Acomplejados | El Nuevo Siglo
Martes, 13 de Diciembre de 2016

El senador de la República Álvaro Uribe Vélez anduvo de gira por los Estados Unidos de América. Fue a una sola cosa. A llevar quejas contra el Presidente Santos y contra el proceso de paz. Uribe, todo un ex presidente de la República, que se autodenomina patriota y dueño de los votos de siete millones de seguidores, va, como cualquier niño chiquito, de acusetas panderetas, a decirle a los mandos medios (ni siquiera a los altos) de un gobierno extranjero que el Presidente de esta República se está portando mal. Que lo castiguen o que, por lo menos, le halen las orejas.

El hecho es en sí mismo muy simbólico. Uno de los más poderosos políticos nacionales va a los EE.UU.A a llevar quejas. Eso no puede significar si no el reconocimiento de la autoridad superior del receptor de la queja. Cómo será el complejo de vasallo de colonia que tiene el ex gobernante que su autoridad o prestigio interno necesita de la potencia extranjera para que desde allá lo validen descalificando a su acusado.

En aras de la justicia hay que decir que no es un vicio exclusivo del ex presidente Uribe. Andrés Pastrana, su nuevo mejor amigo, se la pasó en esas durante todo el gobierno de Samper. Aparte de “Nora, los niños y yo” su mayor orgullo es que podía llevarle quejas directamente a Frechette o a José María Aznar. Éste a su vez no encontró mejor manera de auto validarse que respaldando a Blair y a Bush en su invento de las nunca existentes armas de destrucción masiva en Irak. Allá también se cuecen habas.

La manía no es ni siquiera exclusiva de la derecha. La izquierda, tan supuestamente nacionalista y patriótica, también busca y ha buscado históricamente validarse en las otras potencias que reconocen como sus ejemplos. La URSS lo fue en la época de Gilberto Vieira, el eterno dinosaurio del partido comunista. La Cuba castrista o la Venezuela chavista lo ha sido en los años más recientes. O el partido demócrata y las oeneges gringas de derechos humanos en la época actual. Aún le retumban al uribismo las quejas de Piedad Córdoba contra su líder en un escenario de izquierdas en México.

De dónde vendrá esa tan acusada señal del carácter nacional.  No es exactamente una tendencia hacia la globalización. Es más bien que nuestros dirigentes, como nuestros pueblos aborígenes, todavía esperan que del otro lado del mar o del Rio Grande llegue el salvador que ponga orden en esta tierra. Y cuando dicen orden es el que cada quién piensa que es. El comunista soviético que anhelaban los “revolucionarios” de los 60. El capitalismo salvaje y antiecológico que desean los trumpistas de hoy o las dictaduras del cono sur que acabaran con los comunistas de acá, algunos de cuyos métodos patrocinaron esos que aquí llegaron a promocionarlas como “dictablandas”.

524 años después, y todavía nuestros dirigentes no han superado el síndrome del descubrimiento. No han dejado de ser lo que eran aquéllos. Caciques esperando un espejito que no les refleje la realidad.

 

@Quinternatte