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Este fin de semana los conservadores de todo el mundo o una parte de ellos, se han reunido en la CPAC, una conferencia en Washington. La llegada del mismo Trump de nuevo a la Casa Blanca como el auge de modelos conservadores en Argentina, Italia, Polonia y Centroamérica, y otros más, demuestran que estamos ante el auge de ideas de derecha o conservadoras.
Con cierto simplismo, algunos describen este momento como una oleada populista. La alta carga simbólica en los actos políticos de Trump o Milei y sus frases, como hay que acabar “la casta” o pasarle la motosierra en la burocracia, hacen que muchos los asocien inmediatamente con populismo. Los dos presidentes ciertamente han construido su proyecto a partir de profundizar la división y buscar maneras para que se enfrente un sector con otro. Esto es un rasgo del populismo moderno, como apunta Cass Mudde, uno de los mayores estudiosos de los fenómenos populistas en el mundo.
El populismo puede ser un rasgo de los proyectos conservadores actuales, sin embargo, está lejos de ser el único elemento que los caracteriza o no. La mayoría de los socialdemócratas suelen hacer énfasis en ello y pierden de vista que la derecha que está ganando en tantos lugares del mundo propone, desde diferentes ángulos, una idea de sociedad y estado diferente a la que ha venido rigiendo en las últimas tres décadas.
En los últimos años, los socialdemócratas y algunos liberales - conservadores - una centroderecha-, como Ángela Merkel en Alemania, solían construir una serie de consensos sobre las instituciones multilaterales (ONU, OMS, Unesco) o visiones económicas compartidas que se compartían en el foro de Davos. De un momento a otro, esto ha cambiado. Davos ha empezado a convertirse en un foro que sigue siendo importante, pero no tanto como antes.
Así como las instituciones liberales pasan por un momento de redefinición, los temas grandes de la agenda global de los últimos tiempos también atraviesan un proceso similar. El clima, la gobernanza, la migración, el género, la economía, el Estado, el sentido del orden, los medios de comunicación y la tecnología empiezan a verse de otra manera, alejados de lo que el analista James Caya Carafano llama “la ortodoxia liberal”, en un medio conservador norteamericano, 19fortyfive.
Esta redefinición de agendas globales también toca temas como la ortodoxia climática, los objetivos NetZero y el Green New Deal. Los conservadores están de acuerdo en que los objetivos planteados en el Acuerdo de París son inalcanzables y están buscando girar las discusiones geopolíticas sobre energías y recursos naturales, como se vio en el caso de Trump y su posición con Ucrania. Las políticas antiinmigración sin duda hacen parte central de su agenda.
Alternativa
Lejos de aparecer como alternativa, la ortodoxia liberal y los socialdemócratas califican al auge del conservatismo como un movimiento retardatario. Algunas figuras ciertamente representan dicha visión. Un Steve Bannon haciendo el saludo nazi en la CPAC solo ayuda a darle fuerza a aquel argumento, que, nuevamente, esconde un desconocimiento sobre la actual realidad política.
Pese a esos actores antidemocráticos y convulsos, los conservadores de ahora plantean una visión alternativa del mundo basada en ciertos principios como el sentido común, la búsqueda de la prosperidad, la credibilidad y la libertad. No se trata de grandes bases programáticas y esto hace que precisamente el movimiento tenga la capacidad de agrupar diferentes corrientes.
La gran ventaja del movimiento conservador de ahora es que “no tiene etiqueta”. Es fácil caer en la idea de que todos son libertarios o populistas o, simplemente, conservadores. En realidad, pueden ser una u otra cosa o todas, dado que incluye una plétora de corrientes de centroderecha, derecha, conservador, conservador social, conservador internacionalista, conservador nacional, freecon (libertario), neoconservador, liberal clásico, populista y más.
“La falta de ortodoxia resulta ser la verdadera fuerza del conservadurismo moderno: pueblos diversos unidos más por la coincidencia de intereses y ética que por la política o la ideología rígida”, dice Caya Carafano, quien además apunta a que “la palabra conservador ya no significa conservar lo antiguo; el término significa conservar lo que funciona, adaptar la acción a las condiciones del mundo moderno y no subvertir los principios porque se interpongan en el camino del progreso progresista”.
Esta flexibilidad no quiere decir que la derecha de ahora carezca de ideología. Habitualmente, Javier Milei cita al padre del libertarismo, Frederich Von Hayek, mientras que Giorgia Meloni recuerda a los políticos de la derecha italiana de los años 1970. Estos dos presidentes pueden estar más ideologizados que muchos socialdemócratas o liberales de centro, aunque su discurso abarque un espectro más amplio; lo mismo pasa con el vicepresidente de Estados Unidos. J.D. Vance.
Corrientes
Dado que este 2025 va a estar marcado por el auge de la derecha, vale la pena entender un poco más las grandes corrientes ideológicas que hoy la dominan.
Hace unos meses, en un artículo en la revista International Affairs, Stefan Borg publicó “¿A ‘natcon takeover’? The New Right and the Future of American Foreign Policy”. En este, Borg dice que hay cuatro grupos en la derecha mundial y que en alguno de ellos se puede de alguna manera identificar un proyecto de derecha.
Según Borg, el primer grupo es el de los seguidores -sépanlo o no-, de Leo Strauss y Harry Jaffa, dos filósofos que concluyeron en el Siglo XX que el establecimiento político está contaminado y esto amenaza los valores fundamentales escritos en la constitución. Algo de neoconservador puede tener Milei o Trump cuando atacan el establecimiento.
Luego están los pos-liberales, que, según Borg, es como se denomina el vicepresidente JD Vance. Se entiende como un movimiento influencia por el catolicismo y los movimientos cristianos cuya idea central es que el enfoque de la autonomía individual del liberalismo socava las comunidades y el bienestar social.
Siendo el más influyente, el tercer grupo es el de los conservadores nacionales. Kevin Roberts, presidente del mayor think tank estadounidense ‒la Heritage Foundation‒ y Elbridge Colby, uno de los principales pensadores conservadores en política de seguridad, también forman parte de este contexto. Giorgia Meloni, Víctor Orbán o Marine Le Pen son políticos de esta línea.
Finalmente, estaría la línea que tiene una etiqueta clara y busca simplemente construir una sociedad independiente que no pueda ser silenciada por la izquierda y que defienda el buen gobierno.
El giro a la derecha en el mundo no solo es electoral, sino que está acompañado de una redefinición de ideas y modelos que ya se están viendo y que abren un nuevo momento político en el mundo que debe seguirse de cerca bajo unos lentes que no caigan en el simplismo del populismo.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.