Kirill y Gumilev: la esencia del nacionalismo de Putin | El Nuevo Siglo
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Martes, 9 de Mayo de 2023
Pablo Uribe Ruan

Vladimir Putin es un hombre que, ante todo, cree en las fechas que evocan días históricos para el “pueblo ruso”. Invadió Ucrania un 23 de febrero, cuando se celebra “el Día de los Defensores de la Patria”, una de varias conmemoraciones para los héroes del ejército rojo que combatieron a los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Ayer, nuevamente, volvió aparecer en un festejo oficial. Como era de esperarse, lo hizo en el Día de la Victoria contra los nazis, 14 meses de haber invadido Ucrania. Ellos, los nazis, son parte esencial, y casi única, del discurso del líder ruso. “Desnazificar Ucrania” fue la excusa para movilizar tropas hacia Kiev.

“Los monumentos a los soldados soviéticos son destruidos sin piedad y a sangre fría, los monumentos a los grandes comandantes son demolidos, se crea un verdadero culto a los nazis y a sus cómplices, mientras la memoria de los verdaderos héroes está siendo borrada y calumniada”, dijo, en Moscú, ayer, en el desfile militar.

 

Etnohistoria

Putin, sin embargo, no sólo apuesta por desnazificar Ucrania. Por supuesto que retóricamente habla del tema, consciente del profundo odio de los rusos contra ese régimen totalitario que tuvo Alemania en los años 30 y 40, del Siglo XX. Él sabe que, en momentos de guerra, el nacionalismo se despierta, muchas veces, con memoria histórica: murieron, entre soldados y civiles, 78 millones de rusos en la Segunda Guerra. Hay odio, mucho.

Pero su objetivo real, y esto vale la pena recordarlo en días como el de este martes, de fechas y conmemoraciones, no es reconstruir la Unión Soviética, sino lograr un proyecto territorial asentado en valores religiosos -ortodoxos-, nacionalistas e historicistas (habla, mucho, de historia).


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Esta salvedad, que parece obvia, no lo es tanto. En la prensa, y en cualquier comentario, se sigue hablando de la Unión Soviética, como si ese sistema moviera los sentimientos de Putin, que, curiosamente, ha leído pensadores que poco creyeron en el comunismo y eran -como él hoy- unos nostálgicos de los pueblos nativos: algunos eslavos, tártaros, cosacos.

Entender esa diferencia de valores e intenciones es importante. Más si se sabe que Putin, cada vez que habla en público, dice y cita muchas frases de autores nacionalistas, que se leen entre líneas, pero son la verdadera razón detrás de su expansionismo guerrerista.

 

Passionarnost y religión

El pasado 31 de diciembre, el mandatario ruso visitó al patriarca de la iglesia ortodoxa, Kirill, en Moscú, para recibir la bendición. Lejos de su pasado comunista, el exagente de la KGB que en sus primeras décadas fue un espía ateo interesado en cazar conspiradores contra la URSS, hoy es un confeso cristiano ortodoxo que confía -y sí que es desconfiado- en el máximo líder de esta Iglesia.

Meses antes, Kirill, con su larga barba blanca tan extensa como su túnica negra, había defendido la invasión a Ucrania. “Rusia no ha atacado a nadie”, dijo, y agregó: “esta no es guerra física, sino metafísica”, en referencia a la amenaza que representan los valores occidentales al proyecto nacionalista-ortodoxo ruso.

Bajo la política de Rusky Mir o Mundo Ruso, este patriarca cree plenamente en el proyecto expansionista ruso, que, lanzado en 2007 por Putin, ha buscado propagar la cultura rusa a países aledaños para tener -entre varias medidas- mayor control de las iglesias ortodoxas en zonas de influencia, entre ellas Ucrania.

Kiev tiene su propio patriarca, sin embargo, parte importante de sus monasterios pertenecen a la Iglesia ortodoxa de Moscú, que lidera Kirill. Esa semi-independiencia coincide con un mayor número de ciudadanos ucranianos jóvenes que se consideran ortodoxos, a diferencia de los rusos, que -sobre todo los jóvenes- han dejado de seguir la iglesia ortodoxa.

La invasión a Ucrania, por tanto, refuerza el proyecto nacionalista de Kirill, un líder religioso que conecta con Putin en esa visión expansionista basada en religión, conservadurismo y anti-liberalismo.

Si Kirill es la base religiosa de Putin, Lev Gumivel es el teórico y el pensador de quien saca ideas y frases. Los analistas en Rusia, Jake Cordell y Charles Clover, explican que el origen del pensamiento expansionista de Putin está en un término en latín: “passionarnost”, y que a partir de éste se desarrolla toda su doctrina política e internacional. 

El creador de este concepto, o quien lo usó para construir una teoría etnohistórica de Rusia, fue Gumivel, hijo de dos de los poetas más importantes de este país (su mamá, Akhmatova, escribió el Réquiem en poesía y fue detenida por Stalin). Por esta condición, y otras, no es una doctrina soviética; no son ideas de Gromyko ni Molotov. Son lo contrario. Se trata de una visión cultural y étnica de Rusia por siglos y, en vista de ello, en contra de los soviets.

Recientemente, en un ensayo político, Putin escribió sobre el passionarnost: “Quién tomará la delantera y quién permanecerá en la periferia y perderá inevitablemente su independencia, dependerá no sólo del potencial económico, sino sobre todo de la voluntad de cada nación, de su energía interior, que Lev Gumilev denominó passionarnost: la capacidad de avanzar y abrazar el cambio”.

Ayer, aunque no hizo referencia explícita al término, varias de sus frases estuvieron basadas en esta doctrina. “Hoy, la civilización se encuentra de nuevo en un punto de inflexión decisivo”, dijo. “A las élites globalistas que realizan golpes de estados sangrientos y destruyen valores tradicionales, tratando de imponer su voluntad a los pueblos”.

La guerra de Ucrania, lejos de terminar, es ante todo un proyecto nacionalista ruso que tiene unas raíces religiosas y etnohistóricas, que van más allá de la aparente nostalgia soviética.

A un año y dos meses de que iniciara el conflicto, conocer las profundas convicciones de Putin permite saber, entre muchas cosas, con quien potencialmente se podría negociar un cese bilateral al fuego.

Kirill, y los seguidores de Gumilev, parecen el camino para descifrar y ponerle límites a las pretensiones expansionistas del líder ruso. Son la esencia y los guías del régimen.