Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 31 de Julio de 2015

 “Nos ahorramos el dolor de pensar”

EL SEPTIMAZO

Complicado

 

MIENTRAS  recorro esta séptima chapineruna mi mente repite con insistencia el verso “(...) ¿y para qué poetas en tiempos de penuria?”, que formula Hölderlin en la elegía Pan y Vino; y Heidegger me ahorra tener que pensar la respuesta porque ya la dio en el ensayo homónimo: “Largo es el tiempo de penuria de la noche del mundo. (…) En la medianoche de esa noche es donde reina la mayor penuria del tiempo. Entonces, ese tiempo indigente ni siquiera experimenta su propia carencia”.

Nos ahorramos el dolor de pensar porque como advirtió Estanislao Zuleta en El Elogio de la Dificultad, “el pensamiento no es el ejercicio voluntario de una facultad siempre disponible, aunque muy diversamente desarrollada o atrofiada; (…) no es la actividad intencional de un sujeto unificado, sino más bien algo que en cierto modo le ocurre a un sujeto escindido”. No se piensa en barra, ni por decreto.

Goethe decía: “para pensar de nada sirve ponerse a pensar”. Y quién va a querer salir de su zona de confort si al fin de cuentas no pensar no es un vacío, sino un placentero “estado de llenura” dijo Platón, o sea, un atiborramiento de opiniones casi siempre prestadas en las que se cree con la fe del carbonero.

Inspirada en Thiago de Mello, artículo IX de Los Estatutos del Hombre, “Queda permitido que el pan de cada día /tenga en el hombre la señal de su sudor. / Pero que, sobre todo, tenga siempre /el caliente sabor de la ternura”, miro el gentío que debe abdicar en su lugar de trabajo no solo al afecto solidario entre miembros de una misma especie, sino a pensar, convertidos en unos ganapán como esos que Don Quijote de La Mancha veía mientras perseguía molinos de viento, iguales a “un mozo cobarde, un lacayo retórico, un paje consejero”.

Decido tomar prestada la palabra mágica que nos ahorra el esfuerzo de pensar: complicado. Fritz Zorn, en Bajo el Signo de Marte, su única obra, al describir el océano de mermelada, a la manera de Zuleta, que resultaba su vida en familia, afirma: “Complicado era la palabra mágica, la palabra clave que permitía apartar todos los problemas no resueltos y con ello excluir de nuestro mundo intacto todo lo que pudiera molestar”.

Alejados como estamos de la vigilancia crítica, calificar lo difícil de complicado nos evita el compromiso de pensar para solazarnos cobardemente en los reflejos de la realidad.