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LOS TEMPLOS estuvieron cerrados pero los corazones de los creyentes más abiertos que nunca durante las celebraciones de esta inédita Semana Santa por la pandemia de Covid-19 que vive el mundo.
Esa es la conclusión a que llega la Iglesia Católica al señalar que nunca, como antes, los feligreses siguieron las celebraciones de Semana Santa por televisión o los medios virtuales que para tal fin se dispusieron por el confinamiento que vive el mundo por la pandemia.
En estos momentos, la humanidad ha vuelto a lo esencial y a dirigir su mirada hacia Dios, orando para superar prontamente esta crisis y dando un nuevo sentido a la vida. Ese fue el planteamiento que hizo a EL NUEVO SIGLO, el obispo de Buga, monseñor Roberto Ortiz.
EL NUEVO SIGLO.- Fue una celebración de Semana Santa impensable, con los templos cerrados. ¿Cómo cree que lo vivió la feligresía?
MONSEÑOR ROBERTO ORTIZ. Fue una forma rarísima de vivirla, pero a la vez emocionante y llena de significado, porque nunca tanta gente había participado viendo y escuchando las celebraciones, las lecturas y las explicaciones por los medios de comunicación y los virtuales.
Y lo que sucedió en Buga fue muy bonito porque siempre el Señor de los Milagros está en su camarín, esperando a la gente con Los brazos abiertos, pero esta vez la gente estaba esperando al Milagroso en sus hogares, con los brazos abiertos. Y ese gesto de haber bajado del camarín, queríamos significar eso, que Él quiere llegar a todos los hogares y decirles ‘estoy a tu lado en medio de tus problemas, de tus necesidades, de tus angustias. No estás sólo, aquí estoy’
ENS.- ¿Se puede decir que hubo más recogimiento de los colombianos?
MRO.- Claro porque nadie podía salir a la playa, ni a la piscina, ni a nada. Entonces la gente en casa tuvo la oportunidad de orar, y personas que de pronto querían pegarse un ratico al televisor o a una emisora lo hicieron.
ENS.- ¿Cree que hubo mayor acercamiento a Dios?
MRO.- Pienso que sí, pienso que este encierro nos ha revitalizado y nos ha permitido volver a lo esencial, a descubrir que el ser humano sin la dimensión espiritual es como un pececito que lo sacan del agua. Recuerdo el cuento simpático del pececito que estaba en la laguna y alcanzó a ver un mosquito y pegó un salto para comérselo, pero cuando estaba encima del agua vio una playa, había gente, niñas en bikini y el pececito quedó fascinado.
Dijo entonces: debo salir a la playa porque este espectáculo no me lo pierdo, y salió pero le comenzó al faltar el oxígeno y se desmayó. Pasaron unos jóvenes y vieron que aún se estaba moviendo y lo echaron al agua y volvió a tener vida. Creo que en la sociedad nos encandelillan una cantidad de cosas que nos hace perder lo espiritual, y cuando el ser humano pierde los espiritual, pierde lo esencial y lo vital que dan sentido a todo lo que hace, espera y anhela.
ENS.- ¿Qué reflexión deja todo el tema de la pandemia?
MRO.- Creo que por todas las formas posibles se nos ha dicho que nos cuidemos mutuamente, que yo soy responsable de la vida del otro, y yo no puedo pensar únicamente en lo que tengo para satisfacer mis gustos y mis necesidades, sin importar los demás. Ahora vemos que no es así, que todos nos debemos cuidar mutuamente porque esa es una forma, y la mejor, de querernos.
ENS.- ¿Cómo están sus párrocos en Buga, frente a la pandemia?
MRO.- Bendito sea mi Dios, bien yo he estado en comunicación con ellos y todos están muy bien.