Los comicios de hoy se efectúan en medio de un gran antagonismo político, y, seguramente, en calma, como tantas otras veces en ese ritual de la democracia. Por supuesto, en las zonas de la periferia, donde la subversión armada tiene presencia, es decir, como en el 70% del territorio nacional, la población sobrevive sometida a los terroristas. En esas zonas, por años y décadas, se han sucedido las matanzas y los genocidios más infames, bajo la famosa ley del silencio. Así que cuando decimos que entre nosotros impera la democracia, estamos pensando en las grandes ciudades y las aldeas que están fuera del foco de los violentos. Por ejemplo, de la barbarie desatada en Bojayá, en el siglo pasado, donde varios de sus habitantes murieron quemados, ya casi nadie habla o escribe, y el genocidio sigue en la impunidad. Para no mencionar tantos otros crímenes.
Resulta que esos episodios sangrientos que han azotado nuestro país se olvidan en tiempos electorales, ya en el siglo XXI, cuando muchos consideran que el mundo occidental retorna a la barbarie y no se habla mucho del caso colombiano, por cuanto algunos analistas consideran que aquí nunca hemos salido de ese estadio de horror. En vez de negar semejante historial macabro, se debiera difundir para que la sociedad tome conciencia de los horrores sufridos por el pueblo inerme, por cuenta de los “agentes de la revolución”. En el siglo pasado se consiguió varias veces liberar algunas zonas de candela en la periferia y las gentes votaron libremente por la democracia, eligiendo por lo general a voceros de los partidos tradicionales o de orden. Hoy hay varias zonas donde la población es forzada a votar por los socios del caos. Y lo peor, es qué por cuenta de las negociaciones de paz y la voluntad gubernamental de favorecer la zozobra, en zonas en donde la violencia estaba focalizada como en el Cauca, me dicen que los violentos imponen la ley del revólver. Los soldados son mal vistos y agredidos por los violentos, así como por los reductos indígenas a su servicio. Y con ironía a eso lo llaman la paz total.
En verdad lo que estamos viviendo es el alud del desbordamiento del caos, impulsado con suma astucia y descaro por los agentes oficiales. El gobernante juega con el caos, el desorden lo pone de buen humor. Por lo que le pide a su pueblo que salga a las calles y se tome las ciudades. Apenas hace unos pocos días la revista ‘Semana’, sufrió el ataque terrorista por cuenta de unos indígenas, que, al parecer, viajaban en buses desde el Cauca a Bogotá, con esa misión. Ellos pasaron numerosos retenes sin contratiempo, cruzaron media ciudad, quebraron los vidrios de ‘Semana’ y amenazaron a los periodistas. Esa era una advertencia cruel a toda la prensa libre del país. Y lo que es peor, no pasó nada. Por desgracia, las autoridades nacionales y locales no hicieron casi nada por defender a los colegas de esa prestigiosa revista. Pareciera que el gobierno disfruta con esos atropellos y tumultos contra la libertad.
Por supuesto, de esos temas no se habla entre los distintos candidatos a las alcaldías y concejos, que se mueven como si estuviesen en la antigua Atenas, disfrutando de la democracia y la libertad. Y no hablan por cuanto el tema no tiene mucha acogida entre la audiencia, algo extraño por cuanto varios de ellos son hijos de familias que llegaron a Bogotá y otras ciudades huyendo de los atentados y masacres de las Farc y otros grupos armados, incluso contrarios a la misma o aliados circunstanciales. Es que los citadinos le damos la espalda al otro país de la periferia que está sometido al despotismo de forajidos sin ley, cuando debiéramos pensar que esas fuerzas se agitan ya en los laberintos y tugurios de nuestros grandes centros urbanos y cometen crímenes por cuenta de las extorsiones a los comerciantes y a modestos parroquianos en barrios de invasión.
En cualquier caso, apoyamos con entusiasmo a cuantos ciudadanos de bien se lanzan en nuestras urbes a conseguir votos para ser alcaldes, gobernadores o ir a los concejos y asambleas, pues en los municipios se libra hoy la batalla por rescatar la democracia. Es el voto libre contra el caos, el voto independiente por la libertad, el voto por la democracia, por la familia, por el bienestar colectivo y por la propiedad privada, que debe masivamente rescatar la democracia, columna fundamental de nuestro Estado, que el gobierno no puede avasallar impunemente. Si las encuestas y nuestros cálculos son correctos, el gobierno sufrirá hoy el mayor de los descalabros.