El artista Pablo Arrázola conectará a su público con una reflexión a través del mundo de los niños con su más reciente obra “Apuchumala”, una exposición presencial que será acogida por la galería Beatriz Esguerra Arte.
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La exposición, que está compuesta por aproximadamente 18 obras, estará abierta desde el 16 de octubre hasta el 13 de noviembre.
““Apuchumala” es un neologismo que, en su definición, hace referencia a un sentimiento ambivalente entre angustia, en el sentido intimidante y avasallador que sugiere la idea del infinito, y placer, en el sentido del deseo por el conocimiento. Este resulta de reflexionar sobre la insignificancia de nuestra existencia en relación con el universo”, señala la galería.
La presencia de los niños en cada obra se relaciona con que los pequeños en cierta edad de descubrimiento, se les presenta el mundo no como algo nuevo sino como algo enteramente propio. Según el artista, el adulto es esclavo de ciertos condicionamientos como la educación, la sociedad, la herencia cultural, la religión e incluso, su memoria.
Arrázola entiende la figura del niño como la última transformación del espíritu de Nietzsche: inocente, despreocupado, sin ataduras ni deber, empoderado con su propia voluntad y sin recuerdos o límites que lo coaccionen. Es libre, ya que en esta obra se le puede ver transformando y manipulando su realidad, así como su espacio como si se tratara de un juego, en busca de las respuestas a un mundo cuyas leyes y normas parecen no aplicarse en el mundo habitual, tal vez aún inconsciente de que sus límites son el marco y el papel que lo procede, a la vez que su realidad es en esencia, el dibujo mismo.
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Lo que ocurre finalmente en cada una de estas obras es un diálogo entre la figura y el medio. El papel es donde el espectador entabla una relación con la pieza que apela a su experiencia, sus motivaciones y su memoria. Cada niño es un reflejo, un juego de espejos que se repite con cada espectador como el aforismo del eterno retorno.
“Los niños rasgan, transgreden y adaptan su mundo en busca de respuestas a preguntas esenciales que nos cautivan como especie. ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?”.
En el trabajo del artista, la infinita y profunda palidez del blanco sobre blanco y su relación con los niños, conscientes de su condición en el medio, se vuelve una analogía, una imagen sugerente que invita al espectador a preguntarse por su propia realidad, a hacerse sus propias preguntas y encontrar sus propias respuestas.