Dadas las implicaciones tanto en la economía de cartera o portafolio, como en la economía real, no es posible pasar desapercibida la caída en las principales bolsas del mundo el recién pasado lunes negro, 5 de agosto de 2024. Este derrumbe de valores es comparable a la sufrida en otro en otro lunes negro, el 19 de octubre de 1987. En este último caso, a mediados de los ochenta, el desplome del índice Dow Jones llegó a ser del 22%.
En esta oportunidad, agosto de 2024, el desplome comenzó en Japón, y las fugas de inversiones se extendieron como incendio en la pradera, con el pasto seco del verano, a las bolsas de Europa y Estados Unidos. Los más pesimistas, para mediodía, hablaban ya de “hecatombe”.
Eso también había ocurrido en octubre de 1987, pero luego operaron factores amortiguadores, con un resultado final un tanto menor en el nivel de daños respecto al que se había pronosticado al terminar la mañana de ese día. Un aspecto común entre los analistas, en esta ocasión, es de incertidumbre, dadas las complejidades que se estima son responsables de esta notable caída bursátil.
Entre esos factores, de manera resumida, se tiene: (i) el temor de una importante recesión que estaría amenazando la economía de Estados Unidos; (ii) la empantanada economía europea -con su carga de dependencia de fuentes externas de energía- (iii) las áreas de conflictos sangrientos que no tienen fecha de caducidad en varias regiones, y (iv) el tema de los “efectos remanentes” no superados, los que aún afectan y se originaron en la crisis sistémico-financiera que se inició el 13 de septiembre de 2008. Como se recordará, en esa fecha se tuvo la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers.
Los anteriores serían los factores más de fondo; aunque por otro lado se tienen los elementos más inmediatos, los que desde este lunes 5 de agosto se expresaban ya por la tarde de esa jornada. Uno de los aspectos señalados se refirió a que la caída de este último “lunes negro” se había debido a las subidas de los tipos de interés del Banco Central de Japón.
Este movimiento más cercano a una política monetaria restrictiva o contractiva, contrasta con la perspectiva que se tiene en Estados Unidos: la Federal Reserve, bajará las tasas, abaratando con ello los créditos tanto productivos como destinados a consumo.
Este último punto referente a la economía estadounidense se está viendo fortalecido por las voces que le piden a la Federal Reserve -que es el Banco Central del país- que al menos por un tiempo, abandone la ortodoxia macroeconómica y baje los tipos de interés. Con ello se esperaría, por la vía monetaria, tener una dinámica expansiva para la economía.
A esto se agregaría que los temores de una significativa tasa de inflación están, de momento al menos, contenidos. Lo que se busca es la generación de oportunidades vía el empleo. Esto es especialmente importante en el contexto actual de la dinámica política: el martes 5 de noviembre próximo se llevarán a cabo las elecciones presidenciales.
Por la parte correspondiente a Japón, lo que se busca con tasas altas de interés, es atraer capitales. Sin embargo, con esta medida no dejan de haber factores que enfriarían la economía nipona. Un caso que se podría analizar, históricamente, como ejemplo de situaciones recurrentes en las que habría operado lo que se conoce como la trampa de la liquidez. En esto, como se puede esperar, influyen factores como competencia internacional en relación a consumidores locales, condiciones de expansión tanto de empleo productivo como de ensanchamientos de mercados domésticos.
En las importantes condiciones de la economía estadounidense, lo que se desea, paradigmáticamente, sería volver a las condiciones de estabilidad que se tenían con mayor plenitud antes de la crisis 2007-2009 (de las turbulencias de las hipotecas a las convulsiones del sistema financiero). Ello se traduciría en sostenimiento del crecimiento de la producción, generación de empleo, ingreso para los trabajadores y mejoras, desde luego, en el poder adquisitivo. De esta manera se aseguraría de manera consistente el paso de la demanda real a la demanda efectiva, fortaleciendo el mercado.
En todo caso, las dinámicas tanto de la economía real como de la bursátil, se encuentran afectadas en su naturaleza de intercambios, por circuitos globales más o menos liberalizados, los cuales están ineludiblemente afectados por políticas nacionales en los diferentes países.
Existen ocasiones en que estas fuerzas caminan unas a contrapecho de las otras. Todo ello en medio de circunstancias que parecieran contradictorias. Por ejemplo, recientemente, a mediados de este año 2024, autoridades más que liberales del gobierno de Javier Milei en Argentina se decidieron por ciertos controles de divisas, todo ello, en nombre de poder encaminar la economía del país austral por sendas de crecimiento de producción, generación de empleo y de estabilidad de precios. Con ello se toma en consideración el conjunto de las tres variables “vitales” de la economía de todo país.
Es de tomar muy en cuenta la dinámica de las economías que son las locomotoras del crecimiento y la estabilidad económica global: Europa, China, Estados Unidos. Lo que tenemos ahora es un escenario turbulento, aún no superado, originado en la crisis 2007-2008. Es deseable, hay consenso en esto, en tratar de efectivamente regresar a las dinámicas productivas de mercado, de los años 1945-1975: los treinta años de estabilidad, crecimiento y mayor desarrollo económico en el planeta.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Universidad Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario
(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)