Por: Pablo Uribe Ruan*
Análisis EL NUEVO SIGLO
Hasta hace no mucho, y por casi 45 años, Irán fue un gran aliado de Siria. Bajo dos dictaduras, ambos estuvieron unidos bajo el interés de proteger sus regímenes autoritarios y desafiar cualquier intento imperialista en sus zonas de influencia, con una posición antinorteamericana como principio base.
Con la caída de Bashar al-Asad, el sábado, el llamado “eje de resistencia”, conformado por Rusia, Irán, el Líbano y otros países, pierde un aliado fundamental. Esto trae como consecuencia un vacío de poder que va a ser llenado por un aparente gobierno de coalición en Siria, que, sin ser aliado de Israel o Estados Unidos, tiene una clara posición en contra de Teherán o Moscú.
Desquebrajada la alianza, numerosos analistas apuntan a que el fin del régimen de los Assad genera un cambio en el equilibrio de poder en Medio Oriente y abre, incluso, nuevos interrogantes sobre la estrategia geopolítica de Rusia en la región y sus zonas de influencia.
Perdedores
A lo largo de 13 años, el “eje de resistencia” se acostumbró a acumular victorias. Los esporádicos levantamientos de civiles contra los Ayatolás en Irán han sido reprimidos por las fuerzas leales al régimen, mientras que al-Assad logró mantenerse en Damasco, protegido por la milicia urbana libanesa, Hezbolá, y por la Guardia Revolucionaria de Irán. Detrás de ellas, como potencia militar, Rusia bombardeó una y otra vez las bases de los rebeldes en el sur de Siria, y le aseguró el terreno a al- Assad.
Derrocado el dictador, todo lo anterior ha quedado en entredicho. El “eje de resistencia” ha perdido Siria y cada uno de sus integrantes enfrenta una serie de desafíos causados por la caída de su socio.
Históricamente el más cercano a los al-Assad, Irán es el que más pierde de todos. La vital conexión terrestre por vía de Siria entre su milicia “proxy”, Hezbolá, y el régimen, queda cortada con la llegada del nuevo gobierno de coalición sirio. Sin este paso, los Ayatolás se quedan sin la conexión directa con Hezbolá, cuya sede está en la parte sur de Beirut, y dejan de tener una salida por el Mediterráneo.
Irán, a su vez, entra en un periodo de incertidumbre. Los Ayatolás ahora se enfrentan al fin de un régimen aliado que logró subsistir por medio de prácticas represivas que al final no fueron suficientes para frenar el cambio de régimen. El modelo sirio, respaldado y copiado ahora por los Ayatolás, ha fracasado, demostrando que la represión unidireccional, sin acuerdos ni compromisos políticos, no funciona, salvo en regímenes consolidados, como China.
En momentos en que Israel ha atacado a sus máximos líderes y Donald Trump está a punto de posesionarse como presidente de los Estados Unidos, Irán puede radicalizarse o negociar. Según Paul Salem, vicepresidente de Compromiso Internacional, un centro de pensamiento, “Teherán podría redoblar su estrategia fallida de apoyar a las milicias en Irak y Yemen; por otro, está dando señales de que está abierto a un nuevo enfoque, incluida la negociación con las potencias regionales y la administración entrante del presidente electo Trump. Los países del Golfo y Turquía están convenciendo a Irán para que opte por esta última opción”.
Rusia
Al norte, a miles de kilómetros, Rusia le ha concedido el asilo a al-Assad, a quien apoyó durante 13 años movilizando a miles de hombres para enfrentar los diferentes bandos que han conformado la oposición armada siria.
La caída de Damasco, forma como la prensa rusa tituló el fin de la era de al-Assad, ha sido vista como una “catástrofe geopolítica”. Alexander Dugin, el líder hipernacionalista que es el faro intelectual del proyecto expansionista de Vladimir Putin, escribió en redes sociales: “lo sucedido es un enorme golpe a la influencia y el prestigio regional de Rusia”.
En Siria, Rusia tiene una de sus bases más grandes, la instalación naval de Tartus, que fue alquilada por los rusos en 2017 por 49 años, y cuenta con el aeródromo de Jmeimim. A través de estas bases, Rusia ejerce su autoridad en Medio Oriente y África, donde participa en conflictos lejanos en Libia, Sudán, República Centroafricana, Malí y Níger.
Los rebeldes sirios han anunciado que Rusia no tendrá el mismo trato que Irán. En una de sus primeras declaraciones, afirmaron que “el pueblo sirio no está en contra de Rusia”. Más allá de los anuncios, queda claro que los derrocadores de al-Assad al momento de entrar a Damasco saquearon la Embajada de Irán, mientras que protegieron la de Rusia.