A pesar de que el país cumple con un marco normativo internacional para reducir el consumo de estas sustancias y de que se ha trabajado en programas de reutilización, una proyección a 2030 muestra que se requieren instalaciones adicionales, con mayor capacidad de destrucción de estos químicos, pues la tecnología con la que hoy cuenta Colombia se quedaría corta en unos años.
Las sustancias agotadoras de la capa de ozono (SAO) son compuestos químicos creados por el hombre, que contienen bromo y cloro. Su vida atmosférica es lo suficientemente larga como para ser transportados a la estratósfera, donde reaccionan con el ozono, disminuyendo la concentración de este y generando el fenómeno conocido como "agujero de la capa de ozono".
Las SAO más reconocidas son los halones, los clorofluorocarbonos (CFC) y los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), sustancias muy importantes para la industria utilizadas especialmente en aires acondicionados y refrigeración, para el control de incendios, la producción de espumas de poliuretano (aislantes térmicos), y como disolventes para la limpieza de equipos electrónicos y aerosoles.
No obstante, como son sustancias que contienen cloro y flúor, son controladas por el Protocolo de Montreal, un tratado internacional para la protección de la capa de ozono que ha definido cronogramas para la eliminación gradual de la producción y el consumo de estas sustancias.
En el marco de una investigación realizada por la ingeniera química Angélica Antolínez Esquivel, para optar al título de Magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional, se evaluaron las tecnologías que se utilizan hoy para cumplir con la eliminación de estas sustancias y evitar que se liberen en la atmósfera.
Se encontró que Colombia ha cumplido con los compromisos de eliminar totalmente el consumo de CFC y con el cronograma de eliminación de los HCFC, y que también trabaja en la eliminación del consumo de las sustancias que afectan la capa de ozono. No obstante, para el año 2030 sería necesario contar con instalaciones adicionales y con una capacidad de destrucción mayor.
“En los últimos años se adecuó un horno rotatorio de alta temperatura, ubicado cerca a Bogotá, con capacidad para destruir de 25-50 t/año de SAO, el cual empezaría a funcionar este año. Sin embargo, según el análisis de los bancos de SAO y HFC, se estima que para 2030 se deberá contar con instalaciones adicionales con capacidad para destruir entre 100 y 215 t/año de estas sustancias, en especial HFC, por lo que nos quedaríamos cortos con las tecnologías que tenemos”, explica la candidata a magíster.
Así mismo, el profesor Óscar Javier Suárez Medina, director de la investigación, asegura que “como estos residuos son peligrosos, una opción es exportarlos para destruirlos en otro país, lo cual resulta complejo porque se debe cumplir con requisitos y permisos internacionales. Es un proceso sumamente costoso y que no es rentable para el país, de ahí la importancia de mejorar las tecnologías actuales, o implementar tecnologías nuevas”.
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Reactor de vapor sobrecalentado
Al analizar el panorama internacional de las tecnologías utilizadas para destruir estas sustancias y cuáles son las opciones que se podrían implementar en Colombia, se encontró que la opción más favorable sería el reactor de vapor sobrecalentado, una tecnología que consiste en descomponer las SAO y HFC en fase gaseosa a temperaturas entre 850 y 1.000 °C.
Los expertos exponen que esta tecnología ofrece grandes ventajas ambientales, ya que no genera sustancias que se puedan mezclar ni producir un daño mayor en el medioambiente, es una solución económica, y además es ampliamente utilizada en el mundo.
Cabe mencionar que en hoy el país utiliza hornos rotatorios de alta temperatura. “Se trabaja en el área de residuos peligrosos, generalmente lo que se hace es un proceso de combustión. El problema es que como estas sustancias tienen una estabilidad muy alta, son difíciles de destruir mediante combustión, por lo que es necesario mezclarlas con combustibles; aunque el proceso destruye la molécula de SAO, puede generar problemas de emisión de dioxinas y furanos, u otros problemas ambientales”, expone el profesor Suárez.
Como parte de la implementación del Protocolo de Montreal, Colombia cuenta con 18 centros de acopio y 6 centros de regeneración de refrigerantes, en los cuales se puede realizar la regeneración de los refrigerantes HCFC y HFC.
“Estas acciones son muy importantes porque se debe proteger la capa de ozono, que es la que filtra los rayos ultravioleta B, que provienen del Sol. La radiación ultravioleta B puede producir cataratas en los ojos, cáncer de piel, afectar a la fauna y la flora y el plancton marino”, asegura la investigadora.
Finaliza advirtiendo que “es importante continuar con actividades de gestión de estas sustancias, que incluyen una red de recuperación, reciclaje y regeneración, que busca que se recuperen al máximo y se reutilicen, evitando que llegue hasta la capa de ozono”.