Angustia existencial | El Nuevo Siglo
Miércoles, 1 de Abril de 2020

La situación que atraviesa el planeta es alarmante y, en Colombia se constata la peculiaridad de la cultura propia de su ancestro, su colectiva idiosincrasia. Examinar todos sus caracteres es un estudio que demanda la comprensión de su tara y reconocer las secuelas que ha tenido que padecer desde cuando fue invadido este pueblo por los descubridores del continente. Colonialistas que derribaron la religión de los indígenas y de ahí germinó la debilidad mística que contaminó su Fe. ¡En sí mismo!

Creer que el hombre es libre y que Dios lo respeta en su destino es una duda que surge de la discusión del enseñado libre albedrío y este es un conflicto que, inconscientemente, atormenta ahora. Quienes suponen que su existencia no depende de su voluntad sino de la surte que le brinde el “coronavirus” y, obviamente, tal sentimiento provoca una angustia que arrebata su conciencia, su Paz. Fue esta pelotera pinchada por la ceremonia que el Papa Francisco divulgó, rogándole al Señor su bendición para la humanidad, frente a la enmarañada amenaza del virus. Hay que derrotar esa corona con la fuerza de voluntad.

 Si se cree fielmente que la fuerza de voluntad domina la existencia del ser humano, se puede vencer la ansiedad que deprime a los hombres, porque el optimismo arruina la angustia, una de las raíces de la perdida de la buena suerte que debe gobernar al espíritu humano.     

¿Qué se está verificando? Una depresión colectiva motivada por el trato que al fenómeno se le está dando a través de los medios de comunicación. Hay que apadrinar el autodominio,  deducción asumida después de interpretar las conjeturas de Soren Kierkegaard; repasar las reglas que meten en la cabeza el soportar las tormentas emocionales disciplinando el temperamento  estimulando el optimismo con impactos favorables y no aterradores, espeluznantes: vencer el miedo. Controlar las excitaciones perturbadoras infundiendo a cada uno un espíritu creyente en su capacidad de voluntad para proteger tanto su psiquis como su físico, dos indivisibles componentes del ente humano.

Resumo advirtiendo la depresión que estimula el suicidio de los intimidados por el pánico y deduciendo que todo es mandato Divino; razonable enseñar que las restricciones personales no son un castigo, son una vacuna que protege para evitar la contaminación y el sacrificio personal y colectivo. Los comentaristas deben dejar de ser tan negativos, por el contrario, deben sugerir el éxito individual y de todos, si miramos la crisis como algo que se puede derrotar con la fuerza de voluntad, la fuerza inteligentes más poderosa del ser humano.

Divulgar alegremente en la radio, en la televisión, en las revistas y periódicos y en todos los medios parecidos, una noticia positiva y no amenazadora, convencer para que se luche con euforia jubilosa para superar una epidemia que históricamente se ha consumido. Confirmar el libre albedrío y no admitir que se está condenado y con mayor peligro por los policías que intimidan, estimular una sana catarsis.