El Eje: paraíso que no solo huele a café | El Nuevo Siglo
Foto El Nuevo Siglo - Cindy Serrano
Domingo, 26 de Agosto de 2018
Cindy Johana Serrano

Los antiguos buscadores de tesoros siempre pensaron que “El Dorado” estaba oculto entre las profundidades de Cundinamarca. Posiblemente nunca lo encontraron, no porque el hecho de que sea una leyenda, sino porque buscaron en el lugar equivocado. Sí, tenían que buscar entre las densas montañas, pero en las del Eje Cafetero, la rica región del centro del país que, en definitiva es un paraíso porque lo tiene todo.

“Lo único que no germina aquí son monedas”, dijo por ahí un abuelo pereirano de ‘raca mandaca’. Y tiene toda la razón. Esa simple frase resume, en gran parte, lo que es hoy esa pujante zona montañera, ansiosa de mostrarle a esta Colombia desconectada y a este mundo curioso lo que se puede encontrar allí.

Gracias a su privilegiada ubicación y accidentado relieve, el Paisaje cultural cafetero es mucho más que la “meca” del grano insignia de Colombia, con paisaje espléndido, y quien lo haya visitado recientemente, probablemente llegará a la misma conclusión que yo.

eje cafetero

Mirando más allá de los cafetales

Juan Valdez, con su icónica imagen del tradicional caficultor acompañado de su burro, fue la primera señal que le mostró al mundo, a través de las películas, la televisión y los medios, que Colombia tenía una nueva cara, una en la que su amable gente y el exquisito aroma a campo cafetero eran un resumen de la verdadera identidad nacional.

Y si  la atormentante sombra del narcotráfico, con todos los graves estragos que produjo décadas atrás parece que aún tardará un tiempo en borrarse, sin duda, los pasos que se han dado desde entonces han sido inmensos para demostrar que esta tierra pujante, próspera, llena de frutas, flores y café dan más de qué hablar que el mismo pasado.  

Teniendo en cuenta esos antecedentes es vital que la gente entienda la revolución de lo que está pasando en esa cordillera. Además de la industria agrícola, es el turismo el que será una “gran mina de oro” en el mediano y largo plazo. ¿Quién se resistiría a disfrutar de los millones de tonos verdes de las montañas, el cielo azul y los destellos del sol, que, juntos, conforman una composición única como en una pintura de Monet?

Y es precisamente con esa propuesta que el Eje Cafetero se presenta tanto al interior como al exterior del país: es una región en la que se puede hacer de todo, al mismo tiempo que se descubre esa Colombia que permaneció oculta ante los ojos de todos, en la que una simple taza del mejor café del mundo, un aire limpio y la arrolladora calma resultan siendo uno de los pilares de la oferta turística que crece en potencia.

Es bien sabido que la apuesta que el Eje Cafetero ha hecho al turismo no es nueva pero con los años se ha ido consolidado y se ha convertido en una de las regiones más visitadas del país - en gran parte por la voluntad de entidades como Fontur o el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo-, tanto por extranjeros curiosos por la biodiversidad, como por nacionales en busca de nuevas experiencias. Sin embargo lo que hay hoy es novedoso y súper atractivo.

Para quienes van en busca de una tradicional experiencia cafetera, algunas de las grandes y medianas fincas han transformado sus clásicas instalaciones en hoteles de lujo, que combinadas con los recorridos turísticos a través de los cultivos de frutas un tanto exóticas como la badea, la guayaba peruana, el níspero, y los tradicionales como la naranja, la toronja, el maracuyá; se vuelven un recorrido muy apetecido por empresarios, familias y aventureros.

Literalmente, con las botas puestas, el canasto amarrado, el sombrero paisa y con el poncho al hombro, usted podrá eclipsarse con la tierra fresca, el cantar de aves únicas en el hemisferio, y absolutamente, con el variopinto mundo cafetero exclusivo de esta región, pues es aquí y no en otro lugar, a través de las degustaciones y la experiencia de recolectar y probar un grano de café del árbol, que usted podrá entender por qué en Colombia se produce el mejor café del mundo.

Flores, flores y más de flores

Un día un visitante de Nueva Zelanda le dijo a Don José, un acérrimo floricultor del departamento de Caldas, que el paisaje que se podía ver en lo alto de su finca La Romelia, a pocos kilómetros de Manizales, era de una las imágenes más impactantes que había visto en su vida. Don José le preguntó, “¿pero sí usted viene del país más bonito y verde del mundo, por qué se sorprende?” y él le respondió: “sí, quizá vengo del país más lindo del mundo, pero no del más verde. Don José, lo que usted tiene en el patio de su casa es un paraíso”.

Esa pequeña historia es una de las tantas que Don José suele contar a quienes van en búsqueda de uno de sus catálogos de orquídeas, los más completos que quizá, hay en Colombia. Cientos de parejas de jóvenes y adultos, provenientes de todos los países, han disfrutado de la hospitalidad de él y de su esposa, que junto con la arrolladora explosión de colores de las flores -las campeonas de la casa-, se han vuelto una razón por la que se hace tan difícil la hora de partir, de poner fin a una experiencia inigualable.

Al igual que el café, las flores hacen parte de lo que se muestra en el exterior. Por ello, un recorrido a través de los viveros y los campos colmados de flores, también deben incluirse en la agenda del viaje, bien si se va en plan descanso o en de adentrarse en las raíces de la región. Alejado del ruido, el acelere y la contaminación, este tipo de turismo experiencia, es una propuesta distinta para quienes la naturaleza es su debilidad.

La colección de Don José es inmensa y exótica. En sus “cuentas alegres” promedia que tiene 850 especies de orquídeas originarias de todos los continentes, donde las endémicas colombianas son las “consentidas”. No obstante, en 40 años de recolección de semillas y plantas, es lógico que ya ni sepa el total de su majestuosa y colorida obra.

Orquídeas y café son sin duda dos fieles retratos de lo que el mundo sabe del país. Vivir la experiencia de recorrer los campos, sumergirse entre los aromas y sabores y cautivarse con los colores, no sólo es una oportunidad para hacer otra clase de turismo, sino de descubrir una Colombia que encontró en la tierra el verdadero “Dorado”.