MÁS ALLÁ del tono amistoso y la estrechada de manos, en Ginebra quedó claro que todos los puntos de discordia continúan sobre la mesa, sin que Washington o Moscú den muestras de querer ceder
NI SE mostraron los dientes rabiosamente pero tampoco se fundieron en abrazos fraternales. Esa es la lectura más acertada a lo que pasó en la cumbre ayer de los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin.
Al final del encuentro ambos mandatarios se mostraron moderadamente satisfechos tras esta primera cumbre, que se escenificó en Suiza, y que tenía como principal objetivo rebajar la tensión geopolítica y aminorar el tono de la beligerancia verbal de los últimos cinco meses entre Washington y Moscú.
"Las conversaciones fueron absolutamente constructivas", dijo en rueda de prensa Putin sobre la reunión de tres horas y media con Biden, quien en una conferencia de prensa distinta calificó de "bueno" y "positivo" el tono de la cumbre.
Aun así, el mandatario estadounidense aseguró que advirtió claramente a su par ruso contra los ciberataques y la injerencia de Moscú en asuntos internos norteamericanos.
"Le dije claramente que no toleraríamos los intentos (...) de desestabilización de nuestras elecciones democráticas y que responderíamos", aseguró Biden, en una referencia a la presidencial de 2016.
El dirigente norteamericano también le entregó una lista de 16 "infraestructuras críticas" (energía, distribución de agua,...) que, en su opinión, son "intocables".
Preguntado al término de la rueda de prensa por qué pensaba que Putin iba a cambiar su comportamiento, Biden se mostró molesto y dijo que nunca había sugerido tal cosa.
Ambos mandatarios también acordaron iniciar un diálogo sobre "ciberseguridad", tras los recientes ataques a infraestructura cibernética estadounidense que han desencadenado una escalada de tensiones entre ambas naciones.
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El presidente de EU indicó que ambos mandatarios han coincidido en encomendar a sus expertos "trabajar en entendimientos específicos sobre lo que está fuera de los límites y dar seguimiento a casos específicos".
A pesar de este aparente entendimiento, el presidente estadounidense ha advertido de que "si violan sus normas básicas, responderemos", además, Putin "sabe que hay consecuencias" si hay más intromisión electoral o ciberataques.
¿Guerra Fría?
En un gesto de apaciguamiento en sus tensas relaciones desde la llegada al poder de Biden a la Casa Blanca en enero, ambos mandatarios acordaron el regreso de sus respectivos embajadores.
Meses atrás, después que Biden comparara a Putin con un "asesino", Rusia llamó a consultas en marzo a su embajador Anatoli Antonov y su par estadounidense en Moscú, John Sullivan, volvió en abril a Washington.
Los embajadores "regresarán a su lugar de trabajo. Cuándo exactamente es una cuestión puramente técnica", dijo el mandatario ruso, quien también avanzó posibles "compromisos" para un intercambio de prisioneros.
Para Washington son claves los asuntos relacionados con los detenidos estadounidenses en Rusia, Trevor Reed y Paul Whelan, sobre los que Biden se comprometió a "dar seguimiento".
Sobre Biden, el jefe de Estado ruso dijo que era "una persona constructiva, equilibrada". "Algo que me esperaba", comentó.
Y sobre Vladimir Putin, su homólogo dijo que "lo último que quiere ahora es una Guerra Fría" con Estados Unidos, aunque reconoció las diferencias sobre la cuestión de los derechos humanos.
El ruso lanzó ante los periodistas una larga crítica contra Estados Unidos, evocando desde el ataque al Congreso el 6 de enero al bombardeo de civiles en Afganistán, pasando por la violencia policial contra la minoría afroamericana.
"Son comparaciones ridículas. Una cosa es que criminales rompan un cordón policial (...) otra es que el pueblo desfile hacia el Capitolio y denuncie que no se le deja hablar libremente", le respondió Biden.
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El estadounidense, que antes de viajar a Ginebra se reunió con sus aliados del G7, la OTAN y la Unión Europea (UE), había advertido esta semana que la muerte del opositor ruso Alexéi Navalni "deterioraría las relaciones".
Sobre la suerte del opositor encarcelado tras estar a punto de morir por un envenenamiento que atribuye al Kremlin, Putin se limitó a decir que "este hombre sabía que violaba la ley en Rusia".
En relación a este caso, Biden comunicó a Putin que "no se trata solo de perseguir a Rusia cuando violan los derechos humanos, se trata de quiénes somos", por lo que seguirá planteando "cuestiones de libertades fundamentales". En este sentido, advirtió que "las consecuencias" de una hipotética muerte de Navalni "serían terribles para Rusia".
"Dos grandes potencias"
A pesar de las tensiones, la cumbre celebrada en la elegante Villa La Grange comenzó con un apretón de manos entre ambos dirigentes.
Biden había propuesto al inicio de las discusiones a su homólogo ruso una relación más "previsible", estimando que "dos grandes potencias" debían gestionar sus desacuerdos de forma "racional".
En los últimos días los observadores recordaban la célebre cumbre en Ginebra entre los presidentes Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en 1985, que marcó el comienzo del deshielo de la Guerra Fría.
El presidente ruso tiene una larga experiencia en materia de cumbres. Desde que llegó al poder a fines de 1999 ya se codeó con cuatro presidentes estadounidenses. Biden es el quinto.
Muchos expertos coinciden en que Putin ya logró lo que más deseaba: la celebración de la cumbre como muestra de la importancia de Rusia en el escenario mundial.
Biden le regaló a Putin su modelo de gafas de sol preferido, tipo aviador, y la escultura de un bisonte americano de cristal.
Al irse, Putin aseveró: "tienes que mirar alrededor tuyo y decirte que éste es un mundo maravilloso".
Más brusco, Biden se despidió diciendo: "hice lo vine a hacer".
¿Y ahora?
Frente a lo que puede pasar en el futuro, Biden explicó que durante la reunión trasladó a Putin que la agenda de su Administración "no es contra Rusia", sino para defender "al pueblo estadounidense". Además, añadió que tras la cumbre considera que "hay una perspectiva genuina de mejorar significativamente" las relaciones bilaterales.
Los próximos meses, por tanto, serán una "prueba" para comprobar si la reunión de ayer sirvió para acercar posturas. De hecho, el jefe de la Casa Blanca indicó que aunque "el tono de la reunión ha sido muy productivo y positivo", hay algunos puntos "en los que no estuvimos de acuerdo", que sin embargo no han producido tensión entre ambos.
En relación a la importancia de este encuentro cara a cara, Biden explicó que era necesario reunirse en persona con su homólogo para "que no pudiera haber errores o tergiversaciones sobre lo que se quería comunicar".
Tras enumerar los logros de la reunión, Biden sostuvo que esta sirvió para "identificar áreas de trabajo práctico" para promover el interés mutuo, "comunicar directamente que Estados Unidos responderá a acciones que perjudiquen" sus intereses o los de sus aliados y "exponer claramente las prioridades y valores" del país.
El titular de la Casa Blanca reiteró que "lo último que quiere ahora (Putin) es una Guerra Fría", no "la está buscando", aunque el presidente ruso sigue preocupado porque Estados Unidos busque "derribarlo". No obstante, estas preocupaciones "no creo que sean la fuerza motriz en cuanto al tipo de relación que está buscando con Estados Unidos", matizó Biden. /AFP, Europa Press y EL NUEVO SIGLO.