La democracia más grande del mundo, India, comienza a votar esta semana, con casi un billón de personas llamadas a las urnas. Con la vista en su segunda reelección, Narendra Modi busca consolidar un proyecto nacionalista y étnico-religioso basado en el hinduismo, la religión que profesa la mayoría de indios.
La primera jornada de votaciones será este viernes 19 de abril. Luego, en seis fases diferentes, que terminan el 4 de junio, los indios votarán para elegir los 543 escaños de la Cámara Alta (el Lok Sabha). Para ser reelegido, Modi necesita una mayoría simple de 272 escaños. Con ello se hará a un tercer mandato consecutivo. Hace cinco años, el Partido Bharatiya Janata (BJP), el de Modi, obtuvo 303 escaños, cifra que será superada en estas elecciones, según las encuestas.
¿Por qué son importantes estas elecciones en la India para el mundo? Varias razones se pueden aducir. Una de ellas, quizá la de mayor peso, es que la democracia más grande del mundo, que desde 1947 defendió una constitución secular, liberal y tolerante, entra en una nueva fase histórica. Un modelo étnico-religioso ha emergido con fuerza y éste puede poner fin al legado unificador y pacifista entre los numerosos grupos étnicos y religiosos que Jawaharlal Nehru y Mahatma Gandhi defendieron. No sólo esto. También parece que, a pesar de este proyecto nacionalista, Modi tiene una particular visión del mundo multipolar, que le ha permitido tener el mismo nivel de cercanía con Estados Unidos como con China y Rusia.
Proyecto
Para llegar a donde está, Modi tuvo que esperar desde las trincheras. El Bharatiya Janata por mucho tiempo estuvo en la oposición hasta que en 2014 aprovechó las grietas dentro de la Alianza Progresista Unida (una coalición de grupos de izquierda) y ganó las elecciones generales. En ese año, India enfrentaba una recesión económica que movilizó a la mayoría de electores que escogieron una alternativa que pusiera fin a los problemas económicos y enfrentara la corrupción.
Ya en el poder, Modi ha ido construyendo un proyecto hegemónico que, como apunta el analista indio Mohamen Zeeshan, “se disparó hasta el cielo”. La defensa de la etnia hindi es la esencia de este modelo, en una nación en donde los conflictos de orden étnico-religioso han llevado a la independencia de países como Bangladesh y Pakistán, este último gobernado por una mayoría musulmana.
Estos valores socio-político no son, sin embargo, los únicos que defiende Modi. La popularidad de su gestión, comenta Zeeshan en el portal “The Diplomat”, está en que el primer ministro ha logrado construir un paradigma desarrollista en una India que busca ser la tercera economía del mundo y rivalizar con China y Estados Unido. En sus discursos, Modi suele decir que su apuesta es que India sea un país desarrollado o de mediano ingreso, con una renta media.
No está demás decir que este modelo desarrollista no prima sobre unos clivajes políticos que siguen dominados por los conflictos étnicos y religiosos. Los indios, por encima de todo, piensan en una nacionalismos basado en la mayoría de hindis o, por el contrario, en la defensa de los derechos de las minorías étnicas y seculares y, por tanto, en la continuidad -limitada por Modi- del modelo laico que propuso Nehru desde la independencia de Gran Bretaña.
Hindutva
Cuando se hable de la India, es común que las personas suelen confundir “indio” con “hinduista” y con “hindú”. Estas palabras tienen significados distintos que, para entender las raíces del nacionalismo hindú o hindi, vale la pena comprender, sin ánimo de caer en un pesado análisis semántico.
Los indios son todos los habitantes del territorio de la India, pero entre ellos hay hinduistas, musulmanes o cristianos. No todos los indios, por tanto, son hindúes, como erróneamente se suele decir. Los hinduistas, como Modi, o muchos de ellos, defienden un proyecto que combina religión (hinduismo), etnia (hindi o hindúes) y modelo político o nacionalismo-religioso (hindutva).
El nacionalismo hindú -hindutva- comenzó en 1920. En ese año, el ideólogo del movimiento, Savarkar, comenzó a defender la tesis de que la India debía seguir el modelo de los estados-Nación europeos bajo las premisas de una misma geografía, conexión racial y una cultura compartida. “Hindú, hindi e indostán”, solía decir Savarkar. Declarada la independencia de Gran Bretaña, el hindutva perdió fuerza ante el dominio del proyecto secular de Nehru, que se parecía en la forma a otros modelos laicos como el de Mustafa Atartuk en Turquía o Gamal Nasser en Egipto; eran, los tres, nacionalistas, socialistas y laicos. Con el auge del nacionalismo indio, desde 1990, el Partido del Congreso (de Nehru) ha ido debilitándose, hasta llegar al absoluto dominio de Modi.
Según el politólogo Ashutosh Varshney, tres ejes definen el movimiento nacional indio. “En primer lugar, está la noción territorial de la India, que enfatiza el hecho de que la tierra entre el río Indo al oeste, las montañas del Himalaya al norte y los mares al sur y al este comprenden la “geografía sagrada” de la India. Una segunda concepción es la cultural que se basa en que la sociedad india está definida por los valores de tolerancia, pluralismo y sincretismo. El tema final enfatiza la religión, es decir, que la tierra conocida como India es originalmente la patria de la comunidad hindú”.
Multipolar
En casa nacionalista pero en el mundo multipolar. Esa puede ser la mejor manera de definir la política exterior de Modi, un hábil jugador en el tablero internacional. Durante la cumbre del G-20, en Mumbai, la ciudad se llenó de pancartas con la palabra “vishwaguru” o líder mundial, presumiendo, en casa, de su liderazgo.
“Al igual que sus predecesores, Modi ha concebido a India como un polo independiente en un mundo multipolar. Y en la persecución de ese objetivo, Modi también ha mantenido la política de neutralidad, no alineamiento y postura neutral de India”, dice Mohamed Zeeshan, en análisis del Carnegie Endowment for International Peace.
Modi, como ningún otro líder, defiende que su país tenga una posición neutral o no-alineado. No toma partido. “En un amplio abanico de cuestiones -desde la guerra de Ucrania a la de Gaza, pasando por Irán o Taiwán-, India ha seguido evitando articular una postura política coherente”, dice Zeeshan en “The Diplomat”. “Así, India se ha sentido muy cómoda formando parte tanto de la Cuádruple Alianza (con Estados Unidos y sus aliados) como de la Organización de Cooperación de Shanghai (con China, Rusia y sus aliados)”, agrega.
Lejos de las disputas globales, la India de Modi también tiene una política exterior para internacionalizar su modelo nacionalista, pues la diáspora india es la más grande del mundo, exportando la antigua cultura hindú, eliminando la historia islámica e inaugurando templos hinduistas en el extranjero.
Modi se apresta a gobernar cinco año más bajo un modelo que aún está por conocerse, pero que, por lo visto en la última década, busca el desarrollo de la India sobre la base de principios que rayan con la idea de democracia. Puede ser la antesala de un nuevo estado teocrático en que prime, por encima de todo, las bases del hindutva.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.