Fragmentos, espacio de arte y memoria, en alianza con el Museo Nacional, abre sus puertas este 15 de septiembre para darle vida al trabajo de la artista colombiana Beatriz González, a quien se le hace un homenaje con “Bruma”, una exposición que recoge su propuesta más reciente.
Con la curaduría de María Belén Sáez de Ibarra, la muestra es una conmemoración de la desaparición forzada a través de las pinturas de González; una memoria cubierta por la bruma que aún no devela tantas historias, tantos nombres, tantas vidas deshechas, tanta verdad.
En ella se exhiben 27 piezas reunidas alrededor de una gran instalación realizada en papel de colgadura, comisionada para esta exposición, con la que sus “Auras anónimas”, obra que configura el monumento en los columbarios del Cementerio Central, que aún espera su consolidación como espacio público y su restauración, se traslada simbólicamente al contramonumento Fragmentos para seguir resistiendo.
Se suman a esta gran instalación más de 20 pinturas recientes y seis libretas de dibujo. Bruma también es el feliz encuentro de Beatriz González y Doris Salcedo, dos de las artistas más representativas del arte contemporáneo, maestra y alumna, que han dedicado su trabajo a develar la historia de nuestro país.
Bruma se enmarca dentro de la programación por la paz y por la vida liderada por la ministra de Cultura, Patricia Ariza. La exposición está organizada por Fragmentos. Espacio de Arte y Memoria y el Museo de Arte Unal.
Inicio de un proyecto
El inicio de este proyecto fue a comienzo de 2022, cuando Doris Salcedo invitó a la maestra Beatriz González a exhibir en Fragmentos alrededor de 900 lápidas de “Auras anónimas” en su estado de afectación actual, que atestigua su historia de lucha por la supervivencia, pero el proyecto encontró dificultades de conservación y un cronograma que imposibilitaron su ejecución. La obra permanece custodiando este lugar. Este hecho se convirtió en una oportunidad creativa que extendió la vida de “Auras anónimas” en un nuevo trabajo de la artista, titulado “A posteriori”, donde seis de los ocho dibujos originales de “Cargueros” se repiten en pinturas convertidas en papel de colgadura, con tonos amarillos envejecidos por el tiempo, enmarcados en el negro robusto del arco de sus lápidas.
Así, los cargueros repiten sus marchas fúnebres a lo largo y ancho de la sala principal de Fragmentos, pero sus contornos ahora son difusos, etéreos.
“Aquí se retoma la intención que tiene mi obra, que es la repetición, porque hay que insistir mucho en Colombia, en ciertas frases, en ciertos pensamientos; es una insistencia en la situación del país, es una insistencia en que no se repita más”, señala Beatriz González.
Esta obra también contiene una vitrina de 15 metros como recurso de exhibición, donde se muestran otros personajes de Beatriz González que existen en las lápidas del cementerio de San Lorenzo, en Medellín. Son los “Excavadores”, cuyas figuras anónimas y sombrías cavan en la oscuridad incierta de la tierra.
De acuerdo con la curadora María Belén Sáez de Ibarra, la exposición refleja una imagen interior surgida desde lo profundo de la memoria de la artista plástico; imágenes que aluden a la muerte violenta y a la desaparición forzada, piezas en donde Beatriz González cuenta desde adentro con una iconografía que ha interiorizado tanto en una vida que ya no corresponde a una representación, sino a una encriptación de la memoria. Esto hace que estas pinturas sean eternas.
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Pinturas con movimiento
Imágenes que expresan la falta de claridad que enturbia la mente y que rodea a ciertos sucesos, donde las figuras se hacen difusas y se convierten en lo que Beatriz González llama las “antisiluetas”. Estas son figuras incomprensibles e ininteligibles, porque así es la situación nacional. En las pinturas pueden apreciarse unas “antisiluetas” que parecen estar en movimiento, que se funden con el paisaje rural investido de duelo, donde el negro se impone en las figuras y fosas, y se diluye con el azul de un cielo que recibe la noche, así como con los amarillos y verdes esmeralda que cubren las tragedias debajo de ellos.
“Me esforcé en buscar unos colores que son más referidos al duelo, porque son oscuros, como el negro sobre los zafiros de los cielos, que voy echando capa sobre capa sobre capa, con veladura. Siempre he usado la veladura, pero ahora más, para que nada tenga contorno porque así es la memoria traumática, nunca es clara”, señala Beatriz González.
Y bajo esta Bruma que todo lo cubre, pues todo está cubierto por ella, incluso las auras, también aparecen óleos de años anteriores, como “Dolores” (2000), “Verónica” (2003) y “Cada uno con su ofrenda” (2010), acompañados de pinturas recientes, como “Friso del duelo” (2017), “Enterrador de Barranca” (2019), “Variaciones de la Paz” (2019), “Miedo-Pánico I y II” (2019), “Libreta Funebria” (2019), “Da-ve-y-va I y II” (2020), “Cinta amarilla difusa” (2020), “Silueta de hombre con pica” (2020), “Panorámica agreste” (2021), “Proyecto Telón de Guerra y Paz I –Guerra” (2021) y “Cargueros con montañas” (2022), entre otras obras, además de seis libretas de dibujos que van del óleo al grafito, el carboncillo y la sanguina.
“Siluetas borrosas, como si el viento hubiera borrado la cara, las manos, los miembros. Hombres y mujeres que cavan y buscan. A veces desentierran. Alguien entregó un ataúd con los huesos dueños de una historia secreta, como en el verso de José Emilio Pacheco que nombra ‘A cada uno con su ofrenda’. Mujeres con cuerpos violentados han muerto con torsos y gestos crispados. Son muñones apenas. Cargueros con cuerpos cruzan montañas y parajes. También están borrados. Una mujer se cubre el rostro con ambas manos, no puede ver, no puede saber, no puede decir, sabemos que llora. La acompaña Verónica, la impronta sin vida del rostro de Beatriz González pintado por sí misma, que frente a Dolores es un manto de empatía sagrada”, resalta Sáez de Ibarra.
Beatriz González
Maestra en Bellas Artes (1962) de la Universidad de los Andes, Bogotá. Cursó grabado en la Academia de Bellas Artes de Rotterdam, Holanda (1966). Maestra honoris causa en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia (2000). Premio vida y obra del Ministerio de Cultura (2006) y doctora honoris causa de la Universidad de los Andes (2020). Su obra se ha expuesto en el país y el resto del mundo desde hace más de seis décadas en reconocidas instituciones, como Documenta 14 en Atenas y Kassel, el Museo de Bellas Artes de Houston, Capc Burdeos, el Museo de Arte Reina Sofía en Madrid, el Instituto de Arte Contemporáneo en Berlín, el Museo de Arte Mori en Tokio; MOMA en Nueva York y el Tate Modern en Londres, entre los más recientes. Su obra hace parte de prestigiosas colecciones, como el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, el Museo Nacional de Colombia, el Museo de Arte Miguel Urrutia, el Museo de Arte de Antioquia, el MOMA, la Tate Modern, Fine Art de Houston, Bellas Artes de Caracas, Museo de Arte Reina Sofía, Deutsche Bank en Fráncfort del Meno, entre otros.
Beatriz González es considerada una de las artistas más influyentes de Colombia. /Cortesía
En la exposición hay imágenes que expresan la falta de claridad que enturbia la mente y que rodea a ciertos sucesos