Mejor indicador de la indecencia del Estado es nivel de corrupción: Caamaño | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Diciembre de 2014

Gabriel Sonny Cubillos

Periodista de EL NUEVO SIGLO

Con la corrupción más que el dinero y el poder está en juego la dignidad  de los ciudadanos, sostuvo Francisco Caamaño Domínguez, exministro de Justicia de España (2009-2011).

En  ese sentido dijo que el mejor indicador de la indecencia de un Estado es su nivel de corrupción.

EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo hacer para que la sociedad interiorice la importancia de la lucha contra la corrupción?

FRANCISCO CAAMAÑO DOMÍNGUEZ: La única forma de combatir la corrupción es haciéndole entender a toda la ciudadanía que lo que está en juego no es el dinero ni el poder, ni la influencia, lo que está en juego es que venden nuestra dignidad. Cada corrupto y cada corruptor vende la dignidad de un ciudadano, y eso es lo que es verdaderamente indecente.

A veces se piensa que el dinero público no tiene dueños y que la corrupción por tanto, “sí nos saltamos la ley pero no hace mal a nadie”. Incluso, hay procesos en donde la gente cree que todos ganan, por ejemplo, “vamos a recalificar este suelo, al fin y al cabo nadie lo está utilizando”. Con ese dinero el político que recalifica dice que financia su partido o su oficina parlamentaria para atender a los intereses generales del pueblo.

Los propietarios ven que su terreno está por encima del valor del mercado y sacan un dinero; las empresas dan trabajo a la gente y por tanto dicen “eso está muy bien que damos trabajo a la gente, hace falta trabajo, por tanto así vamos a hacer muchas viviendas”; las administraciones públicas cobran impuestos y por tanto recaudan; las entidades de crédito dan crédito, financian. Y por tanto parece que es un buen negocio la corrupción cuando alguien lo lee así.

Lo que no se dice es cuál es su verdadero rostro. Su rostro es que para hacer estas cosas alguien será privado de sus derechos, alguien no ha pagado los impuestos que tenía que pagar; alguien se ha lucrado con estas operaciones del interés general para encargarse del interés particular y de su propio bolsillo.

Y eso se ha hecho a costa de unos caudales y una riqueza que era de todos. No ha tenido un titular directo porque el Estado no tiene una sola cara, nos representa a muchos, pero esos muchos se llaman ciudadanos, que tienen derechos y que cada vez que hay corrupción, sea mayor o peor, ven mermados ya no sus derechos, que sí también, sino que ven cómo crece la desigualdad, cómo cada vez tienen menos y cómo cada vez pueden fiarse menos del Estado, de las instituciones en las que creían.

El que ha cumplido lo que le dice la ley y se presentó a la prueba ve cómo una persona que ha pagado o es amigo de no sé quién, le dan la plaza cuando prácticamente no sabe leer ni escribir.

ENS: Uno de los argumentos para que el Estado haga cada vez menos tareas es que en el sector privado hay menos corrupción, ¿está de acuerdo con esta afirmación?

FCD: No creo en absoluto en esa afirmación por una razón: la corrupción reproduce la escena de lo público, es decir, el gran problema de la corrupción en los estados es que exista Estado. En la vida privada siempre existió aprovecharse de otros, siempre ha sido así. En la vida privada el grande se ha comido al pequeño, el Estado es el que ha frenado eso.

Qué ocurre, que precisamente si privatizamos el espacio de lo público, si empezamos a mercantilizar la vida pública, entonces brota la corrupción porque entra la lógica precisamente del discurso privado.  Por tanto, no creo que sea menos corrupto el negocio privado que el público, al revés, creo que la corrupción se produce cuando  a lo público se le aplica la lógica de lo privado y se confunden los intereses particulares con los intereses generales, eso es lo que no puede ocurrir.

Por tanto, una cosa es redimensionar el tamaño del Estado y otra cosa es que todo lo que afecte a lo público no tenga que estar marcado muy de cerca para que siga siendo de todos.  Y esto no está ocurriendo en Colombia, en España, ni en general en el resto del mundo, se está mercantilizando la política.

Cuando personas que fueron presidentes de gobierno cobran por dar una conferencia cantidades astronómicas, cientos de miles de dólares, alguien se pregunta qué está pasando  porque ellos fueron presidentes de gobierno no porque fueran muy listos sino porque hubo unos ciudadanos que los votaron, que los eligieron. Y ese honor en mi opinión no está para ser mercantilizado de esa manera.

 

 

Paraísos  fiscales

El exministro Caamaño dijo también que “cuando  hay paraísos fiscales, estados que son verdaderos paraísos fiscales y viven de eso, a mí me parece que es indecente, y conocemos unos cuantos paraísos fiscales donde el dinero de la corrupción, el blanqueo de capitales va allí, y es de lo que viven precisamente algunos de esos estados”.