ALBERTO ABELLO | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Octubre de 2011

La encrucijada conservadora

 

Una  pregunta recurrente que me hacen a menudo en todas partes:  ¿cómo es posible que en un país en donde existe una gran masa conservadora ferviente partidaria del orden, la paz,  el desarrollo en democracia, la defensa de las tradiciones y la seguridad nacional, no vote de manera unificada? La respuesta es menos sencilla de lo que parece, no se trata solamente del olvido de la doctrina, de fallas protuberantes en la estrategia partidista, de organización y disciplina, de carecer de objetivos superiores a mediano y largo plazo, de movilizar candidatos que aparecen y desaparecen sin raigambre popular. Son cuestiones vitales en las que fallamos, que facilitan la anarquía y la división en todas partes, el individualismo egoísta,  ambiciones mezquinas corroen las entrañas de la colectividad, puesto que se perdió el concepto conservador de jerarquía y se dejó la elección de ésta en las garras de maquinarias que manejan operativos electorales en los cuales financian y  votan gentes de todos los partidos en las consultas conservadoras; cuentan que los avales se negocian, que en distintas regiones es el procedimiento para conseguir que los conservadores resulten apoyando candidatos de otras tendencias con votos de otros partidos y así fortalecer a elementos contrarios a sus ideas e intereses. Pareciera que deliran, sin asimilar la lógica impecable de Don Miguel Antonio Caro: no se hacen reformas católicas con obispos protestantes.
Tras la lamentable quiebra del esfuerzo de paz en el Caguán, las bases conservadoras fueron los más decididas por el combate denodado contra la guerrilla, lo que precipitó que varios congresistas abandonaran al candidato oficial conservador, Juan Camilo Restrepo, un estadista de formación, experiencia y calidades excepcionales, cuya moderación a la europea no entendieron. En el gobierno del presidente Álvaro Uribe, la colectividad  se salvó de desaparecer y ser absorbida por el Partido de U, cuando el gobernante no aceptó la petición de unos dirigentes conservadores que le ofrecieron unírsele y crear una nueva fuerza política conjunta con otro nombre. Pese a lo cual parte de la poblada conservadora y de sus dirigentes en varias oportunidades han votado por ese partido, que mientras estuvo bajo la orientación de Uribe en algunos aspectos se presentaba más vehemente en la prédica contra los alzados en armas, por la misma razón que muchos votaron por Juan Manuel Santos. Apenas unos pocos conservadores seguimos defendiendo  de manera solitaria,  con ideas y firmeza inquebrantable la doctrina perenne.
El Partido Conservador suele contagiarse de locura y padece de la manía de votar por sus adversarios de siempre o quienes lo han combatido.
Dirán “al Partido Conservador le queda una fuerza de congresistas que con la U pesan decisivamente en el Congreso”; es verdad. Lo malo es que han llevado al conservatismo ha convertirse en un club de congresistas, que vive en un mundo aparte y eso se reflejará negativamente en las elecciones. El ex presidente Andrés Pastrana, por su trayectoria, jerarquía y  estatutos es  jefe natural del Partido, como el más prestante  de sus militantes, hasta el presidente Juan Manuel Santos hizo parte de su gabinete.