En el 2016, un venerable senador de la República propuso que el Gobierno les permitiera a los colombianos abrir y mantener cuentas bancarias en el país denominadas en dólares estadounidenses. “En la medida que un país tenga mayor estabilidad en el tipo de cambio”, le dijo a Red Más Noticias, “las personas van siendo más indiferentes” en cuanto a operar con la moneda local o la moneda extranjera.
El senador agregó que, si Perú y Chile permiten las cuentas en dólares, “¿por qué un país como Colombia, que también hace parte de la Alianza del Pacífico, y que también tiene un tratado de libre comercio con Estados Unidos, no tiene un mecanismo similar?”
Dicha propuesta de dolarización parcial inclusive encontró apoyo dentro del Banco de la República, cuyo entonces codirector, Carlos Gustavo Cano, declaró que la idea era “coherente dentro del proceso de globalización, de la apertura de la economía y de la internacionalización de la misma”.
Cinco años después, la dolarización parcial debería ser una prioridad del Gobierno. En primer lugar, el peso colombiano ha perdido más del 90% de su valor frente al dólar desde el 2012. Pese a las constantes alabanzas de la moneda propia como un fundamento de la soberanía nacional, el hecho es que, en menos de una década, los colombianos han perdido casi todo el valor de sus ahorros.
Durante el período de fuerte depreciación, la inversión en pesos se ha convertido más que todo en un oxímoron. Además, la pérdida de la capacidad de compra necesariamente ha significado un empobrecimiento general, algo que reconocen hasta elementos de la nomenklatura uniandina. En palabras del profesor Marc Hofstetter, “una depreciación del peso en un 70% nos vuelve 70% más pobres”.
Peor aún, el senador Gustavo Petro, quien estuvo ad portas de la presidencia hace tres años, recomienda imprimir dinero masivamente para repartir subsidios, como si la experiencia de sus aliados en Venezuela no confirmara que el intento de financiar gasto con emisión en un país subdesarrollado es el camino más rápido hacia el hambre, la miseria y la escasez.
Es cierto que la Reserva Federal ha recurrido a una imprudente emisión de dólares durante las últimas décadas y, en particular, desde que inició la pandemia, fenómeno cuya contracara es la gran apreciación de las criptomonedas. Pero el dólar aún es la moneda global de reserva, y seguramente lo será en el mediano plazo. Además, el aumento en la oferta monetaria estadounidense (M2) es ínfimo comparado al de Venezuela y Argentina, donde los amigotes de Petro causaron devastadores niveles de inflación al imprimir billetes como si fueran cartones de bingo.
En Colombia, la habilidad de mantener cuentas en dólares les permitiría a los ciudadanos protegerse de la posibilidad de una aún mayor depreciación del peso, pero sobre todo de una calamidad monetaria al estilo de Zimbabue si Petro llegase al poder.
El entonces senador que sugirió la dolarización parcial está bien situado hoy para implementar su propuesta: su nombre es Iván Duque.