Perspectivas: En Mikolaiv, guerra no roba alegría de ser padres | El Nuevo Siglo
Domingo, 20 de Marzo de 2022
Redacción internacional con AFP

 

Son las seis de la tarde y el siniestro sonido de la sirena se eleva sobre Mikolaiv. Muy tranquilas, con las manos posadas en sus abultados vientres, las mujeres bajan lentamente los dos pisos que conducen al sótano de la maternidad N. 3 de esta ciudad ucraniana sometida a fuego ruso.

En silencio, se instalan en sus camas, dispuestas en una pieza con suelo de tierra. Han llegado a ese hospital materno hace solamente dos o tres días, pero ya están acostumbradas. Siete mujeres están a punto de dar a luz en una ciudad sobre la que súbitamente se ha abatido la guerra.

Entre ellas, Natalia Reznikova, una pelirroja de unos 30 años que espera su tercer hijo, otro niño más.

"No tengo miedo. Solo rezo para no tener que dar a luz en el sótano" explica, antes de bajar al refugio.

En otra pieza, tres mamás se han instalado con sus bebés recién nacidos. Entre ellas Natalia y su pequeña Maria, su primer hijo, nacida hace menos de 24 horas.

Antes de la alerta, la joven mamá, agotada pero radiante en su bata azul eléctrico, volvía a su habitación, sostenida por su compañero Oleksander. 

"Somos unos padres felices", sonríe la joven pareja. Natalia dice que tuvo suerte: no tuvo que dar a luz en la sala de parto acondicionada en el sótano.

Esta sala, los médicos han tratado de que sea lo más cálida posible. Dos camas con estribos, un sofá y un tranquilizador acuario. Alina Bondarenko, una joven que ya empieza a tener contracciones, está en esta pieza, junto a su compañero.

"En tiempos de paz era un lugar usado por los fontaneros o los técnicos. Hace cuatro o cinco días, tuvimos a dos mujeres que dieron a luz simultáneamente en esta sala" relata el médico jefe de la maternidad, Andriy Hrybanov, que recuerda de forma conmovedora los pesos de los recién nacidos, "5,18 kg y 5,4 kg".

El espectro de Mariúpol 

Durante las alertas y los bombardeos, si no hay tiempo para hacer bajar a las mujeres al sótano, el parto se produce en el pasillo del departamento de obstetricia, "entre dos muros" porque "es un poquito más seguro" explica el Dr Hrybanov. 

La sala quirúrgica, para los nacimientos complicados o las cesáreas, está instalada en el cuarto piso del edificio, "pero es muy peligroso, porque necesitamos luz, pero nos convertimos en un objetivo", agrega, y se congratula de que de los 49 partos desde el inicio de la guerra, solo hubo tres cesáreas.

Casi la mitad de las 49 mujeres debieron dar a luz en el sótano desde el 24 de febrero.

"El departamento de Salud nos había aconsejado colocar una gran cruz roja en el techo de la maternidad, pero hemos visto todo lo que pasa, ninguna convención es respetada" explica el Dr Hrybanov. 

Varios hospitales han sido alcanzados por los bombardeos rusos. En la ciudad asediada de Mariúpol, una maternidad fue bombardeada hace una semana.

 Esta ciudad que es clave para el avance de las tropas rusas se ha convertido en un auténtico símbolo de resistencia en esta guerra, tan impensada como injustificada, tal cual la han calificado varios dirigentes mundiales.

En la época soviética, Mikolaiv era una ciudad cerrada. No se permitía a los extranjeros visitarla porque se constituía en un importante astillero militar donde se construían cruceros de misiles y portaviones. 

Ahora está bajo el asedio de las tropas rusas desde que salieron de Crimea para controlar el sur de Ucrania y bloquear la salida hacia el Mar Negro. El objetivo de Rusia ahora es Odesa, ubicada a 130 km al oeste de Mikolaiv, después de que Jérson, la otra ciudad grande del sur, fuera tomada el pasado 1 de marzo. 

Es por ello que en esta ciudad portuaria está bajo asedio desde hace semanas. Es el último bastión que impide a las tropas del Kremlin avanzar hacia su objetivo y, por ello, los odesanos la llaman con orgullo y mucho cariño su ‘ángel de la guarda”.

Muchos de los residentes de Mikolaiv han salido hacia la frontera polaca, pero también muchos se han quedado. Las condiciones de vida son muy difíciles porque no hay gas, calefacción ni electricidad en la mayor parte de ella. 

"Pretty Woman"

El corredor del sótano de la maternidad, repleto de 'pósters de bebés, sirve también de refugio para los habitantes del barrio, personas mayores, mujeres, niños, e incluso un perro.

Cuando se levanta la alerta, una hora más tarde, todo el mundo vuelve a subir. Incluida Alina, la joven paciente que, esperan los médicos, pueda evitar al sótano.

A las ocho de la tarde, nueva sirena, y nuevo descenso al sótano.

Pero los médicos han decidido que Alina, que ya tiene contracciones, se quedará arriba. Pese a las alertas, la noche parece tranquila.

En la sala de parto del segundo piso, se escucha a su marido contar para ella, entre las contracciones. La joven permanece en silencio, y el médico, un hombre de rostro bondadoso, pone música.

Mylène Farmer. Sting. Y "Pretty Woman" cuando nace el bebé, la pequeña Snijana.

Las víctimas

Aunque con dificultades, en esta maternidad se celebra a diario el milagro de la vida, mientras que a varias cuadras se enfrenta la dolorosa realidad de la guerra: cientos de víctimas mortales.

La morgue de Mikolaiv está saturada. Falta espacio. Allí están los muertos de la guerra, civiles y soldados, pero también los que fallecieron por causas naturales.

Los médicos realizan autopsias en condiciones antihigiénicas. Vladimir es uno de ellos y se lamenta al observar la cantidad de jóvenes, ucranianos y rusos, que han perdido la vida en esta guerra.

"Desde el inicio de la guerra, recibimos 120 cuerpos, entre ellos 80 soldados y 30 civiles", explica cansada Olga Dierugina, la directora del instituto forense. Entre las víctimas civiles, el más joven era un niño de tres años y el mayor un hombre de 70 años, precisa.

Algunos cuerpos son difíciles de identificar, sobre todo entre los 19 cuerpos que llegaron de Ochákiv hace dos días. Para tratar de tener más información sobre sus identidades, se toman muestras de ADN y los expertos observan tanto los tatuajes como las joyas. 

Los cuerpos de los soldados son enviados a su región de origen. "Todos son muy jóvenes, nacidos en 1990, en 2000...", explica Dierugina. "¿Lo que siento hoy?", pregunta. "Miedo. Todos tenemos hijos", reflexiona tras un momento de silencio y sin poder contener las lágrimas.

Fuera de la morgue se vive el otro drama: el de los familiares que en silencio y bajo la nieve esperan les sea entregado el cuerpo de su ser querido. /Redacción internacional con AFP