De la primera bomba atómica a la frenética carrera nuclear | El Nuevo Siglo
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Domingo, 9 de Agosto de 2020
Redacción internacional

Esta semana se conmemoraron 75 años del lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki que pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial.

En el marco de las ceremonias de rememoración distintas organizaciones que trabajan por la obtención y mantenimiento de la paz y la seguridad mundiales, han alertado sobre la preocupante carrera armamentística nuclear que mantiene la amenaza atómica latente.

Las bombas en Hiroshima y Nagasaki fueron lanzadas después de que el emperador Hirohito reusara rendirse incondicionalmente, tal y como le habían propuesto los gobiernos del Reino Unido, China y los Estados Unidos (EU).

Luego de que se rechazara la oferta, EU arrojó la primera bomba en Hiroshima en la mañana del 6 de agosto del 1945 y la segunda en Nagasaki hacia el mediodía del 9 del mismo mes.

Como resultado de la destrucción de las dos ciudades, el emperador Hirohito declaró la rendición incondicional de su país el 15 de agosto.

El 24 de enero de 1946, la Asamblea General de la ONU estableció una comisión para estudiar los problemas del descubrimiento de la energía atómica y decretó que la energía atómica se usara con fines pacíficos y se eliminaran las armas atómicas y aquellas capases de producir una destrucción masiva.

En 1946, únicamente EU era poseedor de la tecnología armamentista nuclear, sin embargo para 1949, la Unión Soviética (URSS) materializó su programa armamentístico nuclear haciendo un contrapeso a la hegemonía de EU y dando inicio al periodo que se conoció como la Guerra Fría, enfrentamiento político, ideológico, social y cultural que intentaba determinar el predomino mundial de alguna de las dos súper potencias a través de una amenaza permanente de conflicto entre los dos bloques.

Durante la Guerra Fría, EU llegó a poseer 31.200 ojivas nucleares y la URSS 40.100. Las dos potencias adoptaron la doctrina de la disuasión nuclear con la lógica que entre mayor armamento se tuvieran, mayor será la capacidad de disuadir al oponente. Sin embargo también se incrementó el riesgo de la destrucción mutua y tras la posible confrontación por la crisis de los “misiles cubanos”, en la década de 1970 comenzaron las conversaciones para limitar este armamento.

Como se recordará esta crisis se produjo cuando en 1962 la URSS decidió transportar e instalar ojivas en Cuba, causando que EU impusiera un bloqueo naval en el Atlántico ante la flota soviética a dos kilómetros de distancia y se tuvieron que llevar a cabo negociaciones por 2 semanas entre Moscú y Washington para evitar una guerra nuclear.

La Guerra fría terminó cuando la URSS inició una serie de profundas reformas internas que llevaron a una apertura mayor hacia Occidente y culminaron en la caída del comunismo.

Entre 1990 y 2000, los dos países formaron los tratados Start para la reducción del armamento nuclear que para el año 2018 era de 6.850 ojivas para Rusia y 6.450 para EU. Los que representa una reducción frente al año anterior del 2.1% y el 5.4% respectivamente.

Sin embargo desde la promulgación de la resolución de la ONU en 1946, son cada vez más los países que cuentan con este tipo de arma y lejos de reducirse, su número sigue en aumento.

En los años posteriores al inicio de la Guerra Fría, se concretaron los programas nucleares del Reino Unido en 1952, Francia en 1960 y China en 1964.

Después de la crisis de los misiles cubanos, surgió el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, mejor conocido como el Tratado de Tlatelolco en 1967. Este fue el primer tratado regional y norma jurídica que prohibió la fabricación, posesión y utilización de las armas nucleares en Latinoamérica. El Tratado fue liderado por México y firmado por 33 países latinoamericanos junto con las potencias que pertenecen al Consejo de Seguridad y sirvió de ejemplo para otros cuatro tratados regionales de Zonas Libres de Armas Nucleares, el de Rarotonga (1985) en el Pacifico Sur, el de Bangkok (1995) en el Sudeste Asiático, el de Pelindaba (1996) en África, el de Semipalantinsk (2006) en Asia Central y el de Mongolia en el 2000.

A pesar de estos acuerdos, en la actualidad 9 países están en posesión de bombas atómicas, además de Rusia, EU y ellos son: Francia (300 ojivas), China (280), Reino Unido (215), Pakistán (140-150), India (130-140), Israel (80) y Corea del Norte (10-20).

Esto significa que en el mundo hay más de 14.000 bombas nucleares con un poder decenas de veces más grande que el de las armas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.

Esto es especialmente preocupante si se considera que la primera bomba destruyó todo en un diámetro de 1,5 kilómetros al generar 3.000 grados centígrados de calor en su interior y la segunda devastó la mitad de Nagasaki y causaron la muerte inmediata de 39.000 y 70.000 personas respectivamente.

Aunque se calcula que en total 340.000 fueron víctimas fatales, si se incluyen a aquellas personas heridas que no pudieron obtener asistencia médica y las que fallecieron a causa de la lluvia radiactiva que ocurrió después de las bombas y que además produjo enfermedades difíciles de tratar como el cáncer, deformidades y discapacidades.

Así las cosas el 75 aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki llega cuando el riesgo del uso de armas nucleares ha alcanzado un nivel nunca antes visto desde el fin de la Guerra Fría. Ha aumentado la frecuencia de incidentes militares que involucran a Estados que poseen estos dispositivos y a sus aliados, y los Estados con arsenales nucleares han amenazado explícitamente con usarlos.