Adriana Llano Restrepo | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Junio de 2016

EL SEPTIMAZO

Filotimo

 

NARRAR  historias por encargo me ha permitido cumplir con creces el artículo noveno de Los Estatutos del Hombre, ese canto inmortal del poeta brasileño Thiago de Mello: “Queda permitido que el pan de cada día/ tenga en el hombre la señal de su sudor. / Pero sobre todo que tenga siempre/ el caliente sabor de la ternura”.

 

En este quehacer a veces escucho cosas que me dejan estupefacta, como esta frase perentoria: “Mi proyecto de vida está alineado con el de la empresa”, de alguien que se ve feliz. Trato de comprender los motivos que le llevaron a alinearse con una misión trazada por otros, a abdicar a la propia mismidad para ser marioneta o títere, o en todo caso parte del reparto.

 

Es que la gente en las empresas comparte unos valores que se convierten en la impronta de ese grupúsculo de la sociedad. Les funciona. Todos se sienten a gusto en su microcosmos, mientras el bien común, el éxito de la compañía, y por tanto el de ellos, se vuelve sostenible.

 

Entonces pienso en si será esto lo que nos falta a los colombianos; quizás necesitemos tener en vez de símbolos acomodaticios de país, como el sombrero vueltiao, elevado a esa condición por el Congreso mediante la Ley 908 del 8 de septiembre de 2004, al menos un valor fundamental compartido, tatuado en la mente y en el corazón; en Estados Unidos es libertad; en Francia, igualdad; en Canadá, justicia social, aquí…

 

Recito en la mente valores como quien reza un rosario y me doy cuenta de que estamos definidos por antivalores; somos tan creativos que sobre valores universales edificamos lo que somos: al trabajo, rebusque; al esfuerzo, atajo; a la honestidad, oportunismo; a la solidaridad, utilitarismo; a la autenticidad, arribismo.

 

Tales de Mileto, filósofo presocrático, habló de filotimo, la más grande de todas las virtudes, la que regula cómo debe comportarse alguien. Es hacer lo correcto. ¿Será el filotimo copiable en este país que vive sin Dios y sin Ley?

 

Mi exalumna grecocaleña Anastasia Pagoulato me auxilia por Facebook: “Cuando el panadero de la isla de Kos en medio de la crisis saca 50 panes diarios para los refugiados, hay filotimo. El perro que se queda con su amo hasta en las más duras, también tiene filotimo”.

 

Filotimo es nobleza, sacrificio sin esperar nada a cambio, magis ignaciano; pero más que suma de valores, es una forma de vida. De la que carecemos.