LA sorpresiva carta de navegación en política exterior implementada por el presidente Gustavo Petro desde el mismo día de su posesión está impactando las buenas relaciones que por décadas Colombia ha mantenido con aliados estratégicos y decisivos en la geopolítica mundial, como Israel.
Aunque geográficamente distantes, los países del Oriente Medio, han sido muy cercanos a Colombia por amistad y cooperación multidimensional. Con los nueve que conforman esa región mantiene buenas relaciones diplomáticas desde hace décadas, las que, sin embargo, amenazan con deteriorarse por polémicas medidas diplomáticas y cuestionables pronunciamientos del hoy jefe de Estado.
Desde que Colombia reconoció al Estado de Israel en febrero de 1949 y el estableció de relaciones bilaterales ocho años después las mismas se han caracterizado por un buen nivel de entendimiento, así como por creciente cooperación en todos los ámbitos económicos y culturales. Ha sido el país, junto con Arabia Saudita, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, prioridad de la agenda exterior colombiana de los gobiernos en los últimos 65 años. Sin embargo, Petro ha dado un impensado viraje.
La reunión del canciller Álvaro Leyva con el vicepresidente de la República Islámica de Irán en asuntos parlamentarios, Seyed Mohammad Hosseini, al día siguiente de la posesión presidencial, el descongelamiento de relaciones con la República Árabe Saharaui que el Reino de Marruecos considera parte de su territorio, la reciente firma de acuerdos con el canciller palestino, Ryiad Malki, el jalón de orejas público al embajador ante la ONU, Gustavo Gallón por no votar a favor una resolución de apoyo a Palestina en la ONU así como sus desacertados y ofensivos trinos contra los israelitas por su respuesta militar a los mortíferos ataques terroristas de Hamas, evidencian ese impensado remezón en la agenda exterior colombiana, impactando hondamente la relación de entendimiento, respeto, cooperación y solidad con ese Estado judío.
Nuevo norte con Irán
El primer hecho de este cambio de norte en la agenda externa nacional se dio en la antesala de la posesión de Petro como presidente. Fue la reunión del en ese momento canciller designado Leyva con el vicepresidente iraní, Seyed Mohammad Hosseinni para, según se informó después, “examinar temas estratégicos de la relación bilateral”.
Comercio, educación, cultura, cooperación técnica en seguridad ciudadana, fortalecimiento de los territorios y desafíos globales -entre ellos la guerra en Ucrania- fueron los temas analizados por los funcionarios en esa reunión, que no sorprendería ya que se mantienen relaciones diplomáticas desde 1975, pero que si fue un cambio drástico en la política que Colombia mantenía con esa república islámica desde años atrás, por su tan velado como presunto apoyo al terrorismo.
Por su denunciada ‘connivencia’ con Hezbolá, la organización musulmana chií creada en 1982 como respuesta a la intervención israelí en el Líbano y su apoyo militar -con armas y hombres- al régimen venezolano de Nicolás Maduro, Colombia calificó a Irán, durante la pasada administración, como ‘un enemigo’ a tener en cuenta.
En noviembre de 2021, durante una visita de Estado del entonces presidente Iván Duque, su ministro de Defensa -Diego Molano- expresó ante el mandatario israelí, Isaac Herzog que "aquí tenemos un enemigo común y es el caso de Irán y Hezbolá, que opera en contra de Israel, pero también apoya el régimen de Venezuela y, por lo tanto, es un esfuerzo importante intercambio de información e inteligencia el que desarrollamos con las fuerzas militares y el Ministerio de Defensa en Israel".
Y agregó que “Colombia e Israel, deben implementar una colaboración en seguridad para hacerle frente a las acciones del grupo terrorista”, destacando que se hacía monitoreo constante a la frontera con Venezuela por denuncias de milicianos en la zona.
En ese momento se rumoró que la alianza del régimen venezolano con esos milicianos libaneses la había gestado el hoy preso en Estados Unidos, el colombiano Alex Saab quien, como se recordará fue capturado en Cabo Verde cuando se dirigía a Irán.
Reconocimiento a Saharaui
A los cuatro días de instalado en la Casa de Nariño, Petro dio otro golpe de timón en la política exterior, al sacar del congelador las relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática, un Estado con escaso reconocimiento mundial, formando por la antigua provincia española del Sáhara Occidental, que el Reino de Marruecos considera parte de su territorio.
“Colombia ha apoyado los esfuerzos de la comunidad internacional para que se dé una solución política justa, duradera y mutuamente aceptable al conflicto sobre el Sahara Occidental, de conformidad con lo estipulado en las resoluciones adoptadas por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas", expresó el comunicado de la Cancillería.
En su momento el mandatario colombiano se reunió con el ministro de Exteriores de la República Saharaui, Mohamed Salem Ould Salek y el embajador representante del Frente Polisario para América Latina, Mohamed Zrug, quien sostuvo que “Petro ha entendido la necesidad de subsanar la injusticia” de suspender las relaciones que tomó “unilateralmente” el gobierno colombiano en 2001.
Así, Petro siguió el reconocimiento que hicieron mandatarios andinos de su llamada línea ‘progresista’ (izquierdista) de Bolivia con el presidente Luis Arce; Honduras (Xiomara Castro) y Perú, con el hoy encarcelado Pedro Castillo.
Ese reconocimiento de Petro afecta las buenas relaciones que durante años ha mantenido Colombia con Marruecos, reino con el que se han firmado diversos convenios para propulsar la educación, la cultura, el deporte, el comercio, el turismo y la investigación.
Así desconoce la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental y que es reivindicado por los saharauis del Frente Polisario. Todo lo contrario, al pronunciamiento que en tal sentido emitió Israel el pasado julio.
Con Palestina
Petro ha sido un férreo defensor de la causa palestina y fue uno en los primeros en defender la decisión del gobierno Santos de reconocerlo como un Estado. En su momento sostuvo aseguró que ello podía “ser un eje de la democratización del Oriente medio”.
Y esa línea la ha enfatizado como presidente, tanto en votaciones a resoluciones de Naciones Unidas como con actos públicos y acuerdos con representantes del pueblo palestino.
Días atrás reforzó esas relaciones diplomáticas al recibir una delegación encabezada por el canciller palestino, Ryiad Malki, con quien firmó cuatro acuerdos (exención del visado diplomático, cooperación técnica, cooperación académica y consultas políticas) y al que oficializó que la Calle 86 con carrera séptima llevará el nombre de Estado Palestino.
“Estos son el inicio formal de una relación de mutuo apoyo y solidaridad de dos pueblos que se han aportado mutuamente desde hace al menos dos siglos”, reseñó en un comunicado esa delegación diplomática.
Y este martes, ratificó la posición de Colombia “de apoyar, con su voto, a la mayoría de las Naciones Unidas en contra de la ocupación del territorio palestino”.
En un hilo de trinos, como ya es costumbre, agregó que “solo el diálogo es el camino racional para superar un conflicto de 75 años, en donde de lejos el pueblo palestino ha sido víctima” y que “estamos por la negociación pacífica y la liberación del pueblo palestino de toda opresión”.
En esa defensa de la causa palestina, el presidente colombiano ha incurrido en desacertados pronunciamientos como calificar a los israelitas de “neonazis que quieren la destrucción del pueblo, de la libertad y de la cultura palestina” así como comparar la situación actual de la Franja de Gaza con el campo de concentración de Auschwitz.
El Congreso Judío Mundial reaccionó fuertemente señalando que los comentarios del presidente Petro además de “ser un insulto para los seis millones de víctimas del Holocausto y el pueblo judío”, son “una vergüenza para usted y su país. Un líder mundial debería hacerlo mejor”.
Como se ve, Petro no solo ha desmarcado la política exterior colombiana de sus antecesores, sino que la ha sacudido de tal forma que el país está en riesgo de perder a aliados claves como Israel. Insólito remezón de consecuencias inciertas.
.