"A nosotros nos está matando todo el mundo" | El Nuevo Siglo
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Viernes, 3 de Enero de 2020
Redacción Nacional
Texto extraído del libro “El poder de la ciudadanía. Veinte relatos de la Procuraduría General de la Nación”, 2019. Nueva entrega de la alianza entre EL NUEVO SIGLO y el Ministerio Público

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El único llamado que hacemos al país, al Estado y al mundo es que no nos sigan matando. Queremos morir de viejos allá en la selva, en la montaña, en la Sierra… al lado de nuestra gente”, Óscar Montero, líder indígena.  

 

El 2019 fue un año triste para las comunidades indígenas de Colombia. Cada setenta y dos horas, en promedio, fue asesinado un indígena, según las cifras de enero a septiembre, del Instituto de Medicina legal.  

Con un agravante: las muertes se incrementaron en el último trimestre, en el que el pueblo Nasa del Cauca -el más afectado- reportó el homicidio de, al menos, diez miembros de esa etnia, especialmente en el municipio de Toribío, en el nororiente del departamento.

Diversos medios de prensa también reportaron la reactivación de grupos paramilitares en la Sierra Nevada de Santa Marta y en sus alrededores, tanto en el Magdalena como en La Guajira.

Para hablar de las consecuencias que estas muertes tienen dentro de una comunidad indígena y cómo los afecta desde su concepción de mundo y de la naturaleza, contactamos al líder kankuamo y defensor de derechos humanos, Óscar Montero de la Rosa.

Él explica que en la espesura de la Sierra Nevada de Santa Marta cohabitan varios mundos, que son salvaguardados por los indígenas wiwas, arhuacos, koguis y kankuamos, quienes suman alrededor de 30.000 personas.

Como el resto de colombianos, estos pueblos también han sufrido los rigores del conflicto armado. Sus mamos (guías espirituales) y dirigentes consideran que todos los actores armados legales e ilegales han desarmonizado el territorio mediante reclutamiento forzado, asesinatos, desplazamientos, amenazas y quema y violación a los sitios sagrados.

De los pueblos indígenas de la Sierra Nevada, los kankuamos han sido los más afectados. Más de 400 fueron asesinados en el conflicto armado, más del 40% de su población fue desplazada, principalmente a Valledupar y Bogotá.

Los indígenas de este territorio, delimitado por lo que ellos denominan la ‘línea negra’, han tratado de contrarrestar esa ‘desarmonización’ con rituales masivos que realizan en los ríos y en los demás sitios sagrados que forman parte de una compleja manera de interpretar el mundo.

Tal como lo relata Óscar David Montero de la Rosa, líder indígena y defensor de derechos humanos, cada persona nace con una misión pactada en la Ley de Origen.

Así que cuando silencian la vida de una persona, también callan la voz de todo un pueblo y se acaba ese conocimiento que le fue heredado por sus ancestros. Óscar vivió la interrupción del ciclo vital y su origen, de manera forzosa en el 2004, cuando los paramilitares asesinaron a su padre, Óscar Enrique Montero Arias. Desde ese momento, Óscar asumió el legado como defensor de los derechos humanos del pueblo indígena kankuamo.

Cuando callaron la voz de su padre, la familia y las autoridades del pueblo kankuamo, al cual pertenece, le entregaron a Óscar David Montero de la Rosa, a través de un ritual por ser el hijo mayor, el mando de continuidad del legado de su padre.

El legado de los ancestros

Han pasado 15 años desde que Óscar lleva ese liderazgo y aún continúa defendiendo su territorio y los derechos humanos con sus mochilas al hombro y plasmando su historia en su poporo. Ahora, como politólogo y asesor de la Consejería de Derechos Humanos y Paz de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).

“Hoy él está más vivo que nunca en nuestro recuerdo, en nuestros sitios sagrados, en nuestra memoria, en nuestra lucha y resistencia”, con un tono pausado Óscar recuerda a su papá y a todos los indígenas asesinados. Cuando Óscar habla no es sólo él quien emite las palabras, es también su familia, su pueblo y la organización.

¿Es el daño irreparable? Sí, totalmente. Los líderes y autoridades indígenas son portadores de saberes ancestrales milenarios y cada vez que una bala les quita la vida, se ponen en riesgo la continuidad del legado ancestral custodiado y transmitido de abuelos a nietos y de padres a hijos, y la pervivencia física y cultural como pueblos antiguos.

“Es necesario comprender que los Pueblos Indígenas en Colombia no son un individuo, son un colectivo”, afirma Óscar. La tradición se va ejerciendo y heredando para que se mantenga en el tiempo y el espacio. Ser líder y autoridad indígena es caminar como pueblo y de esta manera, los liderazgos se construyen y se fortalecen en el caminar de los procesos organizativos de los pueblos.

Nos están matando

La mayor parte de los pueblos indígenas de Colombia habitan en territorios recónditos, donde la única cara del Estado es la fuerza pública. Allí, el paisaje se convierte en disputa militar y si hay guerra, los pueblos indígenas quedan atrapados en medio de las balas, las minas antipersona y los bombardeos.

A pesar de estar en “tiempos de paz” a los líderes y autoridades indígenas los está matando todo el mundo, dice el líder kankuamo. Y agrega que han sido asesinados por el Eln, las Bandas Criminales, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), los paramilitares, las disidencias de las Farc y la fuerza pública. No se puede precisar la cifra de indígenas asesinados. Todas las entidades tienen números distintos. La Defensoría del Pueblo habla de 21 líderes en el 2018 y la ONIC menciona 115. 

El joven dirigente indígena señala que la Constitución de 1991 reconoció a los pueblos étnicos como sujetos políticos de derechos colectivos constitucionales y estableció el diseño y la implementación de políticas públicas, adecuadas interculturalmente, pero estas políticas quedaron en el papel.

Esto contrasta con los más de 1.300 acuerdos firmados por el Estado colombiano desde 1996 hasta la fecha, que -según los indígenas- no superan ni el 6 % de cumplimiento. La implementación no ha sido real, se queda en palabras, en letras impresas, en conversaciones fugaces.

Sin embargo, Óscar señala que la Procuraduría ha jugado un papel importante en “el seguimiento y el cumplimiento a los más de 1.300 acuerdos firmados entre el movimiento indígena y diferentes gobiernos”. Para el dirigente, la Procuraduría General, en estos dos años “trascendió al incluir personas étnicas como funcionarios y eso es importante porque son gente conocedora de la realidad de nuestra comunidad y de los pueblos, que también le van a poner el alma y el corazón”.

Para los kankuamos, la ley de Origen determina que se debe morir de viejo, después de cumplir la misión que les fue encomendada y haber transitado por el camino que les fue destinado. Pero en el poporo que Óscar recibió en señal de madurez y en el que los kankuamos representan su historia, sus memorias y sus vivencias, quedará escrito cómo el país está asesinando al pueblo indígena, su memoria y su voz.