Dicen los científicos que si la selva amazónica representa los pulmones del mundo, los Andes son sus venas. Y no es para menos: esta cordillera conecta siete países (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela), es el hogar de más de 87 millones de personas y contiene una variedad de ecosistemas excepcionales entre los que se destacan los páramos, bosques nublados y humedales. Solo en Colombia, los Andes generan más de 70% del PIB y proveen de agua y energía a la mayoría de los habitantes del país.
De acuerdo con el panel “¿Por qué los Andes, por qué ahora?”, realizado por el International Potato Center, en el que participó nuestro director de Conservación y Gobernanza, Luis Germán Naranjo, de WWF Colombia, “la humedad y el frío de los ecosistemas elevados de los Andes tropicales crean las condiciones ideales para la conformación de las turberas -tipos de humedales con una capa gruesa de suelo orgánico que se acumula durante miles de años para descomponerse lentamente-, que son estratégicas en la lucha contra el cambio climático por su alta eficiencia en la captura de carbono”.
También se indicó que las 6.5 millones de hectáreas de turberas de esta región, que se encuentran en países como Colombia, Venezuela y Ecuador, no solamente son de gran tamaño, sino que tienen una capacidad de almacenamiento superior a la de otras turberas: los bofedales de páramo alcanzan a almacenar 4 millones de kilogramos de esta sustancia por kilómetro cuadrado, el doble de lo que almacenan sus equivalentes en ecosistemas de la Amazonia.
La capacidad de secuestro de carbono que tienen las turberas no está aislada de otros procesos naturales que suceden en ecosistemas como la puna y los páramos. Estos últimos se encargan de la captación del agua y la regulación de su flujo hacia las tierras bajas, lo que ratifica su importancia para la hidrografía del norte de Suramérica. Además, juegan un papel esencial en la regulación del clima regional, lo que quiere decir que todo el sistema climático de Sudamérica depende tanto del funcionamiento de las tierras bajas amazónicas como de las tierras altas de los Andes.
Esta región tiene cultivos clave para la seguridad alimentaria de las poblaciones locales y la salud y nutrición mundial, por ejemplo, los de papa, quinua, frijol y maíz. Además, es tal vez el único lugar del mundo con millones de cultivos y variedades inexploradas.
Sin embargo, la agricultura industrial y la globalización han causado una enorme presión sobre los ecosistemas y los productores en las últimas décadas; una problemática que solo puede solucionarse reforzando los sistemas alimentarios y los mercados locales, acortando las cadenas de producción y fortaleciendo la capacidad de las comunidades para que produzcan alimentos y luchen por la soberanía alimentaria más que por mercados globales