En el Museo Santa Clara los bogotanos pueden apreciar una exposición temporal con historia, memoria y una invitación a la devoción.
“Composición de lugar: Alguna vez las cruces fueron árboles”, de Camilo Castaño Uribe, es una muestra que hace visible la realidad colombiana olvidada, acallada: la del sacrificio de comunidades y líderes, heridos por experiencias de extremo dolor, violencia y duelo.
La exposición fue inaugurada a principio de este mes y estará abierta al público hasta el 26 de febrero de 2023, en los horarios habituales del Museo (martes a domingo, 9:00 a. m. a 4:30 p. m.).
De acuerdo con Camilo Castaño Uribe, “Composición de lugar: Alguna vez las cruces fueron árboles” gira en torno al tema del sacrificio.
Castaño le dijo a EL NUEVO SIGLO que son alrededor de 15 piezas entre pinturas y videos, en las que se enfatiza el caso de la masacre ocurrida en El Aro, Antioquia, hace 25 años. También evoca la práctica devocional del sacrificio, estrechamente vinculada a la tradición católica, cuenta con numerosos registros pictóricos o escultóricos, posee además con los registros de los cronistas que en la Colonia relataron las vidas de las clarisas, y con los retratos que se les hacía a estas religiosas al momento de su muerte. Quienes pintaban tales retratos tenían la tarea de coronar a estas monjas en su lecho mortuorio.
En todas estas representaciones se dignifica a quienes dedicaron su vida a la religión. Estas santas y santos, mártires, religiosas y otros personajes de la fe, se convirtieron así en ejemplos de virtud que ilustraban el deber ser de los fieles. La trascendencia que otorga el sufrimiento cobraba especial relevancia al momento de morir. Entonces tomaba fuerza la perspectiva del Paraíso, al que se accedería tras padecer penurias, consideradas en tiempos coloniales como ofrendas a lo sagrado.
En “Composición de lugar” se relaciona esta mirada religiosa sobre el sacrificio con la realidad colombiana. La muerte violenta de tantos líderes y comunidades que han pasado por experiencias de extremo dolor, terror y duelo, puede equipararse, por la brutalidad de las laceraciones y el dolor impuesto a los cuerpos, a la experiencia de martirio y reparación espiritual. Sin embargo, para las personas de estas comunidades, la reparación apenas si ha iniciado y las condiciones de abandono, olvido y extrema pobreza, continúan sin cambio. Como se había mencionado, la muestra aborda el caso de la comunidad de El Aro, que para noviembre de 1997 padeció una masacre en la que, durante varios días de asedio paramilitar, murieron asesinadas 17 personas, se quemaron 42 casas, más de mil personas se vieron desplazadas y se robaron el ganado de la comunidad.
“Es una exposición contemporánea que trabaja en varias direcciones: la primera es conectar mis intereses como artistas con los del Museo Santa Clara, que tiene imágenes religiosas que pertenecen al pasado y a la constitución del espacio, porque antes era una iglesia, un convento. Es un tema que tiene que ver con la memoria, con la revisión de archivos y la historia reciente del país. Entonces mis dibujos conectan estos dos asuntos, una historia que ya tiene 25 años y que fue muy trágica. Revisé archivos que tienen que ver con el cubrimiento de la prensa que se hizo en ese momento sobre la masacre y voy entretejiendo esa historia con algunos dibujos de las monjas que habitaron en el Museo Santa Clara en esa época”, relató el artista.
Arte y memoria
Camilo Castaño Uribe detalló, además, que la muestra enlaza una lista de ideas que aparentemente son lejanas para dar cuenta de un hecho histórico sobre el cual se conoce poco, pero que fue bastante violento, que enmarca lo que ha sido muchas veces las masacres que desafortunadamente ocurren en Colombia y estos dibujos son capaces de evocar y de volver a traer ese hecho de El Aro al presente y demostrar una mirada sobre esa historia, a través de estos dibujos y videos que tiene que ver con la memoria.
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“Pero también es un diálogo muy interesante con el museo, con su historia. Fue un año de investigación, de revisión de archivos, de formulación del proyecto y el resultado ha sido satisfactorio porque a la gente le gusta mi exposición”, relata el artista, oriundo de Medellín.
Lo que cuenta la historia
Los detalles de la masacre han llenado páginas de periódicos, revistas, investigaciones y exposiciones fotográficas de renombre internacional, pero El Aro continúa en una situación de aislamiento que mantiene sumidos en la soledad y la pobreza a los pocos habitantes que se resistieron a abandonar sus casas y sus vidas en aquel lugar situado en medio del Nudo del Paramillo, junto a uno de los desarrollos hidroeléctricos más poderosos del país.
Conforman la muestra dos videos y una serie de dibujos en lápiz o carbón sobre tela, papel y acetato. Esta exploración del dibujo en diversas técnicas, soportes y dimensiones se convierte en un documento que revisa archivos públicos y privados de instituciones, personas y medios de comunicación; dotando así a la exposición de un carácter de archivo que revisa las ideas de martirio, sacrificio y reparación tanto en el periodo colonial como en la actualidad.
El artista utiliza también la exposición como medio para expresar cómo el arte hace memoria, con su capacidad de mímesis y de confrontación de opuestos permite encontrar espacios de resignificación y puede, en este caso, servir de espacio de dignidad y reconocimiento de momentos oscuros, como el de la masacre de El Aro, que cumple ya 25 años desde su ocurrencia.
La muestra estará acompañada por actividades de la agenda educativa y cultural, como conversatorios y recorridos guiados.
Cabe destacar que Camilo Castaño Uribe es artista plástico de la Universidad de Antioquia. Ha participado en diversas exposiciones colectivas e individuales en las que destacan las realizadas en la Galería 12:00, el pasado mes de mayo, y La Galería, para la última versión de ArtBo. También ha sido parte de diversas muestras que tienen que ver con la relación con el dibujo, la fotografía y la memoria, como las realizadas en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, el Centro de Artes de la Universidad Eafit y la investigación sobre Floro Piedrahíta, que tuvo como resultado un libro y una exposición virtual expuesta durante los años de la pandemia de covid.
Como curador, está vinculado desde hace más de diez años al Museo de Antioquia, institución en la que ha ejercido los roles de mediador, líder del Laboratorio de Mediación y, en los últimos siete años, miembro del equipo curatorial