reformas como la pensional, donde se subió la edad de jubilación.
No solo los resultados son un complique para el reelecto Macron, ya tanto él como Melénchon han reiterado, de tiempo atrás, sus antagónicas posiciones en todos los ámbitos. Y así, el líder de la Francia Insumisa, que celebró una victoria que no esperaba fuera tan contundente, es la piedra en el zapato para negociar la formación de un nuevo gobierno que debería estar en funciones para los Olímpicos de París, el 26 de este mes.
Macron prefiere una coalición de las fuerzas "republicanas", sin RN ni el partido de Mélenchon. Y, especialmente, porque el programa de este último tiene varias líneas rojas para la alianza oficialista y para la derecha, como es la derogación de reforma pensional y la aprobación de un impuesto a las grandes fortunas.
Ante la incertidumbre, el presidente Macron quien instó a la calma y la prudencia política, pidió a su primer ministro Gabriel Attal, quien presentó su dimisión, continuar en el cargo "por el momento" para "garantizar la estabilidad”.
Los líderes de izquierdas aseguraron no obstante que están listos para gobernar y el jefe del Partido Socialista, Olivier Faure, abogó por que el NFP presente un candidato a primer ministro "a lo largo de la semana", elegido "por consenso o por votación".
Pero para mantenerse en el poder necesitan una mayoría y, en el seno de esta coalición que abarca desde socialdemócratas a anticapitalistas, sus integrantes discrepan sobre las posibles alianzas parlamentarias.
Como reseñamos, Mélenchon cristaliza parte de las tensiones y la posibilidad de que sea primer ministro genera rechazo. Anoche declaró a la cadena LCI que su partido tiene "varios candidatos que proponer" para primer ministro.
"Vamos a tener que comportarnos como adultos", advirtió el domingo Raphaël Glucksmann, símbolo del ala socialdemócrata del NFP, para quien "dialogar" es "un cambio de cultura política" en una Francia poco acostumbrada al parlamentarismo.
El partido de derecha Los Republicanos (LR), que logró mantener unos 60 diputados (incluidos los que obtuvo en pacto con la extrema derecha) aseguró que "no habrá ni coalición ni compromiso" por su parte.
En pleno limbo político, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, advirtió contra un riesgo de "crisis financiera" y "declive económico", y la principal patronal francesa, Medef, pidió al próximo gobierno "una política económica clara y estable".
Entre tanto, la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, reiteró que la victoria de su formación es "inevitable a corto plazo" y recordó el “increíble progreso que ha tenido en dos años”.
Con el ojo en la presidencial del 2027, la dirigente agradeció a los "diez millones de votantes" que han hecho de la Agrupación Nacional "el partido líder en número de votos y diputados". Esta afirmación, sin embargo, se enmarca más en el resultado de la primera vuelta, ya que en la segunda operó la estrategia del frente republicano, quedando en tercer lugar, pero a tan solo 25 escaños de los que obtuvo la coalición oficialista.
En este limbo cualquier escenario es posible desde que la coalición de izquierda opte por un gobierno minoritario o improvise una difícil coalición de partidos que casi no tienen puntos en común, intentando convencer a los movimientos minoritarios de la coalición oficialista, hasta que esta última haga lo propio con los socialistas y/o verdes para llegar a la mayoría absoluta. Pero el nudo gordiano es que todos exigirán, a cambio, el cargo de primer ministro. Eso es lo que quita el sueño al mandatario francés.