La convicción de gozar de una potente voz que viene de las raíces musicales del Pacífico colombiano, que entona melodías del género lírico, así como la fortaleza para superar las barreras culturales y sociales, han convertido a Betty Garcés, en una de las cantantes afrocolombianas de ópera más destacadas de la escena nacional e internacional.
Una voz que el país podrá volver a escuchar desde el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el próximo 28 de julio, junto a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, en un concierto bajo la batuta de Alejandro Roca, con obras de Giuseppe Verdi, George Gershwin, Xavier Montsalvatge y Richard Rodgers.
La soprano oriunda de Buenaventura, quien cuenta con una brillante carrera internacional y recientemente fue incluida en los 50 Creativos Forbes 2020, habló con EL NUEVO SIGLO sobre su carrera como cantante, las luchas que ha tenido que sortear en escenarios desconocidos y su regreso al país con la Sinfónica.
EL NUEVO SIGLO: ¿Cómo inició su encuentro con la música?
BETTY GARCÉS: Mis primeros encuentros con la música fueron realmente con la que estaba a mi alcance, de mi niñez, con la música folclórica del Pacífico colombiano y la salsa, que era la que mi papá amaba porque él se dedicaba a reproducir sus LP’s y sus colecciones de salsa clásica todos los días mientras estaba en la casa.
Así que crecí con esa influencia y estos fueron mis primeros encuentros, donde tuve mis entrenamientos auditivos, musicales y donde empecé a identificar diferentes melodías y a memorizarlas, a tararearlas sin proponerme que terminaría dedicándome al canto y a la música.
ENS: ¿En qué momento se cruza en su vida el género lírico?
BG: El canto lírico se cruza en mi vida de una manera inesperada cuando me presenté para estudiar música en el Conservatorio Antonio de María Valencia. Yo realmente quería estudiar guitarra cuando era pequeña, pero no teníamos en Buenaventura un profesor que me enseñara.
Luego, a los 14 años me fui a vivir a Cali para terminar el colegio y cuando me gradué mi hermana mayor me aconsejó presentarme a los exámenes de admisión para música en el Conservatorio, entonces me inscribí para tocar guitarra y me empecé a preparar con una profesora, pero ella me dijo que era mejor que me inscribiera en varios instrumentos porque había pocos cupos, así que me inscribí también para canto. Una semana después me dieron el cupo para canto, lo que me sorprendió porque no lo tenía pensado. Lo acepté y emprendí este camino sin conocer el género, sin haber escuchado nunca antes cantar ópera o lírico y sin conocimientos acerca de la música clásica.
En este camino ha habido personas claves que han sido como esos tutores y mentores que me han ido ayudando a encontrar el camino y la maestra Ivón Giraldo, quien hacía parte del jurado en ese momento de la admisión, fue una de las primeras porque a pesar de que sabía que no conocía el género se puso a la tarea de presentármelo. Ella me llevaba a su casa, me mostraba grabaciones de sus cantantes de ópera favoritos y entre ellas estaba una cantante afroamericana maravillosa, llamada Jessye Norman, quien me impactó tanto y tocó tan profundamente mis sentidos y mi corazón que a partir de ese momento supe que quería dedicarme a hacer eso. Fue un momento crucial donde me comencé a enamorar de este género.
ENS: ¿Cómo fue la experiencia de dar el salto al exterior?
BG: Todo ha sido muy guiado, como si todo ya hubiese estado preparado de antemano. Cuando estaba en la mitad de mis estudios, tuve una gran oportunidad que fue conocer al maestro Francisco Vergara, un cantante caleño que trabajó muchísimos años en la Ópera de Colonia en Alemania y él llegaba a Cali a hacerse cargo del taller de ópera en el Conservatorio.
La maestra Ivón organizó un recital de los estudiantes para él, recuerdo que canté V’adoro, pupile de Cleopatra, y al final el maestro se interesó en mí y me habló por primera vez de la posibilidad de irme a Alemania a seguir formándome y especializando. Ese momento fue muy importante para mi vida porque hasta ese momento mi perspectiva era muy corta.
El maestro Francisco, que conocía mi situación porque no era posible para mis padres financiar un viaje de este calibre, se propuso esa misión y empezó a contactar a muchas personas, para juntar presupuesto para crear una beca que me permitiera dar este paso para ir a Alemania y hacer mi primera especialización.
A comienzos del 2009 viajé a Alemania para cumplir con este sueño, allí comencé mi curso de alemán, que duró ocho meses, tiempo en el que también me estaba preparando para los exámenes de admisión para las escuelas superiores de música en Alemania con la maestra colombiana Lía Montoya, quien también preparó a otros cantantes líricos colombianos. Luego me presenté en las admisiones y de una lista de 200 personas que acudieron a la Escuela Superior de Música de Colonia, pasaron a la segunda ronda 40, de las cuales seleccionaron a 10, entre ellas estaba yo.
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ENS: ¿Cuáles han sido las luchas que ha afrontado a lo largo de su trayectoria?
BG: Hay muchísimas luchas y las sigue habiendo. Pienso que es algo que hace parte de nuestra vida y lo importante es aprender a sortearlas.
Una de las luchas más difíciles ha sido el tema de la soledad porque esta es una profesión bastante solitaria, aunque no para todos, para algunos significa no tener un lugar base donde vivir durante muchos años y pasar la mayor parte del tiempo solo en un hotel.
Retos grandes también está el salto de Colombia a Alemania y el proceso de entrar a la Escuela Superior de Música y sin conocer mucho al respecto. Tener que comenzar a fluir dentro de un sistema totalmente nuevo. Además, me fui sin hablar el idioma, pero lo bonito fue que estaba tan feliz de vivir esta experiencia única, que esto hizo que el proceso fuera muy enriquecedor porque después de seis meses ya estaba hablando alemán.
También era la única estudiante afro en la escuela en ese momento, solamente había una persona más que era mi profesora de canto y esto hizo también que viviera algunas experiencias que fueron difíciles para mí porque fue donde aprendí cómo la gente me percibía. Reconozco que tenía una manera muy inocente de verme a mí y al mundo en ese momento, siempre he sido una persona que cree en la gente, que ve más allá de lo físico, que espera a conocer a las personas antes de hacerme una idea, pero esto mismo no ocurría conmigo porque tienen unos códigos diferentes de asimilar ciertas realidades. Para muchos de los estudiantes y profesores yo era la rareza, la estudiante exótica que viene desde el otro lado del mundo, que se ve y suena diferente y para muchos esto era positivo, pero para otros no tanto.
ENS: La próxima semana se presentará en concierto con la Sinfónica Nacional de Colombia, ¿qué representa tener este espacio con la orquesta y regresar al país?
BG: Es una alegría y un honor muy grande regresar a Colombia y tener la oportunidad de presentarme en escenarios nacionales y en especial en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.
Tuve la oportunidad hace muchos años de hacer unos conciertos con la Sinfónica y después de toda esta locura de la pandemia, tengo la oportunidad de nuevo de presentar este programa tan especial junto a ellos.
La Sinfónica es una institución supremamente importante para Colombia, en los procesos musicales de nuestro país. Cuando tuve la oportunidad de venir por segunda vez a Bogotá y tener un concierto grande, fue junto a la Sinfónica y su recibimiento fue maravilloso porque compartí con ellos, aprendí de esas experiencias y sobre todo por la aceptación, el respeto que me brindaron y el apoyo para seguir creciendo como artista. Entonces es algo bastante especial en mi corazón, ha sido como compartir con mi familia y sé que en esta ocasión no será diferente.