Afganistán y Colombia (II) | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Octubre de 2021

Muchos no han ponderado el reciente descalabro afgano, mientras que el comandante de las fuerzas armadas de los Estados Unidos declaró ante el Congreso de su país que ese desastre es una amenaza mundial. Es evidente que el reciente derrumbe de Afganistán, que acabamos de ver por los medios de comunicación del mundo, es un aviso que no se puede desconocer: el Islam pretende conquistar al Occidente, cueste lo que cueste.                                         

El Islam considera, normativamente, seguir la conquista como última revelación de Allah, a través del “sello de la profecía” que son la persona y la actividad de Mahoma. Vive de la convicción de ser “la mejor de todas las comunidades”, correlativa al “mejor de los profetas” y al “libro inimitable” que es el Corán.

Esta comunidad está destinada, como consecuencia, al dominio del mundo por voluntad divina. Lo político y religioso se encuentra así indisolublemente unidos. Estado e Iglesia, para usar términos occidentales, no son realmente distintos. El Islam sólo se entiende bien en un marco teocrático de comprensión e interpretación.                                  

La existencia de un Occidente adversario, que es superior en todos los campos humanos, contrasta dolorosamente en el alma musulmán con la innegable inferioridad y estancamiento del mundo islámico, y añade al sentimiento natural de humillación una cierta perplejidad ante los caminos inescrutables y esencialmente justos de Allah. No hay que olvidar que el Islam se considera a sí mismo como la religión de la justicia. La superioridad del Occidente en todos los aspectos que cuentan para la vida en el modo y la inferioridad de la civilización musulmana contemporánea en esos mismos aspectos son lo que nunca debería ser. Son hechos oscuros, tristes y cargados de misterio en los planes y designios de la divinidad.

Llevado de un instinto histórico éstos tienden, en último término y ahora con sobrados motivos, a desafiar también la denominación global de Occidente. Haciendo así honor, cada vez más, a su naturaleza de religión militante. “El Islam no es una religión”. Es un proyecto global, sociopolítico, que incluye la religión y la cultura, pero no es una religión como la entendemos en Occidente. Tenemos así una confrontación entre dos civilizaciones”. 

 Sería más lógico conocer las diferencias entre el cristianismo y el Islam, sobre todo leyendo el discurso de Jesús que resume su apuesta eterna: Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.  

 Bienaventurados los que lloran, porque, porque ellos serán consolados.  

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados. 

 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia porque de ellos es el reino de los cielos.

 Bienaventurados seréis cuando os injurien y persigan y, mintiendo, digan contra vosotros todo mal por mi causa.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será abundante en los cielos; así persiguieron también a los profetas que os precedieron.

Fuente: José Morales, y el Evangelio de Mateo