Cecilia en el espejo, "remembranzas de una rectora policía" | El Nuevo Siglo
Foto: Cortesía
Lunes, 24 de Abril de 2023
Redacción Cultura

Por Emilio Sanmiguel

Colaborador de EL NUEVO SIGLO

Es como si a sus ochenta y tantos la protagonista de este libro se haya permitido un alto en el camino para enfrentar el espejo y ver pasar la novela de su vida. Desde su infancia, cerca del Parque García Rovira, plaza fundacional de Bucaramanga, hasta el día de hoy, cuando la vida le ha permitido el privilegio de experiencias a lo largo y ancho de este planeta.

Apenas de un alto. Porque entre sus planes no hay cabida para el retiro. Tal vez para la jubilación, pero no para abandonar las trincheras de sus intereses.

Cecilia es Cecilia Reyes de León. La primera mujer que en Santander resolvió que iba a ser algo más que la espectadora que observaba la vida desde la comodidad de un balcón. Con un diploma de bachillerato en la mano dio el salto al vacío, se apuntó en la lista de postulantes de la naciente Universidad Industrial de Santander UIS, fue aceptada y, con el tiempo se convirtió en la primera mujer profesional de Santander al obtener, el 6 de julio de 1959, el título de ingeniera química.

En este libro hay más, mucho más que el interés que puede despertar adentrarse en la experiencia de esta santandereana que ha dedicado su vida al servicio público. Se trata es de profundizar en el talante de una mujer, audaz, pero respetuosa del mundo que le tocó vivir.

“Remembranzas de una rectora policía”, título de esta autobiografía que dice mucho del talante de la protagonista. “Rectora policía”, el remoquete que le endilgaron cuando, como rectora de la UIS, hizo un pulso a muerte con los estudiantes para impedir el desastre final y la eventual desaparición de la universidad que le otorgó su diploma. 

En los muros del campus embadurnaron los estudiantes el “Fuera la rectora policía de la UIS” y en la puerta de su casa explotaron bombas para amedrentarla. Ni los grafitis ni las bombas consiguieron amilanarla. Antes bien, irónica y provocadora enmarcó la fotografía de las amenazas, misma de la caratula de sus memorias; desafiante la colgó en las paredes de su casa, para no olvidar cuál ha sido su lucha.

Pero no se trata de dañar la lectura de un libro que, más que «memorias» parece una novela de aventuras.

Tampoco se trata de un asunto de vanidad.

Porque si Cecilia Reyes de León resolvió llevar al papel el recuento de su vida, lo hizo luego de oír los argumentos de Dora Luz Campo, la misma que en 1975, cuando fue nombrada gobernadora del Risaralda resultó vetada por monseñor Darío Castrillón por su matrimonio civil con el ingeniero Mario Botero, compañero de Cecilia en sus años de estudiantes. Aquí no hay cabos sueltos.

Dicen mucho de nuestra protagonista sus memorias y por lo mismo tiene sentido su publicación.

Entrañan un mensaje para las mujeres y también para los hombres.

Llama la atención que, quien ha pasado media vida entre los vericuetos de la academia, deliberadamente esquive el lenguaje excluyente, abstruso y medio pedante de los letrados a favor de una prosa sencilla, fluida, directa, al alcance de cualquiera que abra un libro no destinado a dormir el sueño de los justos en los anaqueles de las bibliotecas académicas.

Flota en todos los renglones mucha ironía cuando, insisto, pone como carátula la fotografía del grafiti de su casa con el pretendido insulto estudiantil.

No elude dejar el testimonio de reconocimientos. El primero para su marido.; tan de avanzada, Arturo León, que la impulsó para alzar vuelo. A sus hijos que han sabido entenderla y quererla. También a su familia, los Reyes Duarte, que por sus logros forma parte de los apellidos ilustres de este país.

En 135 páginas está el testimonio de quien se ha dado el lujo de labrarse su propio destino sin pisotear a nadie, a punta de trabajo, de dedicación, también de sensibilidad por la naturaleza, por la música, por el cultivo de los afectos de la amistad.

Toda una novela. Dice ella que ha militado en el partido conservador toda la vida y hay que creerle. Pero toca añadir que debe ser la conservadora más progresista de que se tenga noticia.



Sorprendente que no haya militado jamás en las huestes del feminismo. Quizá porque más allá de ideologías, su personalidad le ha permitido alcanzar la igualdad y el respeto: quienes la conocen saben que mira de frente, no da rodeos y actúa con decisión.

Sus memorias son el manifiesto de quien ha conseguido hacer de su vocación un modo de vida, de quien ha logrado compaginar la profesión con la familiar, de quien demuestra que cada quien es el responsable de su destino. Sin embargo, para trasegar por la vida hay que tener aliados y valentía para levantarse después del tropezón.

Es verdad que, entrelíneas, y no entrelíneas, está la satisfacción de haber llegado a la rectoría de un par de universidades, lo mismo que haber sido viceministra y haber estado siempre en el ojo del huracán. También que le gusta ser colombiana, santandereana, madre, hija, esposa, abuela y rectora. Así despectivamente la llamen “Rectora policía”.

Pero, por encima de cualquier disquisición, parecería que a lo largo de esta aventura quiere decirle al lector: sólo hay un secreto para vivir, para ser y para volar:  educación.

A los ochenta y tantos Cecilia Reyes de León escribe sus memorias. Como dijo Wilde, si es capaz de confesar su edad ¡es capaz de todo!