Perú continúa en el laberinto político tras destitución de Castillo | El Nuevo Siglo
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Domingo, 8 de Enero de 2023
Giovanni Reyes

El diciembre pasado nos dejó una nueva vuelta de timón en la política peruana.  En un viraje de poco más de cuatro horas, ese 7 de diciembre se pasó de un intento de disolución del Congreso en Lima, por parte del entonces presidente Pedro Castillo, a la condición de haber destituido al mandatario y tenerlo prisionero.

Se trató de un juego de posiciones que no ha concluido dada la persistencia de las manifestaciones en el campo, en la toma de algunas carreteras y la presencia de organizaciones en ciudades.  Las cosas no están totalmente definidas, pero lo cierto es que la inestabilidad, de nuevo, hace presa de la dinámica política en Perú.

En función de un contexto histórico es de advertir que, en la historia inmediata, se impone la presencia, entre otros, del expresidente Alberto Fujimori (1938 -).  Su gestión de prácticamente diez años marcó el rumbo peruano para al menos las dos décadas siguientes. Las repercusiones de su régimen autoritario y el resabio de sus imposiciones dejaron impronta en la historia del país.  Muchos de los votos de 2021 para Castillo, habrían sido votos contra Keiko Sofía Fujimori (1975 -).

Estos aspectos son factores que están desembocando en la actual crisis política peruana.  Y sí, es paradójico.  Aparece como parte de las incongruencias, de las vueltas que da la historia, el hecho de que casi a 30 años de que Fujimori disolviera el Congreso. Al parecer, en otro contexto, Castillo habría seguido ese estilo de maniobras, pero teniendo en esta oportunidad, los resultados adversos que conocemos.

El contraste con la historia confirma esas condiciones. Hace 30 años, Fujimori inhabilitó al Congreso para tomar el poder, con lo que propició un golpe importante para la institucionalidad del país. Eran los tiempos de Sendero Luminoso. Se facilitó de esa manera, la concentración en la toma de decisiones y el fortalecimiento del régimen presidencialista. Ahora otro mandatario, resguardando su gobierno, trató de disolver el cuerpo legislativo.

Con todo esto, la población peruana evidencia nuevamente una gran polarización.  Uno de los aspectos esenciales es la posición de las fuerzas armadas.  Estas últimas como se sabe, son parte de los ejes primarios de poder real, como parte del entramado de condiciones de premodernidad del Estado.  Condición que en general prevalece en Latinoamérica. No es de ahora, fue hace 3 años: “Hace bien en cerrar un congreso de semianalfabetos y pillos” llegó a subrayar el Nobel de Literatura 2010, el peruano Mario Vargas Llosa. Eran otros contextos, ahora las cosas son muy diferentes.

Son ya años, todo un tiempo que hace gala de su prolongación sin visos de mayores términos, los que ha utilizado el fujimorismo, los nuevos partidos de oposición y los políticos emergentes, en la lógica de obstruir los intentos de gobernabilidad en Perú. Son todos contra todos, sin mayores planes de administración. Esto, desde luego compromete los alcances de la gestión pública, y como suele ocurrir en estos casos, la capacidad de oposición que se muestra es la falta de competencias que se tienen para proponer medidas que efectivamente posibiliten mejoras para la población del país. 

Es la oposición basada en la recurrente pose de estar en contra porque sí. Es la búsqueda intransigente de poder sin que exista al parecer, preocupación por las libertades, por construir condiciones para la apertura de capacidades y el aumento de oportunidades en la sociedad abierta -de esa sociedad sin mayores limitantes, como la que interpretaba Karl Popper (1902-1994) en su conocida obra de 1945.

Pero ahora la historia ha dado vuelta y es la oposición a Castillo la que tiene una posición dominante. De nuevo el frenesí de la incertidumbre en un país que ha tenido crecimiento económico importante, pero durante el período 2010 a 2022, también ha visto incrementarse la percepción de corrupción en el medio nacional.



En muchos sectores sociales es evidente que se asoma el anhelo de dejar atrás uno de los períodos más corruptos en la historia de Perú. No es de olvidar el accionar muchas veces trágico de la dupla Fujimori-Montesinos en la vida de este país suramericano durante la década de los noventa.  Tiempo después, estos dos personajes terminarían en la cárcel.

En la actualidad, la oposición también está desgastada y hay un acuerdo para adelantar elecciones, pero a comienzos del 2024. Existen políticos tradicionales a quienes se les acusa de varios delitos, incluyendo lavado de dinero. Sólo para una anotación: allí está la presencia de firma Odebrecht. La que ahora, contrastando con años anteriores, es de tan malquerida presencia en los círculos del poder en varios países latinoamericanos.

Aunque también los linderos de esta trama y la urdimbre se han cobrado la detención de otros mandatarios peruanos, tal el caso de Pedro Pablo Kuczynski. Es evidente cómo esta marejada de corrupción se convirtió en una inmensa ola sangrienta la que se habría cobrado la vida, mediante suicidio, de otro exmandatario: Alan García, quien, durante dos períodos presidenciales, aunque no en secuencia, ejerció la presidencia desde Lima.

Es cierto, como lamentablemente ocurre en otros congresos de países latinoamericanos, que los legisladores peruanos -más que representar a una sociedad, de conformar una instancia representativa de las voluntades mayoritarias del pueblo- se han visto enredados en casos de corruptelas, desmanes, “entuertos y bellaquerías”. De esto se ha dado cuenta el electorado y las consecuencias están a la vista.

El actual Congreso, que hasta ahora sobrevive, trata de hacerse con el respaldo popular, al igual que la presidenta Dina Boluarte que acaba de cumplir un mes de accidentado mandato. Muchos parlamentarios tratarían de consolidar la legitimidad de sus cargos. Es de esperar el desenlace de los hechos. Algo de esperanza puede emerger de este nuevo capítulo de la historia peruana. Aunque es de tener presente que una de las condiciones más difíciles en una sociedad, es la substitución intempestiva, de toda la clase política que mayoritariamente la ha gobernado.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario

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