Infernal travesía de haitianos para llegar a EE.UU. | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 25 de Septiembre de 2021
Redacción internacional con AFP

Emigraron hacia América Latina con la esperanza de una vida mejor antes de emprender el camino a Estados Unidos. Son miles de haitianos los que desde meses atrás han dejado su país, en una diáspora cada vez mayor pese a que muchos se quedan varados en Colombia, otros en México y más recientemente forzosamente regresados a su tierra natal, que no tiene les puede ofrecer nada ante la grave crisis económica y política.

Tras una verdadera odisea, Belton (quien no quiso dar su nombre real) logró pisar suelo norteamericano con su esposa e hijo de dos años. Sin embargo, el sueño por el que tanto luchó y que le llevó tres meses de viaje a través del continente americano, se rompió en pocos segundos cuando fue deportado y enviado de regreso a su país.

"Atravesamos nueve países. En el camino vimos muchos muertos, cadáveres. Dormimos en la jungla. Y ahora, se terminó", suspira sin tener la menor idea de lo que hará ahora para vivir.

Muchos se fueron de Haití hace años, como los que sirvieron como mano de obra barata para la Copa Mundial de la FIFA en Brasil en 2014. De allí se fueron a Chile, la economía más floreciente de la región, pero este país les cerró las puertas en 2018, lo que los obligó a reanudar su periplo, esta vez a los Estados Unidos.

"Vendieron todo lo que tenían en Chile y gastaron miles de dólares para cruzar América Latina. Y ahora regresan a Haití sólo con la ropa puesta", lamenta el economista Etzer Emile.

"No hay trabajo aquí"

La concentración de millares de migrantes, en su gran mayoría haitianos, en un punto de la frontera entre México y Estados Unidos, llevó a Washington a apurar la repatriación de esas personas sin permitirles presentar un pedido de asilo.

"Sabemos muy bien que éramos un problema" pero "enviarnos de regreso, ¿para hacer qué?", se pregunta en Puerto Príncipe Raphael, quien fue expulsado el domingo.

"Cuando estaba en Chile llegue a enviar algo de dinero a mi familia", dice este hombre de 32 años.

La diáspora se había tornado casi imprescindible: el año pasado se enviaron desde Chile a Haití 134 millones de dólares.

"Acá no hay trabajo. No hay nada que hacer", lamenta Raphael.

De momento cada expulsado de Texas recibe el equivalente a unos 87 euros, cuya mitad es vertida en una aplicación para evitar que les sea robada.

No hay "un seguimiento de la ONM (Oficina Nacional de Migraciones): una vez que las personas salen del aeropuerto con una pequeña cantidad de dinero, se acaba todo", lamenta Amoce Auguste, director adjunto de la oficina de protección a los ciudadanos.

Los haitianos que emigraron por la falta de empleo, vuelven a su país cuando la economía está en caída libre.

"Lo que estamos viviendo es inédito: por tercer año seguido el crecimiento económico será negativo", advierte Etzer Emile.

Al dolor de perder el soñado exilio, se suma la angustia por la violencia descontrolada que campea en Haití.

"Llegan en un momento en el que todos los haitianos desearían huir de la inseguridad de las pandillas" de delincuentes, apunta Amoce Auguste. 

Desde finales de 2020, las bandas armadas que reinaban en los suburbios de la capital extendieron su poder al resto del país.

Los cientos de migrantes enviados de regreso a Haití no pueden acudir al gobierno: Haití no tiene un líder legítimo desde el asesinato, el 7 de julio del presidente Jovenel Moise.

Sospechado de haberse contactado con uno de los buscadas por el crimen, el jefe del gobierno Ariel Henry destituyó a su ministro de Justicia la semana pasada y ahora busca un acuerdo con la oposición para ganar credibilidad.

Haití no tienen "ni la costumbre" de manejar migrantes ni tampoco la "logística" necesaria" para hacerlo, sintetiza Etzer Emile.

"Pero lo peor es que no es prioritario para las autoridades. La prioridad es el reparto de la torta gubernamental para la próxima reorganización del gabinete de ministros", lamenta el economista.



Viaje de horror por la selva

Para "tener un futuro mejor", André se exilió en Brasil y luego cruzó un continente para vivir en Estados Unidos. Pero, como cientos de sus compatriotas, como los arriba mencionados, fue deportado de regreso a Haití, sin dinero ni equipaje.

Es el primogénito de una familia de cuatro hijos y entró en la Facultad de Derecho, una de las carreras favoritas de los padres haitianos. Pero las clases de ciencias que impartía para financiar sus estudios no le alcanzaban para prosperar.  

"No tenía futuro en mi país, mi sueldo no me permitía vivir", recuerda este joven de 32 años, que prefiere no divulgar su apellido.  

En contra del consejo de su familia, compró un billete de ida a Brasil en 2017. En aquel momento no sabía casi nada del país, pero como podía ir sin visado, fue la salida providencial para miles de haitianos de su generación.

En Sao Paulo y luego en Porto Alegre, André fue contratado en granjas de pollos. 

"No me intimidó hacer este trabajo porque puedo decir que llevaba una vida de lujo, en comparación con la de Haití", sonríe. 

Ese lujo consistía en un servicio de autobús que funciona y una tarjeta de seguro médico, vivir en un edificio con ascensor y tener un refrigerador lleno que funcionaba todo el tiempo, "mientras que en Haití, la electricidad puede cortarse durante cuatro días o más".

Sin embargo, estas comodidades no le bastaban. "Cuando eres haitiano, sólo quieres vivir en dos países del continente: Estados Unidos y Canadá", explica André. 

Más allá del sueño americano, se trata de poder ayudar a la familia que se quedó en su país. Con la devaluación del real, "no podía comprar dólares para enviar a Haití", cuenta André, que decidió emprender su viaje hacia el norte en el pasado verano boreal.

Tras un largo viaje en autobús hasta Bolivia y luego a Perú, este haitiano cruzó Colombia hasta que se topó con la selva del Darién. Además del calor sofocante en la selva, las bandas criminales controlan la zona. 

Al salir de la selva, se dirigió rápidamente a México, principalmente en autobús a través de Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala.  

Dos meses y casi 6.000 dólares después, acabó, como miles de haitianos cuyas imágenes causaron revuelo esta semana en Estados Unidos, bajo el puente de Del Río, en Texas.  

Pero el país de sus sueños le hizo volver a Haití cuatro años después de su partida. 



De `tránsito’ en Necoclí

Para la familia Point Du Jour las malas noticias llegaron a mitad de camino. Originarios de Haití y con rumbo a Estados Unidos, madre e hijo se quedaron varados en Colombia, donde se enteraron de que en su destino están deportando a miles de compatriotas.

"Mi meta es llegar allá y no me detendré", expresa decidida Benedictine Point Du Jour, una mujer de 42 años que emprendió la travesía desde Chile el 6 de agosto junto a su hijo Roberth. 

El joven de 22 años relata en un perfecto español que su principal miedo es ahogarse en la travesía marítima de 60 kilómetros que lo separa de la frontera con Panamá. "El segundo es que me deporten, porque lo que más quiero es ser alguien en la vida", agrega Roberth, esperanzado con el "sueño americano".

Junto a otros 19.000 compatriotas esperan en el puerto colombiano de Necoclí por un cupo en las embarcaciones que los llevan hasta la aldea fronteriza de Acandí.

Un acuerdo entre los gobiernos de ambos países limitó el tránsito a un máximo de 650 personas al día. Llegan principalmente desde Brasil y Chile, adonde habían emigrado tras el terremoto de 2010 que dejó unos 200.000 muertos en Haití. 

La noticia de las deportaciones en Norteamérica -y las imágenes de agentes de inmigración estadounidenses montados a caballo persiguiendo a migrantes haitianos agitando sus largas riendas a modo de látigo- llegaron hasta aquí. Eso les dio pena, pero insisten que seguirán hasta alcanzar territorio estadounidense. /Resumen AFP