DESDE irritabilidad y episodios frecuentes de llanto hasta hiperactividad, alteración del sueño y problemas digestivos pueden presentar los bebés y niños menores de 5 años a consecuencia del prolongado confinamiento que genera también en ellos un alto impacto social.
La situación se presenta en todos los niños y es más difícil identificarla en los que están en sus primeros años de vida y no pueden., con palabras, comunicar lo que los afecta por el cambio en sus rutinas. Además, hay estudios que señalan que muchos pequeños sienten los estados de nervios, miedo o tristeza que sufren los adultos que los rodean.
La Universidad Internacional de Valencia (VIU), junto a la psicóloga y docente de, Milagros Molero, analizaron la situación sintomatología del confinamiento que afecta a bebés y niños, considerados personas ‘muy vulnerables’ ante esta situación inusual, al tiempo que plantearon estrategias para abordar esta problemática.
Molero, explicó que el confinamiento puede tener secuelas físicas y emocionales en los más pequeños, ya que están en un proceso de desarrollo madurativo que requiere una estimulación suficiente para su desarrollo cerebral, a través de la exploración del entorno, el juego, el aprendizaje y la interacción con otros niños. En este sentido, se considera que la actividad motriz al aire libre también es fundamental para su adecuado desarrollo y como elemento regulatorio de sus emociones.
Esta situación afecta a todos los niños y -en función de la etapa evolutiva de desarrollo en la que se encuentren, puede haber impactado de una u otra manera. “Los niños pueden mostrar irritabilidad, quejas frecuentes de aburrimiento, tendencia al aislamiento, dificultades para gestionar la frustración con episodios de enfado, labilidad emocional, conducta hipermotriz, dificultad para seguir las órdenes, aumento de los miedos, dificultades en la alimentación y el sueño. Por otro lado, en los adolescentes será menos visible, mientras que, en los niños más pequeños y los bebés, las expresiones conductuales y fisiológicas estarán más presentes”, agregó la experta.
Bebés y percepción en estados de ánimo
Entre los cero y tres años, los niños son especialmente sensibles a los cambios en los horarios de sus necesidades básicas asociadas a sus ritmos biológicos, sobre todo el sueño y alimentación. Molero, enfatiza que los bebes van a tener unas respuestas regulatorias más relacionadas con las quejas somáticas y desregulación fisiológica. Alteraciones de su patrón de sueño, dificultades en la alimentación, episodios de llanto más frecuentes e intensos, problemas digestivos o irritaciones en la piel.
El estado anímico de los padres influenciará en la regulación de los menores, especialmente los más pequeños. El bebé se regula en la interacción cuerpo a cuerpo con sus figuras de apego, con el contacto físico, el olor, el movimiento, la percepción de las expresiones faciales y la comunicación no verbal. Por lo que los padres tienen que ser muy cuidadosos con su propio estado porque si el adulto está nervioso, asustado o triste, el bebé va a sentir esos estados.
La docente insiste en que la propia regulación de los padres y cuidadores es la mejor manera de ayudar a los chicos -especialmente- en periodos de crisis. Es importante jugar con ellos cuerpo a cuerpo, no distraerles sólo con teléfonos, tablets o juegos individuales. Los adultos son el termostato emocional de sus hijos y su mejor recurso.
¡Atención a la sintomatología!
Hay algunas más evidentes como las alteraciones en el patrón de sueño, dificultades en la alimentación, episodios de llanto frecuentes y/o intensos, problemas digestivos o irritaciones en la piel, sobre todo en chicos con edades entre los cero y los tres años.
Así mismo, los que están un poco más grandes, empiezan a sentir la ausencia de los paseos al aire libre que suelen ser parte importante de sus rutinas de estimulación.
Los niños, sea cual sea su edad, necesitan comprender lo que está pasando y en función de su etapa de desarrollo, hemos de adecuar este apoyo. Es evidente que los bebés todavía están en etapa pre verbal y no han desarrollado el lenguaje, con lo que no podemos tener una conversación, pero necesitan tener algún elemento que les transmita tranquilidad al respecto.
Aunque en esta etapa los niños no entiendan a nivel cognitivo el significado de las palabras, el lenguaje tiene una función regulatoria. Para ello hay que utilizar el efecto de la prosodia, el usar la voz como elemento de regulación, acompañándolo de un contenido coherente con lo que está pasando. Se debe usar con voz tranquila, como si contáramos un cuento o una historia, explicando el por qué no pueden salir mucho o nada a la calle. Todo esto le es trasmitido y ellos lo perciben. Lo más importante, esto hay que hacerlo muchas veces, no es suficiente con contárselo una vez.