El primer domingo de Adviento -justo ayer- marca el inicio del año litúrgico. Para los católicos es tiempo de reflexión, de expectativa y penitencia. El color morado sustituye al verde, característico del tiempo ordinario; salvo por las vestiduras rosadas propias del tercer domingo, llamado con razón “de Gaudete (¡Alegraos!)”.
La expectativa se colmará en Nochebuena y la penitencia dará paso a la celebración. Muchos, sin embargo, no se darán por enterados: la temporada se ha vuelto más y más profana. En lugar de reflexión, hay ruido; en vez de expectativa, solamente afanes; y en medio de la incontinencia decembrina casi nadie piensa en penitencia. Para rematar, el día de Navidad abundarán, para muchos, la frustración (de no haber recibido el regalo tan deseado) y la resaca (la de los sentidos indigestos y el presupuesto estirado hasta el extremo).
Geopolíticamente este diciembre será también una suerte de Adviento, aunque sin la certidumbre tranquilizadora -privilegio de creyentes- de que la divina promesa hallará su cumplimiento. La geopolítica es hostil a las promesas y habitualmente las esquiva y las pospone.
En los predios de la geopolítica hay varios a los que vendría bien la reflexión. Uno se puede imaginar en esas a al saliente presidente estadounidense (¿cuál se supone que es, exactamente, su legado?) y al impopular canciller Scholz (¿en qué quedó su Zeitenwende, el “momento crucial” que anunció para Alemania? Y, de paso, ¿será el suyo fatalmente el de las elecciones de febrero?). Probablemente, el presidente francés tendrá que hacer su propio examen de conciencia (¿ganó o perdió la apuesta que hizo al anticipar las elecciones?). Xi Jinping estará ocupado en sus meditaciones (no es poco lo que lo desvela: lo que China quiere y puede realmente, el rumbo de su economía y su demografía, el rompecabezas del llamado “sur global” que creyó tan fácilmente armable, el enervante acercamiento de los rusos con los norcoreanos).
A otros les tocará contar con ansiedad el tiempo que separa lo que queda de este año del que viene, como quien cuenta un tiempo muerto. Trump pensando en su regreso a la Casa Blanca, y el resto del mundo pensando en lo que traerá (y se llevará) consigo. Maduristas y demócratas haciendo sus cábalas y cuentas hasta el 10 de enero y empezando a hacerlas, otra vez, el 11. Zelenski y Putin contemplando el reloj, preguntándose cuántos minutos más tendrá la hora de la guerra y cuál será el suyo cuando ésta se complete. La nueva Comisión Europea, recién posesionada, intentando que tras el Adviento no le toque una Cuaresma demasiado larga.
La penitencia debería ser universal, pero algunos la necesitan más que otros. Hamás y la Autoridad Palestina, por un lado, y Netanyahu por el otro. El régimen de los ayatolás y todos sus vicarios. Putin, al Asad, la pareja Ortega-Murillo, el sanchismo español, las pandillas y los líderes políticos haitianos… Cada uno por sus pensamientos, palabras, obras y omisiones.
Vaya uno a saber si el Adviento geopolítico tendrá también un domingo de Gaudete. Vaya uno a saber, por estos lares, a qué dedicará el Adviento el inquilino actual de la Casa de Nariño.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales