Saltos de libertad de la sargento Meneses | El Nuevo Siglo
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Sábado, 21 de Septiembre de 2019
Eduardo Carrillo

La desesperanza que le produjo verse reducida a una silla de ruedas a causa de una trombosis, en 2004, se transformó en el aliciente para vivir de Erika María Meneses, quien hoy ostenta el privilegio de ser la primera mujer instructora de paracaidismo y de salto libre en el Centro Nacional de Entrenamiento del Ejército, en el fuerte de Tolemaida, en el municipio de Nilo, en Cundinamarca.

La sargento primero Meneses, de 41 años, dice, todos los días que le agradece a Dios, a los médicos, a los terapeutas del Ejército y a su familia, el haber logrado superar la trombosis que le dio, precisamente, cuando estaba en embarazo de su segundo hijo.

“La vida da muchas vueltas, cuando terminé mi bachillerato en Amalfi, Antioquia, estudié para ser auxiliar de enfermería y una vez concluí mis estudios hice las prácticas en los batallones Pedro Nel Ospina y en el Atanasio Girardot”, señala.

Y continúa: “Fue en estas instalaciones militares donde atendí a muchos jovencitos heridos, quienes a pesar de sus graves lesiones, no tenían resentimientos y solo esperaban recuperarse para seguir sirviendo a la patria y volver al corazón de sus familias con la frente en alto por haber servido al país”.

La sargento recuerda que cuando regresó a casa, le contó a su mamá que se incorporaría a la Escuela de Suboficiales Inocencio Chinca, porque le había gustado el trabajo que se cumple en el Ejército y que además, desde niña, había soñado con vestir el uniforme militar.

“Mi mamá, incrédula, me dijo: usted que se va a ir para allá, no la veo en la vida militar. Usted es una niña mimada, delicada y muy consentida, aquí tiene todo y por allá estará solita y con la familia lejos y estoy segura que a la primera orden que le den en voz alta u oiga una palabrota o un madrazo, vendrá corriendo para la casa, no lo dude”, indica.

La suboficial apuntó que “en esa época le respondí a mi madre que no se preocupara, que no iba a salir corriendo, porque ya había tomado una decisión y que solo requería el respaldo de mis padres para poder salir adelante y aquí estoy después de 23 años y esperando con el favor de Dios y de los altos mandos alcanzar el grado de sargento mayor, en el próximo mes de marzo”.

“Ahora le digo a mi madre que si uno tiene un sueño y una decisión debe luchar para cumplir esas metas y salir adelante y aquí estoy en permanente aprendizaje para transmitir esos conocimientos a mis alumnos”, dijo.

Erika María en diálogo con EL NUEVO SIGLO explica que gracias a su trabajo conoció a su esposo Rolando Silva Monsalve, también sargento primero del Ejército. “Hoy soy una feliz madre de tres jovencitos que quieren ser profesionales. A ellos no les llama la atención la carrera militar”, sostiene.

Señala que “ellos son felices de tener a dos miembros del Ejército como padres. El mayor estudia Ingeniería Civil y va en sexto semestre, tiene 20 años; el segundo de 14 años está terminando la secundaria y el otro cumple seis años ahorita en octubre. Al menor sí le gusta el paracaidismo”.

“Nuestro hogar marchaba de mil maravillas, pero ocurrió el accidente que postró a una silla de ruedas a mi esposo, cuando adelantaba un curso de infiltración y el paracaídas se cerró, lo que generó una caída directa con resultados nefastos, pues tuvo una fractura de columna”, dice.

Añade que “ya sabrá la angustia y el dolor porque no sabíamos cómo iba a quedar y un hecho de esta magnitud afecta, sin lugar a dudas, a la familia. Sin embargo, Rolando me decía que no me preocupara que con el favor de Dios y de los médicos podría superar esa grave lesión sin volver al quirófano, por cuanto cumplía con todas las terapias y que tenía la mejor voluntad para volver a caminar”.

Pero la recuperación de su esposo fue exitosa “gracias a Dios, a su disciplina y a sus deseos de salir adelante para estar al frente de sus hijos y esposa. Hoy sigue con su carrera militar, hizo cursos de lancero, de explorador y patrulla”.

 

Enfrentar miedos

La mujer paisa, con ancestros chocoanos, narró qué en 2004, cuando estaba en embarazo y trabajando como auxiliar de enfermería sufrió una trombosis que la redujo a una silla de ruedas.

“Rogaba a Dios que me diera fortaleza para salir adelante, así como lo había hecho con mi esposo y todos los días llegaba en mi silla de ruedas para recibir las terapias, porque no me podían aplicar medicamentos por cuanto podría afectar a mi segundo hijo en gestación”, indica.

Señala que solo tiene palabras de agradecimiento para con sus médicos y terapeutas que siempre le dieron ayuda y estuvieron pendientes las 24 horas del día para su exitosa recuperación.

Precisa que en 2010, ya en el Centro Nacional de Entrenamiento, Cenae, en Tolemaida, tuvo la oportunidad de hacer parte de un curso de paracaidismo.

“Tomé la decisión para romper el miedo a las alturas y por los ánimos que me daba mi esposo que a pesar del accidente que había sufrido seguía saltando. Es necesario enfrentar y derrotar los miedos y qué mejor que aprovechar esta oportunidad que te da el alto mando militar para que puedas cumplir ese nuevo reto y alcanzar esa nueva meta que te propones. Sin pensarlo dos veces supe aprovechar esa oportunidad. De las 22 mujeres que aceptamos el reto solo terminamos 18”, sostuvo.

Luego, cuenta, que “ya de planta en la Escuela de Paracaidismo hice los cursos de empacador, salto libre y explorador y me dieron la oportunidad de enseñar todo lo que había aprendido y me enviaron a un curso de instrucción. No fue nada fácil, porque estaba en un mundo de hombres y para ellos era algo difícil que una mujer estuviera ahí, pero rápidamente empezaron a ayudarme y a darme ánimos. Siempre hubo absoluto respeto de nuestros mandos, compañeros de curso y de los subalternos”.

Revela que cuando hizo su primer salto de caída libre “aparecieron muchas emociones encontradas, fue el que más disfruté, porque era algo nuevo para mí y sobre todo que siempre recordaba lo que me decía mi esposo que no olvidara ningún paso de lo aprendido en los entrenamientos y además estaba rompiendo nuevamente mis miedos. Con disciplina todo se puede”.

Meneses asegura que “la única instructora como suboficial  y paracaidista experta soy yo, pero no me gustaría que ese paso quedara ahí que fue solo una y nada más. Me encantaría que otras mujeres, oficiales y suboficiales, siguieran mis pasos porque todavía hay mucho trabajo que hacer por nuestro Ejército. Las puertas abiertas no hay que dejarlas cerrar y por el contrario hay que abrir otras para seguir adelante”.