La pandemia económica de América Latina | El Nuevo Siglo
COMO en el resto del mundo, América Latina registró un duro impacto económico por la pandemia del covid, declarada hace un año. La pérdida de empleos afecta especialmente a jóvenes y mujeres.
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Sábado, 13 de Marzo de 2021
Giovanni Reyes

A un año de ser declarado el covid-19 como una pandemia ya se tienen cifras que dan cuenta del impacto tanto sanitario como económico. La referencia a América Latina y el Caribe (ALC) y su comparación con otras metrópolis -en especial de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)- se pueden llevar a cabo a partir de recientes publicaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) el Banco Mundial (BM) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

Los datos que van emergiendo nos permiten tener una visión actualizada del impacto de la pandemia tanto en el sentido más actualizado -repercusiones para 2020 y 2021- como la identificación de ciertas tendencias, además de contrastes con el comportamiento de variables en la historia inmediata de la región.

De entrada, se hace evidente un dato dramático: el total de pobres aumentó en el ámbito regional, en no menos de 22 millones de personas.  Con ello, para diciembre de 2020, el total de gente viviendo en pobreza -extrema o indigencia, y no extrema- ascendía a 209 millones. 

La secretaria ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcena, puntualizó que la pandemia irrumpió “en un escenario económico, social y político complejo: bajo crecimiento, aumento de la pobreza y crecientes tensiones sociales. Además, pone al desnudo las desigualdades estructurales que caracterizan las sociedades latinoamericanas y los altos niveles de informalidad y desprotección social, así como la injusta división sexual del trabajo y organización social del cuidado, que atenta contra el pleno ejercicio de los derechos y la autonomía de las mujeres”.

Bárcena añadió que el covid-19 generó un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral de las mujeres. Por ejemplo, su tasa de participación se contrajo en 6 puntos porcentuales ubicándose en 46% frente a un 52% en 2019 y el desempleo alcanzó a una de cada cinco de ellas.

Por otra parte, y de acuerdo con el informe ‘Panorama Social de América Latina 2020’ de la Cepal, como resultado de la fuerte recesión se registró una caída del producto interno bruto (PIB) regional de 7,7% y el cierre de 2,7 millones de empresas.

Con estos retrocesos se han prácticamente borrado los avances que con tanto sacrificio la región logró realizar a partir de 1998 en cuanto a superación de cifras de pobreza. Como se recordará, en este último año al que se hace referencia, se tenían frescos los embates de la crisis mexicana de diciembre de 1994 “el tequilazo” que influyó en Argentina, por ejemplo.  Además, para ese tiempo se presentaban aún las derivaciones de la crisis del Sudeste Asiático (1997) en economías como Brasil.

Durante la actual pandemia la región en un sentido general ha tenido que soportar una embestida doble, simultánea, tanto en términos de choque a la demanda, como por el lado de la oferta. A eso debe sumarse el conjunto de problemas derivados de los obstáculos con la fluidez en las cadenas de suministros internacionales. Varios sectores que están más globalizados han visto mermar sus indicadores, tal el caso de la industria automotriz, con particular efecto en México y Brasil, las dos más grandes economías de la región.

Desde luego que lo preocupante de las condiciones sociales, se relacionan con los indicadores de crecimiento de la producción, dado que este último factor está muy relacionado con el sentido de sostenibilidad del nivel de bienestar social en el corto, mediano y largo plazo.

Lo deseable es que el crecimiento de la producción se pueda traducir en desarrollo económico y social.  Un desarrollo que sea eficiente en la producción, equitativo en lo social, sustentable en lo ecológico, además de participativo en lo político -con pleno respeto a los derechos humanos.  Se trataría de generar mercados e instituciones incluyentes. 

Sin embargo, además del aumento de la pobreza, con significativos retrocesos en la cobertura de empleo y productividad, se tiene también empeoramiento en las cifras de equidad.  Y esto, como parte de lo que tradicionalmente ha sido Latinoamérica y el Caribe: la región más desigual del planeta. 

Es evidente que los países que mejor han podido ir capeando este trágico temporal, son aquellos que ya contaban con instituciones incluyentes, con redes de protección social, con circuitos de participación ciudadana que incorporan esfuerzos en función del desarrollo.  Se sigue en esto, los planteamientos del neo-institucionalismo de Douglass North (1920-2015) de Dani Rodrik (1957 -) y en particular los argumentos de la obra “Por qué Fracasan los Países” (2012) de Daren Acemoglu y James Robinson.

En Latinoamérica el tejido organizativo y funcional de las instituciones es, en general, débil.  A eso se agregan deficientes liderazgos.  Quizá el peor manejo -según el criterio de muertos diarios correspondiente a la semana que concluye el 14 de marzo de este año 2020- es Brasil.  Las muertes en ese país han llegado a ser, el 10 de marzo, de 2.120 tan sólo ese día, con unos 70.000 nuevos contagios diarios y esa tendencia ha mantenido. Ante esto, Jair Bolsonaro, desde el palacio presidencial de Planalto en Brasilia, pide a la población que deje de quejarse.

Se hace patente, tal y como lo documenta la CEPAL y el BM, cómo la pandemia ha impuesto su presencia mortal en una dinámica económica y social caracterizada por el bajo crecimiento, aumento de pobreza y notables tensiones sociales -véase los casos últimos en Nicaragua, Honduras, Haití y Paraguay-.  La pandemia pone al descubierto las grandes deficiencias sociales de la región, incluyendo la marginalidad de amplios grupos sociales, la desprotección social, la prevalencia de informalidad con sus lacerantes vericuetos de sobrevivencia en las economías subyacentes. 

La caída de la producción total de la región sería de un -7.8% para 2020.  Es un dato que no tenía el subcontinente desde hace casi un siglo, una cifra inédita en la historia inmediata.  Con ello, se tendría a un total de 34% de la población en situación de pobreza, con 78 millones de personas en pobreza extrema, lo que implica un aumento de 8 millones de personas en ese estado de subsistencia, respecto a la cifra de 2019.

Las medidas de apoyo a la población han dado cobertura a un 50% de la misma.  Es indiscutible la influencia del modelo general de desarrollo que se sigue en muchos de los países latinoamericanos: se va reforzando la exportación de materias primas, con escaso valor agregado, y por otra parte se compran productos procesados, equipo y tecnología.  Los ingresos del mercado externo no alcanzan.  Entonces se procede a aumentar la deuda y con ello la vulnerabilidad y la menor capacidad institucional. 

Esas circunstancias de fondo requieren de medidas más a largo plazo.  Mientras tanto, los procesos de vacunación son componentes indispensables en lo inmediato.  En ello, Chile, Costa Rica y Uruguay toman la delantera.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).

EL PIB EN 2020

País       Crecimiento

Venezuela          -30%

Perú      -12-9%

Panamá               -11%

Argentina           -10.5%

Ecuador               -9%

México -9%

Cuba     -8.5%

Bolivia   -8%

El Salvador          -8%

Honduras            -8%

Colombia            -6.8%

Brasil     .4.1%

*Fuente Cepal