“El feto es un ser humano”
Una semana después de que el espermatozoide se junta con el óvulo viaja a implantarse en el útero. Ese “fenómeno” se llama concepción. Jérôme Lejeune, profesor de Genética Fundamental de la Universidad de París, descubridor del cromosoma trisomia 21 que causa el síndrome de Down o mongolismo, dijo en un informe presentado al Senado de los Estados Unidos en 1981: “Aceptar el hecho de que tras la fertilización, un nuevo ser humano ha comenzado a existir no es una cuestión de opinión. Es evidencia experimental… El feto es un ser humano. Genéticamente está completo. Esto no es un parecer. Es un hecho”. En la misma sesión el profesor Hymie Gordon, de la Mayo Clinic, dijo: "De acuerdo con todos los criterios de la moderna biología molecular, la vida está presente desde el momento de la concepción”. Eso es exactamente lo que dice el artículo 4 de la Convención sobre Derechos Humanos de San José: “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción”.
Eso es lo que yo creo y por eso juzgo que el aborto es quitarle la vida arbitrariamente, sin juicio previo, a un ser indefenso.
La evidencia científica dice que en la semana 5 “se ha formado el tubo neural que se convierte en el cerebro, médula espinal y la columna vertebral y el corazón comienza a latir”. En la semana 9 empiezan a aparecer los dientes y en la 10 las uñas. El corazón empieza a latir. En la semana 13 “parece que el bebé respira y traga”. En la semana 15 “sus huesos se pueden ver durante un ultrasonido. Los riñones producen orina y su corazón distribuye sangre”. En la semana 18 se puede saber si es niño o niña. En la semana 21 “los dedos de las manos y los pies están totalmente formados, incluyendo las huellas digitales de todos sus deditos. El bebé puede tragar”. En la semana 23 el bebé entiende la voz de su madre. En la semana 24 el bebé está formado y, aunque con dificultad, podría sobrevivir si naciera. En la semana 39/40 el bebé nace. Se cumple el poder creativo con el que la naturaleza bendijo a las mujeres.
En la sentencia C-355 de 2006, la Corte Constitucional (léase, el parlamento inconstitucional que se atribuye poderes legislativos sin control) consideró que la interrupción del embarazo en ciertos eventos no constituye el delito de aborto.
Es una burda copia de la sentencia Roe v. Wade de la Corte Suprema de Estados Unidos, que puso un límite de un trimestre para practicarlos. En Europa la mayor parte de los países tienen establecidos límites de tiempo. La nuestra no fijó plazos, ni requisitos para demostrar la violación -basta con la denuncia-, ni prueba médica de la malformación del feto, ni del riesgo para la vida de la madre.
En la última sentencia de tutela, cuyo texto no se conoce porque la Corte decide por comunicado, se discutió si se ponía un límite que la ponente, mujer valiente porque decidió enfrentar al lobby de los proabortistas, que solamente es superado en agresividad por el de los gays, propuso fijarlo en 24 semanas. Pero la mayoría de la Corte consideró que había que dejar las cosas como están, es decir, permitir que el aborto sea un método más para el control de la natalidad y no un mecanismo para salvar la dignidad o la salud de mujeres y fetos. Eufemísticamente se le llama Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).