“Pensamiento político es de clara estirpe Bolivariana”
Álvaro Gómez Hurtado está como predestinado desde la cuna para luchar por las ideas conservadoras, dado que su padre, Laureano Gómez, es el más aguerrido de los jefes del partido de su tiempo, comprometido en forma absoluta en la tarea de depurarlo y modernizarlo, como, con posterioridad, al capitanear la oposición a la República liberal, en la ardiente y dura brega por llevarlo al poder.
La política y la cultura se respiran a diario en su casa, dada la formación de su padre y el diálogo cultural con sus hijos. Así que a la primera Escuela y Universidad a la que asiste Álvaro es a la del hogar. Quizá, de no haber recibido herencia tan comprometedora, dado su inteligencia superior y temperamento artístico, se habría dedicado de lleno a la cultura como un filósofo y artista aventajado por su inclinación por la pintura, que como político practica apenas en los ratos libres que sacaba casi a hurtadillas de entrega a la defensa de los intereses de Colombia.
Laureano Gómez, como ingeniero y político, había recorrido el territorio nativo de extremo a extremo y hecho de sus posibilidades de desarrollo un examen espectral sobre los retos del determinismo tropical. En sus diálogos familiares no solamente se discurre sobre la cultura y lo político, sino sobre las ideas, el arte, la filosofía, la historia y en especial se tratan temas sobre el hombre colombiano y el atraso del país. Laureano Gómez, entendía que el político debe conocer a fondo su tierra y sus gentes. En ese campo de la cultura y el análisis Álvaro Gómez madura prematuramente y conoce las modernas obras de historia de los más destacados analistas de los gobernantes de occidente y de la hispanidad, por lo general de autores franceses e ingleses. Todo ello suscita entre padre e hijo un diálogo dialéctico y constructivo al estilo de los que escribe Platón, en donde con las nuevas investigaciones le muestra a su padre que los conceptos adversos a la hispanidad de César Cantú y otros autores, en los que este había hilado su interpretación histórica un tanto negativa, cuando en nuestra región la leyenda negra contra España hacia mella hasta en los espíritus más cultivados e independientes, la misma había sido rebasada por los investigadores más reconocidos del momento, que con sus estudios y conclusiones demostraban su grandiosidad en la edad de oro y el humanismo cristiano en los dos mundos.
Ese tipo de diálogos platónicos o socráticos se daban entre Laureano Gómez y sus hijos, sin que, para infortunio de la posteridad, en la intimidad del hogar alguno llevara un diario en tiempos en los que no existía la grabadora, más de los cuales Álvaro Gómez conservaba un recuerdo memorable, que en ocasiones dejaba conocer a sus amigos cuando se tocaban esos temas palpitantes de la cultura que lo obsesionaban. Al punto que, con Margarita su esposa, recién casados recorrió Grecia, cuna de la cultura occidental. Y que por fortuna el escritor Esteban Constaín con su maravillosa pluma devela en algunos apartes del bosquejo e interpretación del político colombiano, que siendo el biógrafo de estirpe liberal lo sedujo por su brillante inteligencia.
El pensamiento político conservador es de clara estirpe Bolivariana, como lo demuestran Laureano Gómez y su hijo Álvaro en numerosos y valiosos escritos. El más destacado conservador del siglo XIX fue Simón Bolívar, tras superar su etapa de exaltado guerrero y apóstol de la libertad en Venezuela, que decretó la eliminación de los realistas y hasta de los indiferentes y de los que de ese bando yacían heridos en los hospitales, como respuesta la cadena de homicidios y de barbarie despiadada y escalofriante cometidas por las bandas armadas de Boves, por esos aciagos días.
Laureano Gómez escribió en sus ratos de ocio cuando padecía quebrantos de salud y había dejado temporalmente la presidencia de la República, un ensayo sobre el Libertador que es un verdadero poema y una obra de profunda revisión histórica, el cual se publica después de su muerte con el título: El Final de la Grandeza. Lo mismo que otros valiosos escritos sobre el gran hombre y aquellos que lo abominaron hasta conspirar contra su vida en la triste y famosa noche septembrina, donde Manuelita Sáenz le salva la vida. Por lo que Bolívar, esa misma noche cuando el pueblo emocionado y leal lo condujo al amanecer en hombros hasta el palacio de San Carlos, el gran hombre la rebautiza con el nombre de la Libertadora del Libertador. En ese aspecto sobre la interpretación histórica de los tiempos balbuceantes en los que se forma la Gran Colombia, padre e hijo elevan al altar de la patria al Libertador, inspirador, libertador y creador de la misma.
Álvaro Gómez en un ensayo sobre La Significación Histórica de Bolívar de 1951, demuestra que éste, en contravía de los que proponen crear “repúblicas aéreas”, plantea la necesidad de crear, o por lo menos preservar, la tradición esencial de lo conservador.