El fracaso de la educación ambiental | El Nuevo Siglo
Foto archivo Europa Press
Domingo, 6 de Noviembre de 2022
Mario Fernando Hurtado

El calentamiento global es una realidad. Los últimos siete años (2014 -2021) han sido los más calurosos y a la vez los de mayor número de eventos climáticos extremos: sequías, inundaciones, huracanes, deslaves. Según un informe de Unicef más de 60 millones de niños en América Latina y en el Caribe se han visto afectados por un evento meteorológico extremo o un desastre nacional que se encuentra relacionado con el clima.

La situación evidencia que existe un vacío en los temas de formación, conocimiento y prevención de los riesgos. En los últimos años se han desarrollado debates sobre el cambio climático, pero en la mayoría de los casos ha dejado de lado la formación de las personas más jóvenes quienes son los que van a sufrir las consecuencias que vendrán en los próximos años.

Un problema de la educación ambiental es que cuando se aborda desde el desconocimiento se hacen declaratorias negativas al desarrollo: explotación minera, generación de energía, planeación y ordenamiento del territorio, desarrollo industrial. Se considera que la solución en prohibir todo y dejar la naturaleza intacta, desconociendo el mundo donde la tecnología es imparable y vivimos interconectados gracias a los computadores, celulares y enormes sistemas de comunicación que requieren de cientos de minerales. Inclusive, la forma de vestirnos, hoy cuando la mayor cantidad de prendas de vestir provienen del petróleo surgen preguntas sobre cómo abordar verdaderas miradas sobre el desarrollo sostenible.

Una encuesta que presentó Unicef la semana pasada indica que uno de cada tres jóvenes activistas menciona que la educación debe estar incluida en las políticas y planes ambientales y climáticos porque en necesario abordar todos los aspectos relacionados con la crisis climática que pueda garantizar que sea inclusiva con los niños y con la juventud en general.

El informe también indica que en los últimos 30 años en cada desastre o evento climático se han visto afectados de forma directa 38 mil menores de edad. Es por eso, que los menores tienen derecho a la participación y a opinar sobre los problemas que los afecta, como la crisis medioambiental. Las ideas de los jóvenes y de los niños desempeña un papel central para reducir los riesgos que están asociados al cambio climático, pero las instancias educativas están fallando en orientarlos con la formación que le permita estar preparados de forma adecuada para el tema.

El estudio sugiere que la formación formal e informal debe proporcionar a los menores, conocimientos sobre el cambio climático, las formas de cuidado y consumo, habilidades ecológicas y técnicas para ser resilientes frente a la adaptación climática.

La educación sobre el cambio climático con contenidos relevantes, bibliografía, fuentes de información, evidencias y reflexiones permite a los estudiantes ser parte de la solución. Si los niños y en general los estudiantes escolares logran comprender los riesgos que genera la mala disposición de desechos en la casa, la reducción del uso de productos contaminantes, temas como el uso de plásticos de un solo uso entre otros, les permitirá influir en el comportamiento que tienen en los hogares y en tener un mayor compromiso para responder frente a situaciones de deterioro y riesgo ambiental.



La educación sobre el medio ambiente y cambio climático no puede ser apocalíptica, no se debe abordar desde el miedo, la paranoia, las ideas fatalistas, las versiones exageradas. Por ejemplo, es común encontrar en los proyectos ambientales de los colegios carteles que indican que el agua se va a acabar. Técnicamente es falso, el agua no se acaba, para eso tendría que la tierra perder la gravedad y perderse en el espacio. El agua estará de forma sólida, líquida o gaseosa. Lo que si ocurre es que, al calentarse más la tierra, se reducen los casquetes polares, algunos ríos pierden caudal y hay más agua en la atmósfera. Por eso, las lluvias serán cada vez más fuertes, las sequías más prolongadas y al haber más nubes los huracanes y tifones serán más violentos y destructivos.

En casos como el anterior, se debe es pensar en formas de abordar problemáticas como la contaminación del recurso hídrico, la lluvia ácida, y cómo reservar agua en tiempos de lluvia para enfrentar las prolongadas temporadas de sequía.

Latinoamérica  requiere generar acciones concretas que promuevan y fortalezcan la educación ambiental, que promueva una mirada integral desde el entendimiento de las interrelaciones que tiene la naturaleza, los efectos de las acciones humanas, las formas de desarrollo sostenible y la mitigación sobre el calentamiento global, más allá de las carteleras sobre desierto y tierra cuarteada tan comunes en la escuela, de fotografías de países africanos que no refleja las condiciones ambientales y reales de América Latina o la visión básica de que hablar de ahorro de agua, es una campaña ambiental.

En todo el planeta existen millones de menores en riesgo por los efectos del cambio climático y la degradación del medio ambiente. Países como Colombia tiene que pensar en una estrategia sobre la educación ambiental que supere los clichés y el desconocimiento, que promueva el uso de energías alternativas en las comunidades, que trabaje con los colegios, que aborde el desarrollo sostenible, que entienda las necesidades de trabajo y dinero frente al cuidado del medio ambiente, y que comience con principios básicos como la disposición de los residuos en casa, el uso excesivo de plásticos e icopor, e incluse el manejo de las aguas residuales en casa. Cambios que pueden ser más eficientes si se trabaja en una verdadera conciencia ambiental.

*Especialista en Educación