La profesión policial nunca ha sido de fácil desempeño por la infinidad de circunstancias que rodean la operatividad y variaciones de cada caso. En escasísimas oportunidades encontramos similitud para los procedimientos, más sin embargo hay una constante identificada en los últimos tiempos por el personal y es la posibilidad de agresión hacia las unidades venida de parte ciudadana.
Son exagerados los guarismos que dan cuenta de esta situación y se observa una tendencia al aumento que preocupa a los mandos por observar que la tradición, esa que recomienda a las unidades, prudencia, cuidado y extrema cautela en preservación de su integridad, ante la peligrosidad y posible ataque, no es hoy el generador de las agresiones; todo lo contrario, la arremetida viene en aquellos procedimientos que no deberían generar prevención, como las riñas familiares, de tan fácil ocurrencia y en otros tiempos de sencilla solución.
Con un estudio somero sobre la estadística podríamos acceder a información valiosa para establecer cómo, a través del tiempo, el comportamiento ciudadano ante la presencia institucional ha ido cambiando en deterioro del respeto y acato tanto a la autoridad como a la ley que representa, llegando a los extremos que estamos observando.
Recordemos algunos casos hoy olvidados que nos sirven de ejemplo, para confirmar la dura situación que atraviesa nuestra respetada institución de cara al ciudadano. Veamos, Barranquilla, personal de vigilancia agredido por vecinos con ladrillos y elementos contundentes al momento de atender un llamado ciudadano quejándose por el alto volumen y escándalo en una reunión social. Mesitas del Colegio, Cundinamarca, patrullero asesinado en medio de un procedimiento, atendiendo llamado de la comunidad que se quejaba de grupo juvenil consumiendo sustancias estupefacientes. Medellín, policías agredidos con palos, ladrillos y machetes por residentes del barrio Villatina, que se negaban a terminar una fiesta en la calle.
Nos tornaríamos interminables con esta narrativa, que demuestra la falta de solidaridad del ciudadano con la institución. Este comportamiento nos está demostrando que los ingentes esfuerzos realizados por la institución para acercar la comunidad han sido infructuosos y que ha faltado respaldo de los gobiernos para proscribir, descalificar y sancionar estos comportamientos que, a la larga, van en detrimento de las administraciones.
Urge un compromiso venido de los diferentes poderes del Estado, para lograr reconocimiento, respeto y acato como lo fue en otros tiempos, por los representantes del orden, tolerar irrespeto genera el caos.
No podemos negar que se han logrado momentos y épocas gloriosas, donde gobernantes solidarios públicamente reconocen la grandeza, entrega y dedicación de toda la institución en defensa de su comunidad, lo que nos deja una maravillosa lección, donde se soporta la imagen policial en el respaldo y consideración de los mandatarios lo que genera, por lógica, un sentimiento de aprecio y tributo ciudadano.