En el Pacífico nariñense, al sur occidente el país y en donde se encuentran los manglares más altos del mundo, se llevan a cabo varias acciones de restauración de manglares que son de vital importancia tanto para las comunidades que hacen uso de sus recursos como para un país que cada día puede sufrir los efectos del cambio climático.
¿Y qué se conoce como restauración? Restaurar es ayudar a los ecosistemas a reestablecer características como sus funciones o beneficios que brindan a las comunidades, su estructura, su composición de especies en espacios, en donde han sido degradados por la actividad humana.
La restauración, justamente, es el proceso al que han estado apuntándole Parques Nacionales Naturales -en específico, el Parque Nacional Natural Sanquianga-, WWF Colombia y, sobre todo, los Consejos Comunitarios de la región como: Río Sanquianga, Gualmar, Playas Unidas y Esfuerzo Pescador.
Por este motivo, desde el año 2023, dentro del Proyecto Manglares para la Comunidad y el Clima, se han hecho varios esfuerzos en esta región del Pacífico colombiano para volver a sembrar mangle Nato (Mora oleifera) -una de las especies de mangle-, debido a que en las zonas donde se está restaurando los socios consideran que esta especie, en particular, puede ser más resiliente a los efectos del cambio climático como el incremento en el nivel del mar.
Este esfuerzo es bastante importante porque garantiza la restauración y la supervivencia de los manglares y comunidades humanas en uno de los lugares con los árboles de mangle más altos en todo el mundo. Esto significaría como dice Rocío Valencia, del Consejo Comunitario de Gualmar, vereda Calabazal, una acción muy importante porque los manglares “también nos sirven como barrera para protegernos de los fenómenos naturales como las oleadas y las erosiones”, refiriéndose a la importancia que tiene este socio-ecosistema para la subsistencia de las comunidades de estas zonas.
Sus avances
Cada uno de los lugares en donde se implementa esta estrategia cuenta con varios procesos que son determinantes: en primer lugar, se tiene un vivero a cargo de cada uno de los Consejos Comunitarios mencionados, en los que se cuidan las semillas y se realiza la producción de plántulas de mangle Nato que, luego, serán llevadas y ubicadas en los espacios determinados para la restauración activa.
Luego de esto, la comunidad se dirige hacia la zona antes planteada y allí se inicia el proceso de siembra. Esta actividad debe hacerse con una previa preparación del terreno, por ejemplo, en muchos de estos espacios crece una especie de helecho, llamada Ranconcha (Acrostichum aureum), que puede hacer que las nuevas plantas de mangle pierdan espacio y aumente el índice de mortalidad de las mismas.
Después, se empiezan a sembrar las plantas de mangle dejando una distancia de más o menos tres metros entre ellas para dar espacio a que también pueda crecer la flora que acompaña a esta especie tan importante, como la palma de Naidí, el árbol de Yarumo o el Zapotolongo.
El proceso antes descrito ha generado resultados muy positivos en los Consejos Comunitarios y dentro del Proyecto, por el cuidado, conservación y estudio de los manglares que en este momento llevan a cabo los socios del proceso. Entre esos resultados, se detallan las hectáreas (ha) que se han podido restaurar (o que están en este proceso) en esta parte del Pacífico: Consejo Comunitario Gualmar: 5.26 ha, Consejo Comunitario Playas Unidas: 2.63 ha, Consejo Comunitario Río Sanquianga: 5.78 ha y Consejo Comunitario Esfuerzo Pescador: 1.54 ha.
Algunos resultados, que muestran que estas acciones están siendo efectivas, son nuevos nidos de pájaros y cuevas de cangrejos en las áreas restauradas, lo que indicaría que existen especies de animales que están volviendo a los espacios que antes estaban degradados. Los Consejos Comunitarios siguen con esta iniciativa generando espacio en los viveros para otras especies como el mangle rojo, que también buscan plantar en áreas que requieran ser restauradas.
Evaluación
Recientemente se celebró el ‘Taller para la evaluación de la restauración y definición de nuevas áreas en Satinga, Nariño’. Allí se hizo un recuento de estas iniciativas junto con Parques Nacionales Naturales, los Consejos Comunitarios Río Sanquianga (por la restauración generada en el estero Belén y en Quebrada grande), Gualmar, Playas Unidas y WWF Colombia. Se presentaron las cifras del monitoreo, se hizo una evaluación detallada de los procesos y se abrieron espacios de diálogo para definir oportunidades de mejora. Se espera que este taller se realice en las próximas semanas con el Consejo Comunitario de Esfuerzo Pescador.
Uno de los puntos que se destacó es la definición de una estrategia para aminorar las posibles causas de mortalidad en las plántulas sembradas: se contemplaron espacios donde se genere restauración pasiva alrededor de los que se realiza restauración activa actualmente y su señalización. La diferencia entre estas dos estrategias es la cantidad de esfuerzo y recursos que están involucrados en el proceso: mientras que la restauración activa implica, en este caso, la siembra de especies; la pasiva requiere de la no afectación de estos espacios con la intervención humana dejando que el ecosistema se regenere por sí solo, ya que no ha sido tan degradado y posee las capacidades para hacerlo.
Por esto se definieron, con los representantes de estos Consejos Comunitarios, los espacios en los que se podría hacer restauración pasiva, a futuro, dentro de cada uno de sus territorios.