
En el gran valle de Sibundoy, en el departamento del Putumayo, hay fiesta este fin de mes y a comienzos del siguiente. Allí, la comunidad inga celebra el año nuevo el 28 de febrero, así como el 1.° y el 2 de marzo. Para ellos, esto es un tiempo de encuentro y reencuentro entre las familias y el territorio. Es la fiesta de un nuevo comienzo, en el que se comparten versos en lengua nativa, alimentos y bebidas propias, y se practican usos y costumbres de su pueblo, al que también se unen los kamentsá, una etnia indígena que, aunque no hablan la misma lengua, son pueblos hermanos del mismo territorio en el Putumayo.
EL NUEVO SIGLO estuvo en su territorio, invitado por la Gira Colombia es Música Sacra. Allí fuimos testigos de su espíritu aventurero, poseedores de un gran conocimiento de las plantas, hacedores de artesanías y la medicina tradicional chamánica.
Esta simbólica celebración es llamada Atún Puncha, que significa “Gran Día”, donde los ingas por medio de la danza, el canto, el espíritu y el pensamiento festejan el inicio de un año más de vida y de esta manera le rinden homenaje a la Alpa Mana y al Arco iris.
En esta fiesta, los ingas portan sus vestuarios propios: en las mujeres la pacha, el tupulli, la bayeta o rebozo, chumbes (fajas de colores) walkas de chaquiras y adornos en el pelo; en los hombres, la cusma, que es de color negro y blanco y simboliza los colores espirituales: el blanco, la claridad o la luz por su Taita Inti, y el negro, el pensamiento y protección en honor a su Madre Tierra y a su Mama Quilla o Luna; de igual manera, visten con el kapisayu, ciñidur, llagtu ( coronas) de plumas o chumbe.
Fiesta del perdón
Coloquialmente se le ha puesto el nombre del Carnaval del Perdón en Putumayo, donde la paz, el perdón y la reconciliación son los protagonistas. Sin embargo, su nombre real es el “Día Grande”, pues también marca el inicio de año para estas comunidades, en el que se restablece el equilibrio alterado por los conflictos, se fortalecen los lazos comunitarios y se garantiza la prosperidad.
Según un estudio de Pablo Felipe Gómez Montañez, doctor en Antropología de la Universidad de los Andes, “la palabra perdón es indicadora de una imposición lingüística y ética de los misioneros capuchinos en la práctica ritual”. Por eso en los afiches promocionales de la festividad se decide dejar su nombre en lengua kamëntsá: Bëtsknaté, que traduce “el día grande de nuestra gente”.
“Estamos tratando de no perder las costumbres ancestrales. Hemos buscado la manera de volver a esas vestimentas e ir incorporando los elementos ancestrales, porque llegó un momento en el que no se usaban los atuendos, ni collares”, le dice Teresa Rodríguez, gobernadora de la comunidad indígena, a EL NUEVO SIGLO.
De esta manera, "La Fiesta del Perdón" se realiza entre danzas, cantos, tambores, flautas, armónicas, collares de semillas, coronas de plumas y vestimenta tradicional, una celebración en la que se unen en pensamiento, danza y espíritu, como ejemplo de unión, perdón, paz, respeto y amor.
De igual manera, se comparten con los participantes alimentos tradicionales como la chicha, el mote, fríjol, carne de res, gallina huevos, cerdo y ají tradicional hecho de maní.
El "Día Grande" fue declarado Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Nación en el año 2012. A pesar de los años se ha mantenido por su importancia como ritual de agradecimiento, entender nuestras raíces indígenas y la necesidad de reconciliación que los tiempos actuales piden.
Las raíces
Con toda la humildad y esencia indígena que la caracterizan, María Mélida Yela Jansasoy, una de las más antiguas abuelas de esta comunidad, le explicó a este medio la raíz de esta celebración que une a los pueblos del sur de Colombia.
“Mis abuelos, cuando iban a hacer estas actividades, se iban para las montañas más grandes a cazar carne del monte o a traer pescados, eso era lo que se preparaba. Preparaban chicha de maíz o de chontaduro. Yo estaba muy chiquita, pero recuerdo que cada familia hacía su preparación y se visitaban unos a otros y compartían la comida. Se bailaba, se comía y se compartía todo el día y la noche. Yo tenía 6 años y recuerdo todo eso. Ya mis abuelos se han marchado y lo que queremos es rescatar nuestro Atun Puncha”, destaca la abuela.
De acuerdo con Yanira Burbano, secretaria de Cultura del Putumayo, dentro de las actividades que se desarrollan hay una armonización para limpiar el territorio.
“También para limpiar a las personas que nos acompañan y para ponernos en disposición para participar del evento. También tendremos un conversatorio con las abuelas alrededor de una fogata, para hacer el acto del perdón para darle la bienvenida al año nuevo. Hacemos muestra de danzas, ellos tocan sus instrumentos y lo más importante es garantizar el espacio de conversatorio con los abuelos, porque son los pilares de la comunidad, son los que tienen el conocimiento de cada una de las actividades, ellos son los que saben por qué implementamos la música, por qué bailamos, por qué armonizamos”, explica Burbano.
De hecho, en esta comunidad, los abuelos y abuelas, padres y madres, son el pilar principal desde el cual se rigen los destinos del pueblo, y la sociedad se estructura como una sola familia. La relación entre el territorio donde viven y el idioma está representada en la terminología ambiental y espiritual que aún se preserva en la memoria de los hablantes de las nuevas generaciones ingas.
Ellos consideran la actividad de tejer como todo un arte, donde la creatividad nace de “reconocer” y “valorar” el pensamiento basado en la tradición, como la herramienta que permite vislumbrar, augurar y fortalecer el tiempo presente y futuro.
Uno de los “lugares” más emblemáticos en donde se teje es alrededor del “lugar del fuego” o tulpa, el cual permite la interacción entre los “mayores” y las nuevas generaciones mediante el “arte de contar historias propias”. Historias de origen, de yagé, de familia, de colonización, de territorio, de amor, desamor, tiempos modernos y mucha más.
En cuanto a los hombres ingas, practican el arte de tallar máscaras que representan diferentes situaciones anímicas del ser humano durante las actividades diarias. También esculpen bancos ceremoniales, los cuales son considerados un lugar de meditación.
Es así, como buscan recatar y proteger aún más su fiesta, sus tradiciones y sus conocimientos ancestrales, como un camino para asegurar que las nuevas generaciones sigan sintiendo orgullo por lo que los hace únicos.