Alberto* es un bogotano de pura cepa, casado y con dos hijos que espera que cuando crezcan sean profesionales, médicos, ingenieros o que trabajen por la conservación del medio ambiente. De lo que sí está muy seguro es de pedirles que no se les ocurra seguir sus pasos, porque en la labor que hoy desempeña todo el tiempo su vida está en permanente peligro.
Se trata de un uniformado que ingresó a la Fuerza Pública hace ya varios años, y a medida que fue avanzando en la institución fue asignado al servicio de inteligencia. Jugó mucho a su favor sus habilidades para relacionarse y un amplio conocimiento de varias regiones, en donde ha cumplido misiones de alto impacto y muy delicadas.
“Nosotros los agentes de los servicios de inteligencia no aparecemos por ningún lado y es mejor así por nuestra seguridad y para la de nuestras familias. Los ciudadanos solo ven los resultados de nuestros trabajos en los periódicos, en los noticieros de televisión, en las revistas y en las redes sociales”, expresó este agente encubierto en diálogo con EL NUEVO SIGLO.
Explicó que gran parte de su “trabajo contribuye al fortalecimiento de las investigaciones que adelantan los fiscales y la Fuerza Pública para tener un caso consolidado ante un juez… Así se fortalecen los procesos contra el terrorismo, el narcotráfico, la delincuencia organizada, la subversión y la delincuencia común”.
Trabajar como infiltrado no es una tarea fácil. Exige mucho sacrificio. Por ejemplo, Alberto* lamenta el reciente asesinato de un agente de policía encubierto en Soacha (Cundinamarca). De hecho, se pregunta por qué la víctima contaba con un arma de fuego y cómo fue que los delincuentes lo identificaron y asesinaron. “Creo que hubo un error de seguridad y de respaldo”, afirma.
Pero, así como hay casos que terminan en tragedia, hay otros muy exitosos y hasta sorprendentes. Por ejemplo, se recuerda el de un agente de la DEA, de los muchos que han logrado infiltrar carteles de droga, que llegó a conquistar a una hermosa mujer que dirigía una red de narcotraficantes en los Llanos Orientales.
El agente llegó a tal nivel de acercamiento que resultó conviviendo con la mujer y un tiempo después la invitó a los Estados Unidos, con la promesa de pasar unas inolvidables vacaciones. Una vez arribaron a ese país, él mismo la capturó y fue procesada por cargos de narcotráfico. Terminaría siendo condenada y tras pasar por la cárcel fue deportada a Colombia.
Otra investigación emblemática que recuerda este agente encubierto fue la que se adelantó contra el entonces máximo cabecilla del EPL, Francisco Caraballo, que capturado por soldados de la XIII Brigada del Ejército en una casa de campo de Cajicá, en Cundinamarca, el 22 de junio de 1994, en compañía de Carlos Humberto Rojas Sánchez, también integrante de ese grupo subversivo.
Aquí un agente encubierto trabajó como mayordomo durante largos meses en una finca frente a la que ocupaba ocasionalmente Caraballo con su pareja. Cuando arribo el líder guerrillero y hecha la plena verificación, se produjo la captura.
Hay otras operaciones emblemáticas. Por ejemplo, para ubicar a Víctor Julio Suárez Rojas, alias ‘Mono Jojoy’, máximo cabecilla del ‘Bloque Oriental’ de las desaparecidas Farc, en septiembre de 2010, la Policía Nacional empleó a varios agentes encubiertos, desembocando después de más de cinco años de búsqueda en el suroriente del país en la llamada “operación Sodoma”, en la que fue bombardeado el campamento del cabecilla subversivo.
El Ejército también utilizó a infiltrados para ubicar al máximo cabecilla de las Farc, Guillermo León Sáenz Vargas, alias ‘Alfonso Cano’. Fue igualmente una operación de largo aliento que finalmente terminó en la vereda Chirriadero, al norte de Suárez, en el Cauca, donde se ejecutó la operación “Odiseo” y fue dado de baja el cabecilla, en noviembre de 2011.
Otra más: se recuerda el caso de dos mujeres policías que lograron penetrar el círculo de los hermanos Rodríguez Orejuela, cabecillas del Cartel de Cali, con tal nivel de certeza que sabían hasta que loción compraban.
Pero también a diario estos agentes encubiertos trabajan para desbaratar organizaciones de microtráfico, extorsión, secuestro, terrorismo, hurto de vehículos, redes de corrupción, agresores sexuales y otros delitos de alto impacto.
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Los procesos
Alberto* explica que un agente encubierto es preparado en técnicas especiales de investigación, con el propósito de obtener información y elementos que permitan a los fiscales y a los jueces procesar o identificar plenamente a personas involucradas en la comisión de un delito, con el aporte de pruebas al proceso.
“Todos nuestros procesos deben ser bajo la más estricta reserva y confidencialidad, velando por la integridad de quienes ejecuten las misiones e incluso de nuestras familias. En muchos casos nuestros seres queridos no saben a ciencia cierta qué hacemos. Ellos saben que estamos en determinada institución y nada más”, acotó.
Sostiene que todos los uniformados que ejercen esta clase de tareas dan su consentimiento para ocultar su verdadera identidad y saben los riesgos a qué se exponen.
En muchas ocasiones una misión comienza con la elaboración de una carpeta o expediente en donde se consigna absolutamente todo lo relacionado con el objetivo de alto valor que se persiga. Se anotan datos tan pequeños como cuándo va a cine, a misa, si practica algún deporte, debilidades, gustos, pasatiempos, amistades y contactos, entre otros. Tras ello, viene un detallado análisis de la situación, se plantea una estrategia de infiltración, para lo cual se requiere pleno conocimiento del área de la operación y, por supuesto, las vulnerabilidades de parte y parte. No hay detalle que se deje al azar, ya que el mínimo error es muy peligroso.
“He trabajado como vendedor de ropa, como cotero, como encuestador e incluso como lustrador de zapatos en alguna avenida de Bogotá… Una vez una novia me encontró y me echó inmediatamente, tras decirme que era un mentiroso, porque ella pensaba que yo era ejecutivo de una empresa”.
Precisamente, por eso es que una de las precauciones que se tiene a la hora de planificar una misión encubierta es minimizar el riesgo de que el agente pueda ser reconocido por alguna persona cercana que ponga en peligro su fachada y, por ende, al uniformado.
Incluso, constantemente se cambia de apariencia, ya sea con nueva vestimenta, peinados, forma de hablar, oficio y táctica de acercamiento a los objetivos.
Las fallas
En su diálogo con este Diario, Alberto* “lamenta que algunas instituciones exigen prontos y rápidos resultados a los investigadores y, por esta razón, se incurren en debilidades y en la vulnerabilidad en la seguridad del agente encubierto, que puede terminar muerto si es descubierto por los criminales”.
Señala que “la Policía Nacional tiene muchas fortalezas, por no decir todas… Se cuidan del afán riesgo para llevar adelante sus investigaciones, más aún cuando logran meter a un infiltrado en determinada red criminal. Solo esperan el desarrollo del proceso y van paso a paso. Igual ocurre en la Armada”.
Asegura que “siempre están evaluando los riesgos, los pros y los contras. Nosotros los infiltrados vamos al ritmo del enemigo y no se puede garantizar que, de un día para otro, se tengan los resultados esperados. Algunos jefes presionan para que en un lapso de tres meses se tengan resultados que no se han obtenido en cinco, ocho y diez años”.
Según Alberto* hay que tener mucho cuidado porque “(…), los bandidos también hacen inteligencia, también evalúan, también analizan y observan hasta el modo de caminar y la forma de expresión de cada persona que se les acerca o está en los entornos de sus actividades ilícitas… Ellos se preparan para reconocer al enemigo en cualquier tiempo, modo y lugar. ‘El que pregunta quiere respuestas’. En muchos casos es mejor no preguntar”.
De acuerdo con el agente, cada vez que termina una misión que lo ha alejado de su familia por días, semanas o incluso meses, da gracias a Dios por seguir a salvo. “… Esta es una tarea dura, pero es la profesión que escogimos: combatir a los delincuentes y mantener a salvo a la gente… Somos héroes anónimos y nuestro trabajo es silencioso, entre más silencioso más efectivo”.
* Nombre cambiado por razones de seguridad.