Una vez a un grupo de periodistas que participaba de un diplomado en la Universidad Javeriana explicó que para describir con la mayor precisión posible cada detalle de sus obras era necesario “aplicar estrictamente el rigor periodístico”.
Y puso un ejemplo para ilustrarlo: “En una de mis novelas yo quería describir que era un día gris pero con un halo de esperanza. No supe cómo decirlo, me tocó acudir al maestro David Manzur, y él me dio un curso intensivo sobre la combinación de colores y sus significados”.
Así fue como se ganó la credibilidad que por más de 60 años acompañó al gran maestro Germán Castro Caycedo, quien falleció producto de un cáncer de páncreas el pasado miércoles en Bogotá, a sus 81 años de edad.
El maestro fue periodista por vocación y cronista por antonomasia, pues en cada situación de la vida diaria encontró siempre una historia que contar y siempre lo hizo con lujo de detalles y con el conocimiento del filólogo.
Por eso repetía que “escribir una crónica es narrar la vida, pero narrarla bien”.
Nacido el 3 de marzo de 1940 en Zipaquirá, el gran cronista transpiraba periodismo puro, oficio que comenzó a ejercer siendo aún estudiante de bachillerato en ‘La voz de Cundinamarca’, emisora local en la que dirigió el programa ‘Oro y grana’, un programa semanal de media hora que luego trasladó a la Emisora Mariana en sus épocas de estudiante universitario.
Pero su labor profesional comenzó en 1962 en Deporte Gráfico, revista con la que tuvo la oportunidad de recorrer buena parte del continente acompañando a ‘Cochise’ Rodríguez, de ahí que siempre dijera que “donde hay un deportista colombiano debe estar un periodista”.
En 1966 fue reportero del rotativo bogotano La República, y al año siguiente pasó a El Tiempo, donde permaneció por diez años.
Allí, una crónica que escribió sobre varios cráneos humanos hallados por el Ejército en el páramo de Pisba, en Boyacá, y que podrían ser de soldados del Ejército Libertador, le hizo ver que lo suyo no eran las noticias de última hora ni el afanado cierre de páginas, sino la crónica, género que requiere no solo mucha creatividad sino una alta dosis de investigación en profundidad y la precisión del cirujano.
Pero fue una década después que comenzó a escribir su propia historia como escritor consagrado y, sobre todo, creíble. Ese año, 1976, apareció su primer libro, ‘Colombia amarga’, diez crónicas que reflejan con crudeza la más cruel de nuestras enfermedades endémicas: la violencia.
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Obra prolífica
Después vendrían otros títulos que lo consagraron como uno de los más grandes escritores y cronistas de nuestra época: ‘Perdido en el Amazonas’ (1978); ‘Mi alma se la dejo al diablo’ (1982;, ‘El Karina’ (1985); ‘El hueco’ (1989); ‘El huracán’ (1991); y ‘La bruja’ (1994).
Casi tres docenes de libros llevan su firma.
Para ese momento ya ‘El Karina’ había sido traducido a nueve idiomas y lo había consagrado como escritor y cronista en el mundo entero.
Casi al mismo tiempo irrumpió en RTI Televisión con el programa que marcó toda una época: ‘Enviado Especial’, programa que se emitió todas las semanas durante dos décadas en 1.018 capítulos de investigación escrita con criterio periodístico.
A lo largo de su prolífica carrera como cronista, periodista y escritor, el maestro Castro Caycedo recibió 11 premios de periodismo nacionales y 8 internacionales, incluyendo el Premio Rodolfo Walsh (1999) que le fue concedido por la apasionante historia de ‘El Karina’; además del Premio de Periodismo Planeta en 2005 por ‘Que la muerte espere’.
Merecidamente, en 2015 ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar a la ‘Vida y obra de un periodista’.
Sin duda, el maestro y cronista de cronistas, ha sido el escritor más leído por sus obras de no-ficción, al punto que la crítica especializada siempre ha dicho que Germán Castro Caycedo fue, en sí mismo, todo un género literario.
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Fiel y discreto
Su esposa, la también periodista Gloria Moreno, contó a la Radio Nacional algunos detalles personales y familiares de su relación con don Germán. Por ejemplo, que el gran maestro tenía cáncer de páncreas desde hace aproximadamente un mes, secreto que siempre guardó con discreción y lo asumió con entereza.
Dijo que cuando los médicos le preguntaban “Don Germán, ¿alguna inquietud o una preocupación?’, él siempre respondió: ‘no, doctor, ninguna’. Yo le preguntaba: ‘¿Qué sientes?’, Y él decía: ‘amor por ti, amor por ti’”, recordó.
Doña Gloria rememoró que conoció a don Germán trabajando en el diario El Tiempo, y que estando en Francia ya sabía de su reconocimiento internacional, por eso cuando regresó al país quiso conocerlo.
“Nos conocimos y a los ocho meses me estaba proponiendo matrimonio; fue cuando Germán dio el salto de El Tiempo a RTI Televisión y empezó a trabajar en el programa Enviado Especial. Había una mayor holgura económica y ahí comenzó nuestro recorrido. Duramos 45 años de casados y como le dijo en estos días a la médica que lo atendió en la Clínica Reina Sofía: ‘Hace 45 años se me apareció Dios’. Siempre me manifestó su amor”, expresó la periodista.
Con Gloria el maestro tuvo sola una hija, Catalina, y le quedan dos nietas, una niña de 11 años (Maía) y otra de 9 años (Nina). Siempre describía las cosas lindas de su hija Catalina y de sus nietas.
El maestro de la crónica siempre vivió preocupado por la situación del país, y por ello vivía documentándose. Últimamente estuvo interesado en el tema del glifosato aunque trabajaba de manera simultánea en varios proyectos de investigación, y por cada uno llevaba una libreta de apuntes. En su casa hay centenares de ellas.
La esposa del gran maestro contó que al día siguiente de su fallecimiento había más de 8 millones de personas hablando de él en Twitter. “Tenía tanta credibilidad porque siempre respetó al otro, prefería darle una entrevista a un joven que a un medio de comunicación. Le interesaba muchísimo poderle contestar y ayudar a un periodista en formación”, señaló Moreno.
Y es que no queda duda de que Germán Castro Caycedo ocupa desde muchos años un lugar destacado en la cúspide de la literatura y el periodismo colombiano, y que el título de su último libro, publicado hace apenas dos años, resume su propio legado: ‘Huellas’.