¿A propósito del talante conservador?
A 16 años del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, las gentes se preguntan ¿qué se hizo el talante conservador? ¿En dónde están las tesis conservadoras? ¿Qué pasó con la alta política que persiguió con denuedo el jefe conservador salvajemente inmolado? ¿Dónde están las grandes propuestas? ¿Qué pasa con el Partido Conservador?
Las elecciones pasadas mostraron la casi ausencia de postulados conservadores sobre gobierno local. Se ha llegado a extremos en los cuales se hundió la posibilidad de lanzar un candidato conservador triunfante a la Alcaldía de Bogotá o conseguir la Gobernación de Antioquia para un conservador caracterizado. Y eso que en Bogotá las divisiones y los antagonismos de otras fuerzas le daban la oportunidad a un candidato nuestro con ascendiente popular de movilizar la opinión, con posibilidades de gobernar la ciudad. Lo mismo se repite en otras regiones, donde el conservatismo dividido y desconcertado, retrocede fatalmente; como fuerza decisoria, se derrumba en las grandes ciudades, lo que no compensa los logros en algunas poblaciones con menos habitantes. Un partido reducido al honroso y fiel electorado aldeano tiende a eclipsarse. Así tengamos dirigentes valiosísimos, algunos en el gobierno, que cumplen con lealtad la tarea que les ha encomendado el presidente Santos, que se baña en el agua de rosas de la popularidad, como, inicialmente, Piñera en Chile. Y la juventud nos acompaña entusiasta. Mas existe una dicotomía entre dirigentes y masa, entre las ideas conservadoras y la voluntad de cambio, prevalece la mezquindad, fenómeno histórico recurrente, que plantea Álvaro Gómez en su ensayo sobre el talante conservador.
¿Cuál es la razón para que el partido no esté a la altura de las circunstancias? ¿Cómo es que tras la aparente unidad nuestras fuerzas se atomizan en casi todas partes? Nos falta un gran propósito nacional. Álvaro Gómez, cuando escribió su famoso ensayo sobre el talante conservador registró a lo largo de nuestra historia ese instinto político por la defensa de nobles ideales y del cambio. Cuando el conservatismo declina los valores se horadan, hasta la pulcritud administrativa tiende a desaparecer. La atonía y la anarquía conservadora nos hacen embarazar en cuanto a ganar el apoyo de la opinión pública. Se repetirá la historia del resto de Hispanoamérica, en la cual los partidos conservadores al abandonar la doctrina y al dejar de comandar el cambio se agobian en la desesperanza y renuncian a cumplir su misión, sin participar en los grandes debates y no consiguen orientar a la Nación por esa falta de propuesta superior. Lo que se traduce en la pobreza de ideas y esa desorientación propositiva y programática que se hizo evidente en la pasada campaña electoral. Se dirá que algo similar pasa con otras fuerzas política. Puede ser…
Al derrumbarse lo conservador emergen poderosas fuerzas disolventes, así momentáneamente sobrevivan partidos emergentes afines, tenemos el espejo de nuestro continente. Lo conservador es por excelencia el muro de contención frente al caos y la revolución. Si el talante conservador -que es superior al partidismo y sus dirigentes- no reacciona, en el futuro vendrán tiempos aciagos para Colombia.