Ocaso de Rajoy abrió puertas al socialismo | El Nuevo Siglo
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Domingo, 3 de Junio de 2018
Redacción internacional
En una semana, España vivió una intensa disputa política que culminó con la salida de Mariano Rajoy del Gobierno, tras siete años. Su reemplazo, Pedro Sánchez, ha pactado con nacionalistas vascos y catalanes, y con Podemos, para lograr mayorías en el Parlamento. Para algunos, esto hará inviable su mandato; otros, piensan que es la puerta de entrada para refundar el socialismo español

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“A MÍ NO me gusta que lleguéis, pero esto es la democracia”, le respondió la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría a Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores del partido de izquierda radical, Podemos, quien la inquirió con una sonrisa a la salida del Parlamento español y le dijo: “me alegra que os vayais”.

El viernes, en una corta sesión, llegó el fin de Mariano Rajoy en la Moncloa. “Ha sido un honor, suerte a todos”, se despidió, tras una intensa semana marcada por la crisis de su partido que ha sido acusado de “corrupción institucional”.

En su lugar ha llegado Pedro Sánchez, un hábil jugador que muchos daban por descontado, cuyo logró fue que la moción de censura fuera efectiva, convirtiéndose en el jefe del Gobierno español tras siete años de gobierno conservador.

Sánchez, cuya investidura fue formalizada ayer por el rey Felipe IV, se ha convertido en el primer presidente que accede al cargo por vía de la moción de censura, y el séptimo de la democracia española, que desde 1978, ha visto cómo los dos partidos tradicionales, Partido Popular y Partidos Socialista Obrero, se han turnado en el poder. Escenario que, como se viene desarrollando la política en ese país, está a punto de cambiar.

 

Dimisión, no

Para cerrarle el paso a Sánchez, Rajoy hubiese podido moverse como un ajedrecista, algo que no le era extraño, ya que aguantó numerosas crisis durante su administración. Empujado por algunos líderes de su partido, tenía otra alternativa distinta a la que tomó el viernes. Dimitir.

Hubiese generado, al optar por esta opción, una parálisis en el ejecutivo español, entrando en un gobierno “sin funciones”, hasta que se convocaran nuevas elecciones. No fue así, tanto por el cálculo de miembros del Partido Popular, quienes dijeron que “por aritmética no tenemos cómo formar Gobierno”, como por la aceptación inescrutable del mismo Rajoy, aunque no dicha en público, de que la crisis hacía inviable otro mandato de su colectividad.

AFP

Dicen, sus biógrafos, que siempre ha sido un tipo “serio”. Una característica que lo llevó, desde 1981, a cumplir todo los cargos en el Estado: registrador, diputado, ministro, mientras explotaba sus maneras campechanas típicas del norte de España, que le dieron la fama, como escribe Pilar Ferrer en La Razón, de un “flemático Don Tancredo”.

Cabizbajo, el viernes  le apretó la mano a Pedro Sánchez con desencanto. No sólo porque su rival logró llegar al Palacio de la Moncloa acuestas suya, sino porque la política, después de todos estos episodios, le dejó un sinsabor que se manifiesta más allá del asco.

¿La resurrección socialista?

A sus 45 años, Pedro Sánchez estaba condenado al ostracismo político. En su partido, lo consideraban un joven retirado, cuyos objetivos a corto plazo eran la academia y la vida mundana, al mejor estilo de David Cameron.

Estaban equivocados; tenía otros planes. Vencido en la Convención del Partido Socialista por Susana Díaz, la segunda al mando de Felipe González, influyente exjefe de Gobierno miembro de esa colectividad, Sánchez asumió la derrota con gallardía y se impuso una nueva meta: conquistar las bases del socialismo español.

De comunidad en comunidad, habló con los líderes regionales conquistando su confianza y fue construyendo, dentro del Partido como por fuera, la idea de que Rajoy podía dejar el poder anticipadamente si se lograba convocar una moción de censura. Para ello, necesitaba un golpe de opinión, que llegó la semana pasada con la sentencia de la Audiencia Nacional en la trama de la Gürtel.

Nacido en Madrid en 1972, Sánchez siempre tuvo claro que quería convertirse en jefe de Gobierno, pese a reiterados tropiezos políticos, como aquella vez en que quedó décimo tercero en una lista para el ayuntamiento de Madrid. “Si entro, que sea para montarla; si vuelvo, que sea para hacer algo grande”, solía decir, como le confesó al El Mundo de España su mujer Begoña Gómez.

El gobierno que lidera es quizá el más inestable desde que España retornó a la democracia, en 1978. Criticado por el PP y Ciudadanos por pactar “con los separatistas” poniendo en entredicho la “unicidad español”, Sánchez tiene que lograr consensos en medio de una coalición variopinta, que va desde los antieuropeístas de izquierda radical de Podemos, hasta la derecha vasca del Partido Nacional Vasco (PNV), a los que los conservadores culpan de traicionar a Rajoy. También lo acompañan los soberanistas Catalanes y navarros, además de un grupo de izquierda vasco, Bildu.

Dolidos por la salida de su líder, los conservadores han dicho que Sánchez le vendió “el alma al diablo” para llegar a la Moncloa. “Los amigos de Maduro, los que quieren romper España y los amigos de ETA. Hoy ustedes van a escribir una historia de vergüenza. Abren una nueva etapa según la cual todo vale”, dijo el portavoz del PP, Rafael Hernando.

La estabilidad del gobierno socialista está en entredicho. Diferentes medios, como El País y ABC, titularon sus editoriales calificándolo de “Gobierno inviable” y “el PSOE vende a España”. Sin embargo, en el cálculo parlamentario no está mal o, más bien, tiene un escenario más favorable que el de Rajoy en 2016.

Tras dos intentos de investidura, hace menos de dos años Mariano Rajoy logró formar gobierno a través de una mayoría simple. Fueron 170 votos, diez menos de los 180 escaños que hoy tiene como mayoría absoluta Sánchez. La diferencia estriba en que el PP, a diferencia del PSOE, pactó con Ciudadanos, una formación afín a casi todas las bases de su programa, generando pocos problemas de gobernabilidad.

Al contrario, los socialistas tienen que enfrentarse a un escenario más difícil. Tras ganar la moción en el Parlamento, Sánchez conoció que varios miembros de la coalición buscan tumbar el presupuesto general, presentando por el PP la semana antepasada un tema que había dicho que aceptaría sin modificaciones. “Este no es nuestro presupuesto, pero no lo vamos a retirar por responsabilidad de Estado”, anunció.

Otro de los temas complejos para Sánchez es su posición frente a la política territorial. Al comienzo, cuando el independentismo daba sus primeros pasos, se puso del lado de Rajoy y manifestó su inconformismo por el intento separatista que buscaba Barcelona. Tiempo después, apoyó la aplicación del artículo 155, que le ha permitido a Madrid intervenir en esa comunidad. Pero ahora ha dicho que busca “sentar las bases” para “normalizar” las relaciones con el gobierno catalán.

“Tengo una concepción del país. Defiendo que España es una nación y defiendo que dentro de la nación española hay territorios que se sienten también nación”, ha dicho Sánchez en sus últimas declaraciones, abriendo el viejo debate de cómo se entiende el ordenamiento territorial español.

Esta noción defendida por el socialista siempre ha sido objeto de discusión en España. El artículo 2 de la Constitución de 1978 dice que se “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”. Para algunos, esto da lugar a una ampliación de las facultades autonómicas; para otros, ese reconocimiento ya se ha dado constitucionalmente y no debe ser modificado.

Sánchez, hasta el 2020…

Desde el sábado en que se oficializó el comienzo del gobierno socialista, muchos creen que no terminará la legislatura, prevista para finales de 2020. En todo caso, de llegar a cumplirla, el panorama político no es nada fácil para su partido, ni para la otra fuerza tradicional, el PP.

Según una encuesta publicada por El País de España el viernes, realizada en abril, los partidos alternativos tendrían casi las mismas posibilidades de ser los más votados si se convocara a elecciones en este momento.

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El Partido Popular obtendría el 24% de los escaños, seguido del PSOE que lograría el mismo porcentaje. Muy de cerca, con casi el 22%, Ciudadanos quedaría en tercer lugar, acompañado de Podemos. Esta medición fue hecha antes de que saliera la sentencia de la Gürtel, por lo que es muy posible que los conservadores hoy tengan menos apoyo.

En España, como en Italia, que acaba de confirmar el fin del bipartidismo con la formalización del gobierno compuesto por dos fuerzas antisistema, ya se ha empezado hablar de una reconfiguración del escenario político, comandado por partidos de centro derecha e izquierda radical.

Al menos ahora, la agrupación fundada por Pablo Iglesias Posse ha logrado llegar a la jefatura de gobierno tras siete años de los conservadores. Pero su futuro depende, casi en su totalidad, del mandato de Sánchez. Si se equivoca, puede sellar parte del fin del bipartidismo, aunado a los problemas de corrupción que rodean al PP, cuyo futuro es bastante complicado.

Rajoy y Sánchez han abierto un boquete en España que puede cerrarse con el fortalecimiento de sus partidos o la llegada de gobiernos alternativos, cada vez más cerca del poder.