Corporativismo y “patria subsidiada”: crisis argentina | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Junio de 2023
Pablo Uribe Ruan

Una aerolínea más, Flybondi, canceló más de 22 vuelos el martes de esta semana en Argentina, por no tener la autorización del gobierno nacional para girar pagos en el exterior, en medio de una creciente escasez de divisas.

Semana tras semana, una empresa cierra por la falta de dólares, otra por los impuestos, que tienen tasas confiscatorias. En tres años -2019 a 2022- la oferta de viajes internacionales ha caído 63,3%, sin contar con la crítica situación de este año.

Aislada internacionalmente, casi que como Caracas, Buenos Aires, la otrora ciudad más cosmopolita del mundo en los tiempos de la Primera Guerra Mundial (1914-18), acumula miles de villas (comunas), pobres y abandonadas. Cuatro de cada diez argentinos son pobres, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Casi la mitad de una país que, un siglo atrás, fue llamado “la despensa del mundo”, por su enorme capacidad agrícola.

Esta contradicción, que deja al 54,2% los argentinos por debajo de la línea de la pobreza, como lo dijo el editorial de este Diario del sábado 3 de junio, no tiene otra explicación que una mala y perversa gestión de la economía y la política por parte de un régimen, sistema o modelo que ha probado, por décadas, ser altamente ineficiente.

El peronismo y su versión contemporánea, el kirchnerismo, defienden una economía corporativista, que lleva décadas estancada en privilegios para burócratas, oligopolios y una red de sindicatos que gestionan el asistencialismo, más allá de los subsidiados básicos para sectores vulnerables.

Al ser preguntado por esta economía, un empresario, Gustavo, me dice: “es como una mafia, pero enclaustrada en el Estado y que beneficia a sus amigos”.

Desde que Néstor Kirchner llegó al poder, en 2003, Argentina ha tomado medidas que progresivamente han ido acabando su aparato productivo, bajo el argumento de luchar contra el neoliberalismo, herencia de Carlos Menem.

Más allá de la retórica, tan natural en el país donde podría decirse que surgió el populismo moderno, lo cierto es que el plan de Juan Domingo Perón de constituir un gobierno corporativista, como el que él conoció en la Italia de Benito Mussolini, permanece intacto y ha sido llevado a cabo en su país por los hijos de sus ideas populistas y corporativistas.



Poder corporativista

En vez de hablar de populismo y su inminente conexión con el peronismo, que casi siempre se presenta como la principal explicación de la debacle argentina, es importante aclarar que la raíz del problema es el corporativismo.

“El peronismo es la corporación de las corporaciones”, dice Eduardo Leuco, periodista de radio Mitre. O, como lo llama el senador Fernando Iglesias, “el poder corporativista de la CGT peronista, los piqueteros, los justicialista, los secretarios prebendarios”.

En la Argentina de hoy no es raro ver un sindicalista que lidere el sector transporte y tenga influencia directa en el gobierno nacional para que se tomen decisiones a favor de alguna empresa estatal, como Aerolínea Argentinas, afectando a otros competidores. Así  pasa en todo los sectores: en la justicia, en el fútbol, en los bancos.

Para el académico Gabriel Gomes, “el corporativismo se define como una doctrina política y socioeconómica que propugna la agrupación de los individuos de una misma profesión o sector en corporaciones. Allí el poder de decisión está en las manos cuasi-dictatoriales de los jefes de las organizaciones y no de las personas”.

Exsecretario de la Central General de Trabajadores (CGT) y hoy líder de los camioneros, Hugo Moyano es el ejemplo más claro de esta asociación de sindicalista y gobierno. Histórico en el corporativismo argentino, Moyano demuestra el poder que tienen los sindicalistas en un país incapaz de cortarle los beneficios en subsidios, tributos y otras prebendas.

Esperable, el sindicalismo tampoco es un actor atípico en un gobierno de izquierda.  Con una economía que se contrajo a 1,5% en 2023, los empresarios corporativistas son, en cambio, un grupo mucho más difícil de entender, pues apoyan un modelo que impide la libre competencia, encarece la producción de bienes y servicios y hace todo más difícil.

Jorge Fernández Diaz, analista de La Nación, explica la aparición de empresarios corporativistas por “la infección populista”. “Atraviesa a muchos conductores de compañías privadas, que están aclimatados en las reglas truchas del peronismo y en el método del “toma y daca””, escribe.

“Patria subsidiada”

Así como los Kirchner, los Moyano y las madres de la Plaza de Mayo, algunos empresarios, que conforman una burguesía nacional que se acostumbró a pactar con los sindicalistas y el político peronista de turno, hacen parte de un sector del país que quiere, como dice Fernández Diaz, “patria subsidiada”.

Término creado por los asesores setenteros de los Kirchner -Néstor y Cristina-, para diferenciar el pueblo de los sectores acomodados, la “grieta” cada vez es más larga y profunda entre los corporativistas de la “patria subsidiada” y el resto de argentinos, que quieren responsabilidad fiscal y macroeconómica, así como una economía abierta y, sobre todo, el fin de los privilegios de las corporaciones que se visten de agentes sociales para lucrarse del Estado.

La “grieta” argentina, una división férrea entre dos modelos de país que trasciende partidos políticos y corrientes de pensamiento, viene de los tiempos de Perón. La describe muy bien el teórico de izquierda, Ernesto Laclau, en “la razón populista”. “Es la construcción de fronteras antagónicas dentro de lo social y la convocatoria a nuevos sujetos de cambio social”, dice.

Estos nuevos sujetos son los Moyano, todos los kirchneristas, los sindicalistas, el mundo corporativista argentino que ha llevado por el desbancadero a un país con un enorme potencial, pero que no supera el sueño traído de Italia por Perón, el corporativismo.