El totalitarismo tecnológico | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 23 de Diciembre de 2018
Sara Obando
China viene construyendo un sistema que, según su gobierno, usa cámaras para desarrollar un “sistema de reputación social nacional”

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LA TECNOLOGÍA y los medios de comunicación se han convertido en un factor vital para la sociedad. La tecnología avanza cada vez más rápido y es utilizada por la sociedad para informarse, estudiar y divertirse. Según Hootsuite, para 2018 4.021 millones de personas usaron Internet, es decir el 53% de la población mundial. Este alto índice es una de las razones por las que los adelantos en esta materia son empleados como medio propagandístico por compañías y gobiernos. Sin embargo, en esta era también abunda la desinformación y la voluntad de diversos estados para hacer uso de estas herramientas para su beneficio. El uso del Internet es decisivo en materia política. Con el paso del tiempo, la tecnología se ha prestado también para denunciar violaciones a derechos, para realizar convocatorias civiles, etc.

En el caso de la República Popular China, el partido de gobierno ha implementado diversas medidas, haciendo uso de la tecnología, que han sido criticadas ampliamente por la comunidad internacional. En territorio chino se limita el acceso a determinadas páginas web, y sitios usados mundialmente. Facebook y Twitter están prohibidos. Incluso, al hacer escala en alguno de los aeropuertos dentro del territorio del Estado, los turistas no pueden acceder a sus redes sociales, ni siquiera con una red wifi.

A principios de 2018, China implementó un sistema de lentes de reconocimiento facial. Según Face First, esta herramienta fue inventada en la década de 1960 y perfeccionada con el paso de los años. Este sistema es utilizado, por ejemplo, en el Face ID de los últimos dispositivos y en las cámaras de seguridad públicas de estados como Reino Unido. Los lentes de reconocimiento facial en China se usaron para complementar una de las redes de vigilancia más grandes del mundo: El sistema de dispositivos de seguridad que vigilan las calles de todo su territorio. Según BBC News, la República Popular ha instalado ya 170 millones de cámaras de videovigilancia a lo largo y ancho de su territorio, y se espera que para 2020, se implementen 626 millones para complementar el sistema.

Los lentes son útiles para analizar multitudes, facilitando la búsqueda de hombres, mujeres y niños, y la  identificación de sospechosos y de personas de interés. En el caso de China, estas imágenes son contrastadas con las bases de datos internas del Gobierno central. El gigante asiático ha llevado su creatividad un poco más allá, y además de implementar los lentes en las cámaras de las calles, le ha dado a la policía unas gafas inteligentes y especializadas que permiten identificar sospechosos con rapidez. Según Businessinsider, los lentes de la policía están conectados también con la base interna del gobierno; de este modo avisan al policía del posible sospechoso.

Ahora bien, lo que impacta acá no son los múltiples usos de esta tecnología para atrapar sospechosos, buscar personas desaparecidas e incluso desbloquear aparatos móviles con tan solo acercarse a la pantalla. La cuestión es que según el gobierno chino, se quieren usar las cámaras para desarrollar un “sistema de reputación social nacional”. El gobierno planea poner en práctica una puntuación social, la cual será dada a cada ciudadano dependiendo de si cumple con las normas o no. Por ejemplo, si una persona bota basura en la calle o no cruza por el semáforo se le da una puntuación negativa. Si sigue los lineamientos y hace lo cívicamente correcto se le dan puntos positivos.

Con esta iniciativa el gobierno busca otra herramienta para otorgar recompensas y castigos a los ciudadanos y turistas que cumplan (o no) con la normatividad dentro del Estado. A pesar de querer mejorar los índices de civismo y de sacar a los criminales de las calles, este sistema ya ha comenzado a mostrar sus puntos grises. Varias situaciones se han vuelto objeto de noticia y han levantado escepticismo frente a la idea de la República Popular.

En el mes de abril, las autoridades de China impidieron a un periodista tomar un vuelo debido a su bajo puntaje. Según el Global Times,  para mayo el gobierno había prohibido el acceso a 11,4 millones de vuelos y 4,25 millones de viajes en tren, de determinados individuos con puntajes muy bajos. El gobierno ha destacado que para 2020, un sistema que “permitirá a los dignos de confianza andar por todos los lugares bajo el cielo, mientras que dificultará que los desacreditados den un solo paso”. Más preocupante aún es que el control del partido gobernante sobre otros sectores de la vida privada de los individuos aumenta. Refiriéndose al pasado crediticio de los habitantes, el exdirector adjunto del centro de investigación para el desarrollo del Consejo de Estado expresó: “Si no aumentamos el costo de ser desacreditados, estamos alentando a la gente desacreditada a seguir así”, dijo Hou, “eso destruye todo el estándar (…) es vital que las personas desacreditadas se declaren en bancarrota”.

El uso que le está dando China a la tecnología es preocupante. Está siendo utilizada para aumentar el control del Estado sobre la población civil, lo cual le ha brindado la posibilidad de restringir los derechos (como el de la libre movilidad por el territorio). La preocupación de la comunidad internacional es evidente. La tecnología ha avanzado tanto que se está convirtiendo en un arma de doble filo, tanto para las personas como para los gobiernos. ¿Se le permitirá a China continuar con esta clase de políticas?

Sara Obando es internacionalista y escribe para la sección Internacional de este periódico los domingos.